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Denise

Me guardo un jadeo cuando el frío toca mi piel y cierro mis ojos, sintiendo como un escalofrío me recorre por el cuerpo. Mientras más la tela limpia los golpes de mi cara, me acostumbro al dolor, aunque me obligue a hacer muecas. Luego de eso, en silencio, siento como con ternura, unas grandes manos ponen un parche sobre mi pómulo hinchado, que coge parte de mi ojo izquierdo.

Mi mirada se conecta con la suya, y quiero que diga algo, que no se quede callado. Algo que es bastante raro, porque siempre he preferido el silencio cuando él me ha encontrado en estas situaciones. Porque me hacía pensar en lo mucho que odio que me vean así. Quizás era una broma de mal gusto que un profesor me encuentre en ese estado.

Pero mis pensamientos fueron silenciados con el pasar del tiempo y me he olvidado de todas esas advertencias. Ahora en cambio... quiero escuchar su voz.

—¿No dirás nada?

Sus ojos negros vuelven a conectarse con los míos y vuelvo a sentirme pequeña ante ellos, pero no puedo correr la mirada, no quiero.

—¿Crees que lo mejor es que hable? ¿Quieres que diga todo lo que está pasando por mi mente? —él está en la mesita frente a mí y yo, en donde él estuvo una vez curándose. De repente se pega más a mi rozando nuestras narices—¿Quieres que diga que estoy a punto de perder la cabeza por ver que alguien te hizo esto? ¿Quieres que pregunte quien hizo esto para devolvérselo?

Ahogo un jadeo de impresión, sin dejar de apreciar ese pozo tan profundo que tiene por mirada, fríos cuando quiere, cálidos cuando lo siente. Pero ahora... la frialdad que los adorna, me dejan muy claro de que va cumplir sus palabras.

—No me gusta cuando estás en silencio.

Su vista baila entre la mía y con un suspiro se vuelve a alejar de mí, tomando nuevamente el botiquín en sus manos—Créeme Denise, mi silencio es lo mejor.

—¿Por qué nunca preguntaste? —mi pregunta sale tan de repente que ni siquiera yo me la esperé. Su sorpresa es clara, no puede disimularla, pero luego de eso, frota sus ojos como si estuviera frustrado, no quiere contestar, se nota a simple vista. Pero yo ahora quiero respuestas—¿Por qué nunca preguntaste cuando me viste esa noche? ¿Por qué no preguntaste cuando te llamé?

—¿Qué es lo que quieres saber Denise?

Su mirada se ve frustrada y yo también me siento de esa manera. Odio este sentimiento, tener las cosas delante pero no poder explicarlas. Quiero saber lo que pasa por la mente de él. La razón de porque siempre está ahí para mí, de porque nunca hacía preguntas. Hacer como si no pasara nada, odio...

Odio... que actúe como yo.

No me gusta verlo tan tranquilo, me siento inquieta y no entiendo por qué.

—¿No quieres tener respuestas?

—¿Me ibas a dar las respuestas?

Soy consciente de que nada de lo que estoy diciendo tiene algún tipo de sentido, pero no puedo evitarlo. Quiero gritar, romper algo, sacar algo de mi pecho que no sabía que podía estar ahí.

—Eso no es lo importante.

De un momento a otro, Kevin se levanta con rapidez y camina hasta la cocina alejándose de mí. El nudo se incrementa, pero esta vez en mi garganta y lo desprecio. Detesto sentir esto, odio lo que está pasando, odio que Kevin se aleje de mí.

—Es mejor que descanses Denise, ha sido una noche muy larga.

—¡No huyas Kevin Luisse! —tal vez el grito ayude a que la presión de mi pecho se desvanezca, pero solo sirvió para que él se detuviera—Todos quieren respuestas, ¿Por qué tú nunca las buscaste? —subo los escalones para acercarme a él, que se volteó a verme.

Me enamoré de mi profesorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora