Capítulo 16: Tus secretos están a salvo conmigo

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Vladimir

Esa noche Angie también gritaba debido a las pesadillas que la atormentaban, tristes recuerdos de su horrible infancia. Había corrido a su cuarto, despertándola en el acto.

Se negaba a hablar del tema. Me pedía que la abrazara, mientras intentaba conciliar nuevamente el sueño. Hice lo que me suplicaba entre sollozos e hipidos, aferrándome a su calor. Yo también estaba helado. Helado, al verla tan desprotegida.

«¿Por qué la gente especial en este mundo siempre es la más rota? ¡Quienes más han sufrido!», maldije para mis adentros colocándola en mi pecho.

Habíamos pasado un día maravilloso juntos, paseando por las calles de La Habana. Riendo, conversando de cosas banales. Todo había sido perfecto, incluso la visita de Claudia en la tarde.

La novia de Viktor, lejos de reclamarnos nuestra cercanía y apego, se había mostrado tranquila. Los tres, cenamos juntos, encargando comida del restaurante de Angie.

Claudia, ya no me miraba con el ceño arrugado de desaprobación. Se mostraba como la mujer amable y compasiva que había conquistado el corazón de mi mejor amigo. Yo no significaba una amenaza para Angie, no cuando quería serlo todo para ella. Sin embargo, para mi pesar esa mañana la había escuchado hablar a escondidas con Ida.

«No estoy interesada en Vladimir, entiéndelo. No quiero nada con él. Somos amigos», le había confesado a la otra chica. No estaba satisfecho con ello. Con esa aprupta distancia, que se obligaba a poner entre nosotros.

«¿Cómo me deja abrazarla así, como si fuera su todo, si realmente no le intereso como algo más?», me pregunté como un tonto y estúpido chiquillo enamoradizo. No estaba pensando con claridad. Quizás, la culpa por haberla lastimado me había trastocado por completo.

Contemplé las cicatrices de sus antebrazos. Al dormir era cuando único no las cubría, dejándolas a la vista. Horribles y cortantes, recuerdos del atentado contra su vida. Para hacer semejante locura, Angélica tuvo que haber estado completamente decidida a dejar este mundo de una vez y por todas.

Sin poder evitarlo, siempre pensaba en mi hermana. Elena también había hecho lo mismo, después de que nuestros padres decidieran denunciar al profesor que abusó de ella por más de un año. Estaba tan desesperada, que había cortado sus muñecas.

Lo que nadie sabía, era que todo era mi culpa. Yo la había alentado para que luchara por sus sueños. Su admisión en la escuela de ballet, en parte, había sido obra mía. Conocía al tipo, que abusó de ella. A ese ser repugnante que la embarazó en una de sus violaciones.

En cuanto le dije que iba a matarlo, tuvo miedo de decirle a mis padres. Una familia como la nuestra, de reputación intachable, no podía atravesar por semejante escándalo.

Mi tío Yuri, fue el primero en ocultar todo lo relacionado a la violación, pagándole al profesor de baile de Elena para que dejara Rusia. Eso y el aborto espontáneo que tuvo mi hermana, fueron demasiado.

Me había tocado ya dos veces en la vida, rescatar a alguien que voluntariamente se había entregado a la muerte. La sangre, el agua teñida de rojo, la palidez de su piel y su fragilidad, me recordaron a Elena aquel día. Ambos, compartíamos un vínculo especial a pesar de ser yo el único niño adoptado por la familia Kovalenko.

Acaricié con cuidado las cicatrices de Angélica, quien se removió inquieta a mi lado. Deseaba que me confesara algún día, aquello que no la dejaba dormir en las noches. Yo también anhelaba poder contarle, lo que a mí también me arrebataba el sueño.

«No es sólo por Elena, es por lo que no quieres admitir», me censuré con crueldad. «Tú fuiste fruto de una violación. A tu madre la violaron salvajemente. Ella te abandonó porque no te amaba», recordé con tristeza.

Mi padre al borde de las lágrimas me había confesado aquel miserable secreto cuando a regañadientes y bajo amenazas, le había suplicado por la verdad. Nunca antes me había sentido tan sucio como aquel miserable día.

«Hay verdades que es mejor no saber nunca», me dije tratando de no despertar a Angie mientras la sostenía en mi pecho. Mas, ella no estaba dormida. Simplemente se mantenía con los ojos cerrados.

—Fue mi culpa...—Me confesó con la voz rota. Su rostro se volteó para verme, mostrándome la tristeza que se escondía tras su aparente sonrisa—. Mi madre siempre amenazaba con incendiar la casa, si mi padre no llevaba a tiempo de sus viajes. Me tenía encerrada junto a ella en esta casa... Como un rehén—Angie, me abrazó con mayor fuerza. Hizo una leve pausa y tomó una honda respiración—. Ese día, era el cumpleaños de mi vecinita. Yo sólo quería ayudarla a soplar las velas y comer algo de pastel. Pero, mi madre me prohibió ir...—Una lágrima descendió por su mejilla. Con delicadeza, la limpié con las yemas de mis dedos—. ¡Qué lo haga! ¡Qué lo haga de una vez! Pensé mientras la veía encerrarse en su habitación, después de que me abofeteara repetidamente por contrariarla. Fue como si Dios, escuchara mis súplicas. Media hora después, la casa estaba en llamas.

—No fue tu culpa...—Le hice saber, tomando su angelical rostro entre mis manos. Angélica se incorporó en mi pecho, tratando de controlar su naciente llanto—. Siempre, desde que tengo uso de razón he odiado a mi tío Yuri. Es un hombre abominable. Cruel y despiadado. Cuando era joven, se encaprichó con una de las chicas del servicio. A tal punto, que la forzó a acostarse con él. De esa violación, fue engendrado un niño.

—Vladimir...—Susurró Angie, tomando mis manos, esas que acariciaban su rostro como un dulce amante. Ella sabía, sabía lo que iba a confesarle—. Lo siento, lo siento mucho.

—Mi madre, me abandonó en un basurero al darme a luz... En el basurero de mi propia casa—Murmuré, intentando imaginar su rostro. El rostro de una chica desesperada y furiosa, con el padre de la criatura que había dado a luz—. Para evitar un escándalo, mi padre me adoptó. Yuri, era apenas un adolescente y su hermano intentó protegerlo, como le correspondía. ¿Quién de los dos tiene la peor infancia? ¿Quién de los dos no tiene nada?

—Eres un hombre maravilloso...—Me dijo, sosteniendo también mi rostro. Sus ojos brillantes se entrecerraron con tristeza. La abracé, por primera vez, sintiéndome indefenso. Intentaba nutrirme de su fortaleza—. ¿Te quedas a dormir conmigo?

—Sí...—Murmuré, cansado de mantener las apariencias y la reputación de mi familia. Con cariño, Angie comenzó a hacerme pequeñas cosquillas en el pelo—. Esto que te he dicho no lo sabe nadie. Ni siquiera Viktor. Es un secreto.

—Todos tus secretos están a salvo conmigo, Vlad.

—Igual que los tuyos, mi pequeño ángel...—Susurré antes de apagar las luces y cerrar los ojos. Esa noche, fue la segunda en mi vida en la que yo tanpoco tuve pesadillas.

Ambos nos estábamos sanando el uno al otro. Estábamos cosiendo las piezas deshechas de nuestros corazones. Angie, era mi otra mitad. Solamente esperaba que ella se diera cuenta.

Ya era tarde para alejarme. No sabía cómo hacerlo. Ella se había convertido en mi salvavidas. Mi puerto seguro. Había perdido mi apuesta con Viktor. Estaba enamorado de Angélica.

Nota de la Autora:

¡Finalmente uno de ellos admite lo que siente! Esperemos que Angie sienta lo mismo. Si les ha gustado el capítulo, no se olviden de votar.

Con cariño,

D💛

Pd: Espero que encuentren esa persona especial que andan buscando.

Habanera (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora