Prólogo

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"El amor es el poder más grande de la Tierra. Conquista todas las cosas"

Peace Pilgrim

El único recuerdo hermoso que Angélica tenía de sus padres, era el día de su cumpleaños número siete. Ambos, sonrientes a su lado, esperaban que ella soplara después de pedir un fugaz deseo la vela del pastel. Ese día, había sido uno de los mejores y más felices de su infancia. El año próximo, para esas mismas fechas, su familia estaba ya destruida.

Su madre, en una de sus peores crisis mentales, había incendiado su habitación cerrando la puerta con llave. Angélica, pedía a gritos que alguien la ayudara desde el otro extremo de la habitación donde el fuego no había llegado. Tristemente, su padre refresaba del trabajo en ese momento y la había rescatado de las llamas.

Sin embargo, al entrar nuevamente en busca de su esposa el fuego no lo dejó salir ileso. Ese fatídico día, los perdió a los dos para siempre.

«El amor es una cosa peligrosa», le decía su madre con fatalismo cada vez que su padre se marchaba de viaje. Ese sentimiento la consumió de forma irreparable. Consecuencia de ello, a lo largo de su vida en matrimonio, había pasado por una cantidad significativa  de hospitales psiquiátricos para tratar su enraizada depresión.

Angélica pensó estar ya advertida. Las desgracias por las que pasó, hicieron que la chica viviera en un mundo sombrío. Sin embargo, cuando conoció a Luis Manuel quien parecía un príncipe de brillante armadura ignoró completamente todas las advertencias de su lúcida madre. Descubriría demasiado tarde, que ella no era una princesa y en la vida real ningún apuesto caballero vendría a salvarla de la mísera soledad de una vida vacía.

—Ya no te amo, Angie...—Fueron las palabras del chico, cuando Angélica tontamente le había pedido irse a vivir juntos. Llevaban casi tres años de relación y ella pensaba que aquel era el momento correcto, para dar el siguiente paso. El sueño de formar una familia y casarse—. Pensé que tú tarde o temprano te darías cuenta, pero estás ciega.

«¿Ciega?», pensó la muchacha sintiendo su ilusa fantasía colapsar. En su mente, todo estaba bien. Su relación iba como viento en popa. Sí, tenían altibajos e incluso discusiones. «Pero, ¿qué pareja no las tenía?», reflexionó para su pesar.

—¿Acaso te asusta la idea de independizarnos?—Le preguntó tontamente, ganándose un cruel y frustrado suspiro por parte de Luis Manuel.

Si él era el hombre que ostentaba ser, había sido gracias a ella. A su gigantesco esfuerzo, por mantenerlo fuera de los malos pasos. Esos tres años, se consagró únicamente a su relación.

Lo había ayudado en el bar donde trabajaba, con la administración y las cuentas. Su propuesta para aumentar las ganancias, esa que lo había impulsado a ser el nuevo gerente, era cosa suya. Su jefe, un importante empresario italiano, compró el bar dejándolo a su cargo mientras él viajaba por el mundo.

Todo se lo debía. Su éxito, quien era ahora, se lo debía a ella. A su amor. A su afecto incondicional.

Angélica pensó tristemente que había aprendido la lección con Luis Manuel. No deseaba involucrarse con ningún otro hombre que la hiciera perder la cabeza.

Estaba centrada en su trabajo, aspirando a un mejor puesto. Había ahorrado lo suficiente para reparar su casa y dejar los embates del incendio atrás, borrando cualquier recuerdo horrible de las paredes. Deseaba también terminar de estudiar al fin, para aspirar a una mejor vida.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para ella. Tantos consejos que le había dado a su mejor amiga, sobre dejar el pasado atrás y comenzar de nuevo cuando ella misma ni siquiera podía realmente, fueron los detonates para enamorarse de nuevo.

«¿Esta vez aprenderé la lección?», se preguntó cuando Vladimir la despreció cruelmente. «Sí», le respondió una cruel voz en su cabeza antes de lanzarse a la piscina con una cicatriz en cada brazo.


👉Esta historia es pura ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. O no, quizás no.

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Habanera (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora