• CAPÍTULO. 3 »Motivos para sonreír«

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Rocky se agachó, posicionando sus manos en mis costados, sosteniendo los bordes elastizados de mis leggins—Veamos tus piernas...—sonrió, clavando sus orbes en los míos, que estaban rebosantes de temor.

—¡No lo hagan, haré lo que quieran pero deténganse! —me removí inútilmente.

—Es muy tarde para negociar —murmuró Rey sonando muy aterrador.

—Cierto, nuestra curiosidad no nos permite detenernos, lo siento mascota —comunicó Ricky con perversión.

—¡AYUDA! ¡MALDICIÓN, ALGUIEN AYÚDEME!

Comencé a llorar, estaba totalmente jodida, a merced de estos tres nocivos chicos.

Nadie vendría, lo tenia muy claro, después de todo no tenía amigos, ni nadie que notara mi ausencia.

—¿¡QUÉ DEMONIOS CREEN QUE HACEN, IDIOTAS!? —reclamó Ethan Jones.

Estaba muy sorprendida, él es uno de los más guapos del salón, junto a sus dos amigos, Lucas y Marcos.

¿Por qué está aquí? —me pregunté mentalmente, la confusión me inundó pero estaba totalmente feliz de su fortuita aparición, sin dudas era un milagro.

—¿¡Quién te crees, idiota!? —lo enfrentó Rocky, lanzándole un puñetazo, el cual Ethan detuvo con una sola mano y sin siquiera pestañar, girando la muñeca del contrario de una manera muy brusca: »¡Crack!« resonaron sus huesos, seguido de un fuerte alarido proveniente de la garganta de Rocky, quien se retorcía de dolor, al parecer le había roto la muñeca.

—¡Esto será un pequeño recuerdo para que lo pienses dos veces antes de volver a tocar a una chica sin su consentimiento! —rugió, sin quitar su asqueada mirada del lánguido chico.

Rápidamente, los otros dos me liberaron, dejándome caer sin cuidado alguno al suelo, para correr a ayudar a su amigo y llevárselo de prisa.

Ethan caminó hasta mí—¿Estás bien? —interrogó sonriendo, tendiéndome su mano.

Todo su aire seductor me estaba asfixiando, de pronto el sol se había asomado de entre las nubes, dándole un resplandeciente resplandor que resaltaba la belleza de las perfectas facciones de su bonito rostro, del cual no podía apartar mi embobada mirada.

Él, de cabello negro azabache, algo despeinado por la resiente disputa. Ojos pequeños pero redondos, como los de un tierno Bambí, con un diminuto lunar que afloraba en uno de sus laterales, sobre el final del párpado móvil.

También tenía una pequeña, pero bastante marcada cicatriz en una de sus mejillas, que a decir verdad, se le veía muy bien, no era para nada tosca, al igual que ese diminuto lunar en la punta de su nariz, arriba de uno de sus orificios nasales, que era de lo más tierno.

Sus finos labios de un tenue tono rosado, lucían muy apetecibles. Y pude visualizar otro lunar, que estaba situado debajo de su labio inferior, más específicamente en el centro de este.

Todo en él, bueno, en su rostro, parecía perfectamente acomodado. Verlo era casi como contemplar una obra de arte perfectamente ejecutada.

¡Por Entei! Estaba enloqueciendo, incluso ese piercing en su labio inferior se le veía bien, lo lucia con total elegancia, algo que jamás esperarías que ocurriera con un piercing.

~𝓕𝓪𝓵𝓵𝓲𝓷𝓰 𝓲𝓷 𝓵𝓸𝓿𝓮 ↓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora