Capítulo 16

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El lunes Bellatrix se despertó con ilusión: era el cumpleaños de Sirius y estaba deseando entregarle su regalo. El álbum había quedado realmente precioso: con unas tapas de piel doradas y en la portada la fotografía de la que hablaron una semanas atrás: los dos niños sonriendo en la nieve con sendos gorritos, el de Bellatrix con una estrella bordada y el de Sirius con un perro. Cada página estaba decorada con papeles bonitos y comentarios que Bellatrix había escrito sobre lo que recordaba de cada imagen y de sus momentos felices juntos.

—Quizá es un poco infantil... —murmuró dudosa.

Ahora que llegaba el momento de entregárselo, empezaba a tener dudas. Lo sacó del cajón y observó el papel azul oscuro con estrellas con el que lo había envuelto. Daba igual, ya era tarde. Si resultaba demasiado infantil, mala suerte; no tenía otra cosa para regalarle. No obstante, no quería dárselo delante de Marlene, tenía que ser un momento entre los dos. Por eso bajó a desayunar sin él.

Le sorprendió lo silenciosa que estaba la casa, quizá no se habían despertado. Miró el reloj y comprobó que era ella la que iba retrasada: ellos ya debían de estar despiertos. En la cocina no vio a nadie, no obstante, sí que estaba preparado el almuerzo que se llevaba al trabajo. Subió al dormitorio principal. Habían ventilado y hecho la cama y ahí no estaba ni el perro. Se habían marchado a algún sitio.

Bellatrix se encogió de hombros, demasiada actividad para alguien recién levantada. Volvió a la cocina y desayunó. Mientras, dio con la clave:

—Han ido a desayunar a casa de los Potter, esos estúpidos acaparadores...

Se duchó y se preparó para el trabajo, pero aun así esperó unos minutos a que volviera Sirius. Cuando ya no podía esperar más, fue al garaje a por su coche. El BMW de Sirius estaba ahí, ergo él no podía andar muy lejos.

Al pasar junto a la casa de los Potter, decidió que aunque le diera el regalo por la tarde, al menos podía felicitarle; no quería ser la última. Detuvo el coche con los intermitentes puestos y bajó. Llamó al timbre, pero nadie abrió. Tampoco se oía ruido dentro. Bellatrix se asomó al garaje y comprobó que no estaba el coche.

«Han ido a desayunar fuera» imaginó, «Probablemente a Harsea o a algún sitio bonito... En este pueblo no hay nada».

Volvió al coche y emprendió el trayecto hasta Hogwarts. Fue un día de trabajo rutinario. Aunque estuvo un poco más distraída, se esforzó como de costumbre y completó las tareas que le había encargado su jefa.

—Buen trabajo, ya puedes marcharte —le indicó McGonagall quince minutos antes de su hora de salida—. Imagino que querrás comer con el cumpleañero.

Bellatrix asintió con una sonrisa. Decidió aprovechar ese momento para hacerle una petición:

—Quería preguntarle si supondría algún problema venir esta noche con Sirius a Hogwarts... Sé que es fuera de mi horario, pero había pensado en hacer un picnic y...

De nuevo, se sintió absurda e infantil por querer hacer un picnic bajo las estrellas.

—No es algo que solamos permitir... —respondió lentamente McGonagall—. Pero me fio de ti. Sé que no molestaréis ni estropearéis nada. Tienes tu tarjeta para poder entrar, así que adelante. Por cierto... la pradera de Ravenclaw es muy buena zona para ver las estrellas.

—¡Muchas gracias! —exclamó Bellatrix agradecida. Aún no había decidido la zona exacta, agradeció la sugerencia.

Volvió al pueblo animada, aunque también nerviosa por ver a Sirius y entregarle su regalo.

Solo que cuando llegó, la casa seguía vacía. Nadie había hecho la comida como en otras ocasiones, ni siquiera habían recogido el correo. Subió a su habitación a dejar sus cosas y contempló el regalo sobre la cama. Se hundió al comprender que habían planificado pasar el cumpleaños de Sirius fuera del pueblo y a ella no la habían avisado. Quizá era una tradición del grupo de amigos... Sabían que ella trabajaba y no podría ir. Además no soportaba a esa gente, pasar un día entero con ellos sería un suicidio.

Dormiré entre lobos por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora