Capítulo 3

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—Bella, ¿estás despierta?

La respuesta fue un gruñido, Sirius lo tomó por un no. Pero aun así entró: eran las once de la mañana, ya era buena hora para amanecer. Lo que él no sabía eran las horas de sueño retrasado que acumulaba su prima. Además, esa cama era la más cómoda que Bellatrix había probado desde antes de la cárcel.

Sirius corrió las cortinas y abrió la ventana para que entrara la brisa matutina. El movimiento generó otro gruñido de protesta. Los rayos de sol se colaron en la habitación, que no era muy grande, pero tenía todo lo necesario: cama doble con sus mesillas, armario amplio, un escritorio y una repisa para sentarse junto a la ventana.

—El repartidor ha traído el periódico, mira —la llamó Sirius sentándose al borde de la cama.

Bellatrix se retorció molesta, pero se incorporó. Llevaba una sudadera negra de propaganda de una marca de coches que robó en el trabajo. Era muy amplia y cálida y fungía bien como pijama. Se frotó los ojos mientras bostezaba e intentó leer el artículo.

Era un breve en la sección de sucesos. Contaban que a Gilderoy Lockhart, encargado de un concesionario londinense y autor de varios libros, lo habían pillado con rastros de cocaína. Una llamada anónima los había alertado de que Lockhart traficaba y los perros habían detectado la sustancia en su coche y en su traje. El acusado lo negaba todo, insistía en que la droga no era suya y que no sabía cómo había sucedido. Pero había pasado la noche en el calabozo y por el momento seguía detenido.

—Ahora los dos tenemos antecedentes —sonrió Bellatrix.

Sirius abrió los ojos primero con sorpresa y luego con horror.

—¿Has tenido algo que ver?

—Imposible. Estaba conduciendo hacia aquí cuando todo eso pasó —respondió poniendo mirada lastimera de falsa inocencia—. Me grabaron las cámaras de varias gasolineras.

Su primo guardó silencio y al final declaró:

—A veces me das miedo, Bella.

Ella sonrió satisfecha y volvió a tumbarse en la cama.

—He preparado el desayuno... hace rato. Baja, con suerte aún estará caliente.

—¿Pero a qué hora te levantas? —preguntó Bellatrix saliendo de la cama por la promesa de comida caliente.

—A las siete, duermo poco —explicó Sirius mientras bajaban las escaleras—. Ya he desayunado, he salido a correr, he pasado a avisar a James de que seremos tres para comer, he paseado con Canuto y he leído el periódico.

—Estás enfermo. Eres hiperactivo o algo... —masculló Bellatrix sentándose a la mesa.

Sirius le sirvió una pila de tortitas con nata y sirope de caramelo, eran sus favoritas de pequeña. Y seguían siéndolo. Las devoró con placer y se bebió el zumo de naranja. Cuando terminó, por fin pudo pensar con claridad y volvió sobre las palabras de su primo.

—¿Qué has dicho de tres para comer?

—Ah, cuando Lily y Marlene no están, como con James. Cada día en casa de uno, hoy toca en la suya. Le he avisado de que vendrás tú también.

—No hace falta, ve tú solo.

A Bellatrix no le caía bien James Potter. Principalmente porque lo consideraba un "robaSirius". Desde que su primo lo conoció en su primer año escolar, nunca se habían separado y pasaba menos tiempo con ella. Eso no le gustaba. Era mutuo. James siempre la consideró la prima rara de su mejor amigo. La miraba con desconfianza incluso antes de que fuese a la cárcel. Pero para Sirius eran muy importantes los dos.

Dormiré entre lobos por tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora