Capítulo 3: Peligro

20 3 16
                                    

Angie

En mi sueño, unas manos recorrían de forma deliciosa mi cuerpo. También, había un hombre que susurraba en mi oído palabras perversas. Estaba cómoda, acurrucada en el fuerte pecho de un desconocido.

De repente en la lejanía de mi hermosa ensoñación, unos terribles gritos inundaron mis oídos enviando una punzada de dolor a mi cabeza. El apacible sueño se convirtió sin siquiera imaginarlo en una  grotesca pesadilla.

—¡Vladimir!... ¡¿Qué está pasando aquí?! ¡No lo puedo creer!—Una conocida voz se adentró en mis pensamientos, haciéndome despertar abruptamente.

Abrí los ojos desorientada, contemplando la figura borrosa de Viktor en el extremo de una extraña habitación. Los mañaneros rayos del sol se colaban por las grandes ventanas de cristal, mostrando con su claridad las piezas de ropas desparramadas en el suelo. El cuarto, estaba hecho un desastre.

—¡Oh, mierda!—Me quejé pesarosa, sosteniendo las sábanas blancas sobre mi cuerpo desnudo. La realidad se precipitó sobre mí como un balde de agua fría. Vladimir, quien se encontraba en igual condición, hizo exactamente lo mismo. Lo miré furiosa, deseosa de lanzármele encima para golpearlo hasta la muerte—. ¡¿Qué me hiciste, maldito enfermo?! ¡Me violaste!

—¡¿Qué me hiciste tú, loca?! ¡Te dije que no bebieras tanto!—Protestó, encarándome con cara de pocos amigos.

Sin poder controlar mis ansias asesinas, tomé una de las almohadas y comencé a golpearlo con violencia. Estaba al borde la histeria, enfadada por haber sido ultrajada por semejante energúmeno sinvergüenzas que se aprovechaba de mujeres indefensas. No recordaba nada de la otra noche. Ni siquiera haber subido con Vladimir a su habitación a altas horas de la noche.

—¡Basta! ¡Voy a desayunar y te quiero listo para trabajar, Vladimir!—Demandó Viktor mortificado. Luego, centró toda su atención en mí. Supe que había cometido el peor error de mi vida al acostarme con aquel imbécil hijo de puta—. Espero que Ida no se entere de nada de esto, Angie...—Me advirtió decepcionado, para abrirse paso por la habitación y cerrar de un ensordecedor portazo.

Con el rostro constreñido de la cólera, observé cómo Vladimir salía completamente desnudo de la cama y comenzaba a vestirse. Le lancé a propósito una almohada que chocó contra su tonificada espalda.

Se volteó glorioso como Dios lo trajo al mundo, probándome. Con toda mi fuerza de voluntad hice lo imposible para no desviar mi mirada hacia la zona sur de su cuerpo. Lo estaba haciendo a propósito, utilizando su atractivo y seductor físico a su favor. Eso, no evitó que descargara todo mi furia contra él.

—¡Eres un maldito loco!—Le grité, acusándolo de haberse aprovechado a propósito de la situación—. ¡Me has violado! ¡Tuviste que haberme obligado! ¡Yo nunca me acostaría por voluntad propia contigo!

Vladimir terminó de ponerse su apretado bóxer con parsimonia. Recogió del suelo mi vestido para lanzármelo con desprecio. Mordí mi labio inferior con fuerza, sosteniendo las sábanas blancas sobre mi pecho. Él me dedicó una mirada indescifrable antes de poder lastimarme con su veneno.

—¿Piensas que eres la ultrajada de los dos?—Se jactó divertido, cuando palpó su lastimado cuello. En este, habían varios chupones y arañazos. Tragué en seco, comprendiendo la gravedad de mis actos—. ¡Me has marcado como una gata salvaje! ¡Yo no bebo! ¡Nunca! ¡Me sonsacaste para que lo hiciera! ¡De seguro querías acostarte conmigo desde el primer momento!

—¡¿Has perdido la cabeza?!—Le pregunté ofendida mientras él me daba la espalda y caminaba en dirección al baño. Tuve un arrebato de furia y sin pensármelo salí de la cama desnuda, ganándome así su completa atención—. ¡Deja de mirar como un pervertido! ¡Me das asco! ¡Asco!—Lo apremié tomando mis bragas y colocándomelas con rabia.

Habanera (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora