Capítulo 8: Conexión especial

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Vladimir

Había pasado una semana desde que voluntariamente me ofrecí para ayudar a cuidar de Angie. Claudia, a pesar de su negativa no había tenido otra alternativa que comenzar a trabajar. Sandra, tenía un horario más flexible y siempre llegaba temprano de la florería para preparar la cena.

Llevaba una semana en absoluto silencio, vigilando a Angie desde la distancia. Sin embargo, estaba harto. Completamente harto de verla apagada, sin una gota de alegría.

Antes del accidente, se mostraba como una mujer divertida y carismática, siempre sonriente. La Angie de ahora, era una sombra. Un fantasma que se alimentaba y dormía, vagando por la casa de un rincón a otro.

Esa mañana, también se había negado a ir al psiquiatra. Todos estábamos preocupados por ella, por la forma en la que se estaba consumiendo.

Angélica estaba sentada en el columpio del patio, con la vista perdida entre las hermosas flores de Sandra. Le había preparado algo de comer, ya que había dejado intacto el desayuno. A esa ritmo, conseguiría matarse de hambre.

-¿Tienes hambre?-Le pregunté, interrumpiendo su meditación. Sin su aprobación, me senté a su lado y le extendí la bandeja con la merienda. Me había esforzado para que los huevos no se estropearan y el jugo no me quedara demasiado dulce-. Aquí te traigo algo para que comas. Dejaste el desayuno intacto. Debes alimentarte, Angie.

-No tengo hambre...-Murmuró en voz baja, sin siquiera prestarme atención. Al menos, hablaba. Ese era un paso de avance.

-¿Cómo piensas recuperarte si no te alimentas?-Le reclamé, soltando un molesto bufido. Angie, rodeó los ojos también exasperada. Por un minuto, pensé que la mujer fuerte y temperamental que era había vuelto. Su silencio, me hizo presionarla-. ¿Qué buscas con todo esto? Dime, necesito saber si voy a estar cuidándote. Se me da fatal cocinar, no voy a estar complaciéndote por nada.

-Estoy cansada...-Me dijo, frotando sus apagados ojos-. No quiero discutir contigo, Vladimir.

-Yo también he tenido una vida difícil, Angie...-Le dejé ver, apartando la bandeja con la merienda de nuestros cuerpos. Tomé su mentón y con algo de rudeza, la obligué a mirarme directamente a los ojos-. Todos en la vida sufrimos, pero lo importante es la forma en la que seguimos adelante.

-No lo entenderías...-Se jactó con tristeza, ensimismada en algún terrible recuerdo-. Mis padres murieron en un incendio cuando yo era pequeña. Mi madre, le prendió fuego a la casa conmigo adentro. Mi padre me salvó, pero regresó a buscarla a ella entre las llamas. Ambos fallecieron en aquel accidente.

-Continúa...-La exhorté, temiendo que volviera a cerrarse. A construir murallas alrededor de ella y su lastimado corazón-. Quiero escucharte.

-Crecí con mi tía, la hermana de mi padre... Era una mujer horrible, que me trataba con violencia. Hasta los dieciséis años, estuve bajo su yugo. Luego, pude exigir con ayuda de Claudia mis derechos y sacarla de la casa donde vivía como propietaria. Trabajo para mantenerme desde que tengo uso de razón. Siempre cuidándome yo sola...-La chica hizo una pausa para tomar aire y continuar con su triste relato-. Cuando conocí a Luis Manuel, pensé que había encontrado al hombre de mi vida. Pensé que a su lado podía construir la familia que tanto soñaba. Perdí a mis padres, lo perdí a él, ahora perdí mi trabajo... No pude estudiar, no tengo sueños, no tengo nada.

-Pues en eso te equivocas...-Le reclamé, tomando su mano. Apreté sus dedos, intentando transmitirle parte de mi fuerza-. Tienes a una amiga maravillosa que daría la vida por ti. Tienes a Sandra, que es como si fuera tu madre... Tienes a personas que se preocupan por ti, Angie. Me tienes a mí...-Susurré concentrando mi mirada en sus oscuros y dolidos ojos-. El trabajo va y viene... Así como los amores. Eres joven, apasionada, inteligente... Tienes la vida por delante. ¿Cómo vas a rendirse tan fácil?

Habanera (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora