Capítulo 5

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Nota: Desconozco quién hizo el montaje de la foto, pero cuenta con mi eterna gratitud. Y vosotras todavía más por vuestros votos y comentarios, mil gracias <3

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Cuando Bellatrix despertó lo primero que vio fueron los ojos grises de Sirius, que la contemplaba con una suave sonrisa. Por unos segundos le pareció que todo iba bien, pero enseguida volvió a la realidad y reaccionó.

—¿Me estabas mirando dormir? Eso es raro.

—Me tenías atrapado, no podía moverme —explicó Sirius extrayendo el brazo que tenía bajo sus hombros—. ¿Qué tal has dormido?

—Sorprendentemente bien.

—Yo también. ¿Desayunamos y salimos a correr?

—Vale, quiero estrenar mi ropa nueva —respondió Bellatrix ilusionada.

Junto a los pies de la cama encontraron a Canuto, que iba cambiando de lugar durante la noche pero nunca acababa lejos de su amo. Bajaron los tres a desayunar, después se vistieron y salieron a correr. Cuando volvieron, sudorosos pero sonrientes, Bellatrix le preguntó si tenía algún plan:

—Ahora iré a ver a James. No sé a qué hora vuelven Lily y Marlene... —murmuró él—. Supongo que a mediodía o así... ¿Quieres hacer algo luego o...?

—Nah, volveré a la sucursal a ver si ya está mi dinero.

No se le ocurrió otra excusa, tenía que salir de ahí: no quería estar en casa cuando llegase la invasora. Lo había pasado tan bien con Sirius, el día anterior había sido tan especial... que incluso olvidó a su mujer. Bellatrix se duchó, se cambió a toda velocidad y salió de casa.

Echó a andar sin rumbo fijo, centrada en sus pensamientos y no en su ruta. Unos minutos después descubrió que había sido un error.

—Ah, querida, por fin nos conocemos a la luz del día —la saludó una voz cantarina—. Bellatrix, ¿verdad? Las noticias vuelan en este pueblo.

—Dumbledore —respondió ella con una mueca.

Ahí estaba el hombre, en su jardín, rellenando los comederos de los pájaros. Le seguía pareciendo raro y no deseaba hablar con él, pero se había convertido en el mal menor: cualquiera que no fuese Marlene tenía salvación.

—Llámame Albus, por favor. Ah y mira, este es Gellert, mi marido.

Bellatrix notó el orgullo en las últimas palabras. Se giró ligeramente y vio que en esos momentos otro hombre salía de casa. Le pareció mucho más atractivo que Dumbledore, con un aire más seductor y misterioso. Cuando clavó en ella sus ojos azules como el hielo lo reconoció: era el cliente que vio la primera noche en el bar, el del vino y el libro en idioma extraño. Se acercó a la verja del jardín y le tendió la mano:

—Gellert Grindelwald, un placer. Bienvenida a... incluso "pueblo" se me antoja una palabra excesiva para este vórtice de monotonía —ironizó Grindelwald dedicándole una mirada mordaz a su marido. Quedó claro quién había elegido el lugar de residencia.

A Bellatrix le hizo gracia y respondió al gesto:

—Bellatrix Black. No voy a estar mucho por aquí.

—Afortunada tú —murmuró Grindelwald llevando la mano a sus labios.

La besó con elegancia y se disculpó por tener que marcharse. Sus negocios le obligaban a visitar otra ciudad; Bellatrix sospechó que dejaba que su marido criara pájaros para tenerlo entretenido.

—¿Tú tienes algún plan para esta mañana, querida? —le preguntó Dumbledore amablemente.

Bellatrix negó con la cabeza.

Dormiré entre lobos por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora