Bellatrix se adaptó bien a su nuevo hogar. Le gustaba tener la casa para ella sola, sin rendir cuentas a nadie de sus salidas ni preocuparse por hacer demasiado ruido. Además de la principal ventaja de no cruzarse a Marlene en la cocina. Tampoco a Sirius lo echaba mucho de menos porque se veían todos los días: seguían saliendo a correr juntos, después desayunaban, la mayoría de días Bellatrix comía en su casa, por la noche iba al bar... Eso sí, la amenaza se había cumplido: Dumbledore le había presentado ya a media docena de pájaros diferentes. Aun así, llevaba ya un par de semanas y estaba contenta con la solución.
Era sábado por la mañana y estaba limpiando la casa. Pese a que ese nunca fue su campo, desde que vivía de alquiler gratis mantenía la casa impoluta. No quería decepcionar a Grindelwald. Acababa de sacarle brillo al espejo del baño cuando llamaron al timbre. Miró el reloj. Aún faltaba una hora para su cita de la comida con Sirius, que había ido al pueblo de al lado a ver el partido de los chicos que entrenaba James. Igual habían terminado pronto...
Bajó las escaleras saltando de dos en dos, ese día estaba contenta. Hasta que abrió la puerta.
—Buenos días, Bella —la saludó Rodolphus.
Se le veía nervioso. Bellatrix le miró en silencio. De haber sabido que era él, se hubiese puesto algo más que una sudadera negra extralarga y unos calcetines gruesos de lana... pero ya era tarde.
Hacía semanas que no se veían, desde el turbulento viaje a Londres. Ese día terminó bien (o esa impresión se llevó Bellatrix), pero después sucedió lo de Rabastan... Imaginó que Rodolphus había pasado con su hermano esas semanas y por eso no había visitado el pueblo. Pero a ella no le había dicho nada.
—Grindelwald me ha contado que ahora vives aquí —sonrió Rodolphus con timidez.
—Sí, ha sido muy amable —respondió Bellatrix.
No sabía bien cómo reaccionar. Tenía emociones encontradas: por un lado, Rabastan prácticamente la insultó y Rodolphus había estado tres semanas sin dar señales de vida; por otro, gracias a él, Sirius tuvo un gran regalo de cumpleaños...
—Y... ¿Te apetece dar una vuelta o ir a tomar algo? —le ofreció él.
—No puedo, he quedado con Sirius.
—Ya...
—Puedes pasar un rato —ofreció Bellatrix sin demasiado entusiasmo—. Tengo... no sé, cervezas y alcohol.
—Vale, sí —respondió Rodolphus con rapidez—. Dame un minuto, me he dejado algo en el coche.
Había aparcado enfrente, a la salida del garaje de la casa de Dumbledore y Grindelwald. Bellatrix lo observó alejarse con paso presuroso y sacudió la cabeza. Dejó la puerta entreabierta y volvió a la cocina. Sacó un par de cervezas y se miró en el reflejo de la nevera, intentando peinarse con las manos para estar lo mejor posible. Se rindió cuando pensó que quizá lo que Rodolphus pretendía era seguir el consejo de su hermano y dejarla.
—Te había traído esto —comentó Rodolphus nervioso tras cerrar la puerta y encontrarla en la cocina.
Bellatrix se giró, dejó las cervezas sobre la mesa y aceptó sorprendida el ramo de flores. Eran rosas moradas, teñidas para conseguir un color de fantasía que mejoraba la oferta de la naturaleza. El arreglo, con florecillas negras y doradas, era precioso.
—No sabía si... No pareces el tipo de chica a la que le gustan las flores —confesó Rodolphus.
—No... No suelen gustarme, pero estas están bonitas. Gracias —dijo Bellatrix repentinamente nerviosa—. Creo que había un jarrón en el salón...
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Dormiré entre lobos por ti
FanfictionA Bellatrix Black nada le va bien. Desde que salió de la cárcel no tiene dinero, trabajo, ni amigos. No posee nada ni quiere a nadie... excepto a su primo Sirius, que tratará de ayudarla sin ser consciente del peligro que entraña incluirla de nuevo...