Capítulo 15

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Bellatrix miró a Rodolphus con los ojos muy abiertos, como reprochándole su comentario de que la casa estaba vacía. Comprendió entonces que la alarma solo cubría la planta baja, pues era la única por la que un posible asaltante podría entrar. No tendría sentido poner sensores en las plantas superiores... en las que al parecer había alguien viviendo.

La primera idea de ambos fue correr hacia la puerta, de la que los separaban pocos metros. Pero eso los situaría en la línea de tiro de quien estuviera bajando por la escalera. Así que retrocedieron por el pasillo, intentando ser lo más silenciosos posibles.

La voz no se volvió a oír, pero cuando los escalones dejaron de crujir, supieron que había llegado a la planta baja. Bellatrix sacó el cuchillo que llevaba en su bota mientras Rodolphus la miraba con horror, preguntándose qué pensaba hacer contra una escopeta. Ella tampoco lo sabía, pero algo necesitaba hacer. Sobre todo porque se había fijado en algo que Rodolphus no: las ventanas tenían rejas. Su tío siempre fue muy paranoico y celoso de su privacidad. No podían huir por ahí. La única salida era la puerta y ahora había alguien armado custodiándola.

Agazapados tras un sofá, escucharon un sonido que se acercaba, un desagradable gruñido que alguien parecía proferir para sí mismo:

—¿Qué inmundicia se ha colado aquí?

La sorpresa quedó patente en el rostro de Bellatrix cuando reconoció la voz gruñona y malvada. Lo hacía muerto desde hacía años, parecía un milagro que siguiera vivo... El mayordomo favorito de su tía Walburga, el viejo y cascarrabias Kreacher. Siempre vivió en el sótano, sin apenas salir de casa, debía de llevar años ahí agazapado y atrapado en sus propios delirios. Porque lo que es limpiar, estaba claro que no lo hacía.

Como no se le ocurría otra opción y no quería que los encontrara él, Bellatrix se incorporó y saludó con simulada alegría:

—¡Kreacher, cuánto tiempo!

El anciano encorvado, calvo y de manos temblorosas no tenía mucha puntería y erró el primer disparo. Bellatrix ya contaba con ello, pero estaba segura de que el segundo no lo fallaría. Rodolphus se había incorporado para apartarla en caso de disparo, pero tampoco sabía cómo actuar. Juzgó que lo más prudente era guardar silencio e intentar no temblar.

—Hemos venido a ver a Regulus, ¿no está en casa? —preguntó Bellatrix.

Al oír el nombre de su amo, Kreacher aflojó el dedo del gatillo y la miró, forzando mucho los ojos. Si no estaba ciego, poco le faltaba.

—El amo Regulus me dio permiso para disparar a cualquiera que entrara en casa —aseguró el viejo dibujando una sonrisa macabra.

—Soy Bellatrix Black —se identificó ella—, la prima de Regulus.

Bellatrix creyó que su afiliación a la familia a la que Kreacher sirvió toda su vida le salvaría la vida. Pero presa de los nervios, no se dio cuenta de su error.

Rodolphus vio como el rostro de su novia cambiaba, los nervios desaparecían de golpe y una determinación que rayaba la monotonía los sustituyó. Con un tono que casi sonó sincero, Bellatrix volvió a hablar:

—Lo siento, Kreacher, te he revelado mi nombre. Ya no podemos salir todos con vida.

Antes de que el anciano comprendiera sus palabras, un cuchillo se clavó justo entre sus costillas. Bellatrix lo arrojó con tal velocidad y maestría que no tuvo tiempo ni a reaccionar. Y con una fuerza que solo poseía alguien que ensayó el movimiento desde los seis años. Kreacher cayó al suelo tembloroso y con ojos vidriosos. Ella se acercó y retiró el cuchillo para que la sangre fluyera libremente y acelerar la muerte. Rodolphus contemplaba la escena pasmado.

Dormiré entre lobos por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora