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Denise

Si en el ring es salvaje... fuera de este, era una bestia sedienta de sangre.

Me quedo paralizada cuando su cuerpo se mueve como un borrón frente a mis ojos, pero soy completamente consciente de los golpes que está repartiendo. No sé la razón, pero casi mi cuerpo se mueve en esa dirección.

Y digo casi, porque unas manos detienen mi movimiento. Muevo mi cuello, mirando hacia atrás y me encuentro a la morena de hace unos minutos—No te acerques ahora pequeña, puede ser peligroso.

Cuando vuelvo a mirar con claridad, entiendo a la perfección porque ella dijo eso. Kevin parece no tener ningún tipo de control sobre sí mismo, y yo solo voy a estorbar. El otro sujeto, parece que no va a aguantar más, pero al parecer no le importa a Kevin, que lo levanta en peso lanzándola contra la malla de la jaula del ring.

Jadeo por la impresión, pero también me sorprendo cuando la mujer tras de mi me libera.

—Ahora es momento de ir pequeña.

Entiendo porque lo dice. A pesar de que Kevin respira con fuerza, se queda en el mismo lugar, mirando como el sujeto esta inconsciente. Es cuando noto que él se detuvo porque sabe que no va a terminar bien si sigue golpeándolo, pero aún tiene mucha rabia.

Me acerco decidida, y no entiendo de donde sale esta valentía, cuando hace unos minutos, me había quedado congelada. Prácticamente, todos se habían alejado de Kevin porque huelen el peligro, por eso me miran sin creerlo, cuando yo no dudo en ir más de cerca de esa bestia que parece a punto de matar a alguien.

Sus puños están blancos de la presión que aplica, noto sus nudillos lastimados, pero eso no me impide que tome su mano. Sus ojos se voltean hacia mí con rapidez, le doy una suave y sincera sonrisa. Sin mirarlo, siento como su puño se deshace.

—¿Dónde vas a curarte?

—¿Cómo? —intenta calmar su respiración para poder responderme y me pego más a su torso por instinto.

—Vamos a curar tu mano, yo seré quien te cure de ahora en adelante.

No tengo idea de cómo esas palabras salen de mi boca, pero ya estaban dichas. Él solo termina de entrelazar nuestros dedos y me saca de ahí, rodeando el ring hacia la parte trasera. Antes de alejarnos más, reconozco la voz de la mujer.

—Saquen a ese imbécil de mi gimnasio y cuando despierte, déjenle bien claro de que no lo quiero volver a ver aquí.

La ignoro cuando Kevin me lleva a través de un pasillo, hasta una puerta en rojo vino. Por un momento, pienso que va a llevarme al baño, pero me alivio un poco cuando veo que es como un tipo de enfermería. Además de la camilla, hay como una especie de banquillo largo, justo al lado del estanque blanco. Las paredes son de un gris más oscuro, pero con la suficiente iluminación. El hecho de que no hay nadie aquí, me deja en claro de que ellos mismos se curan.

Kevin sin aún soltarme, se sienta de lado en el banquillo con las piernas a cada lado, mientras yo busco el botiquín, aun sintiendo su agarre fuerte sobre mi mano. Me siento en la misma posición que él con la caja en medio de nosotros, pero él me interrumpe, poniendo esta misma en una mesita a junto a nosotros.

Lo miro, pero por alguna razón no digo una palabra. Estoy tan cerca de él que mis rodillas se encuentran a mitad de su muslo. Abro su mano con delicadeza y veo la carne viva. Cuando el algodón toca su piel, veo cómo ni siquiera se sobresalta y por alguna razón me saca una sonrisa.

—¿De qué te ríes?

Lo miro a través de mis pestañas sin alzar la cabeza, notando como está más calmado, pero aún se puede ver claramente la tensión de su cuerpo. Trabajo con suavidad, a la vez que mi sonrisa se convierte en un gesto burlón cuando sé lo que estoy a punto de decir.

Me enamoré de mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora