CAP (14)

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SESENTA Y CUARENTA POR CIENTO.

Adriano Greco.

Observo a mi alrededor al abrir los ojos y distingo a los miembros del cuartel muertos en el piso con disparos en el cuerpo, no puede diferenciar si estoy consciente o sigo durmiendo, pero el dolor en mi cabeza me hace jadear. 

Me pongo de pie tambaleando y camino con lentitud hasta poder mantenerme firme sin irme a los lados.

Deslizo los dedos a mi cuello sintiendo la sensación de un piquete como si esto hubiera sucedido hace unos segundos, continuo mi camino sin detener a pesar de que el adormecimiento se empieza a replegar por todo mi cuerpo, dificultando mi recorrido, mis párpados pesan y mi respiración se vuelve irregular.

¿Qué carajos pasó? —me pregunto mientras continúo tocándome la sien e intento recordar algo que hace que mi corazón palpe con fuerza llevada por la preocupación, pero no recuerdo el motivo.

Cierro los ojos al verme rodeado de mareos intensos y decido apoyarme en la pared, flexiono las rodillas para poder sentarme y al tocar la superficie plana estiro las piernas para impedir que un calambre repentino me llegue.

Hago el esfuerzo para estar despierto, un bostezo abandona mi boca e intento aguantar el siguiente que trata de llegar de nuevo, pero mi mirada se nubla en la capa lagrimosa y sigo con los bostezos continuos.

Mis dedos no abandonan esa palpable sensación en mi cuello, intentan recordar en qué momento es que me inyectaron.

«Maylin —pienso en ella al instante y el temor se despliega de inmediato.»

Muevo las manos para buscar la radio, pero no lo encuentro en el bolsillo en el que estaba metido antes de... ¿Antes de qué?

Hay tanto desorden agrupado en mi cabeza que no encuentro la forma de liberarme.

La latente preocupación sigue posada en mi pecho tratando de que recuerde y al intentarlo las punzadas llegan a mi cabeza.

«Maylin —repito tratando de darme la suficiente fuerza al pensar en ella.»

El sueño y el adormecimiento de mis extremidades no me deja pensar con claridad, me ponen un paredón el cual no paso, sin embargo, algo que no puedo ignorar es el dolor del piquete en mi cuello y el de mis nudillos enrojecidos.

Cierro los ojos y mi respiración va acomodándose a medida que pierdo el conocimiento para dar paso al descanso en el cual mi cuerpo lo pide a gritos como si no hubiese dormido en cien años.

Lo único que deseo es dormir.

Tengo que golpearme la cara para recuperar la consciencia y ponerme de pie para volver al lugar en que estaba cuando desperté.

Sigue —. Trato de darme el ánimo suficiente para continuar.

Acelero el paso y aprieto los puños con fuerza, mientras me repito que debo estar despierto para recuperar la plena consciencia de lo que ocurrió antes; mi pecho aún carga ese peso de que algo me preocupa.

Destellos de recuerdos se reproducen, pero son más los sonidos: uno de ellos es el del crujido de algo y la voz de un hombre quejándose de dolor a raíz de eso.

Bajo la mirada hacia mis nudillos agrietados y enrojecidos.

Las punzadas vuelven a chocarme y me apoyo en la pared, llevó la mano a la parte trasera de mi cabeza sintiendo un líquido en los dedos que al traer al frente visualizo la sangre que emerge de un golpe, aquel que me dejo inconsciente en el piso.

Me detengo al percatarme en la zona en la que desperté, es donde se almacena las cápsulas de gas, debería haber sido una buena noticia encontrar el sitio en el que están por lo que vinimos, pero es lo contrario, ninguna luce como el dibujo que compartió mi tía, todo es una distracción para darse el tiempo de hallar la verdadera.

El Bárbaro De La Emperatriz |+21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora