Capítulo 12: La confrontación

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Vladimir

Las cosas no parecían ir bien en Moscú. Según el último reporte, Viktor estaba preocupado porque la Junta de Accionistas, bajo la influencia de la serpiente de su madre y su amante Yuri Petrov, mi petulante tío, le impidieran acceder a la Presidencia de la empresa. Esperaba, que con la lectura del testamento del señor Nikolai la balanza estuviera a su favor. Sin embargo, su madre había retrasado la lectura del mismo haciendo de ello un evento público.

También, me había contado sobre los planes de Verónica al querer obligarlo a casarse con la hija de mi tío. Tristemente, Irina era una mujer maravillosa que gozaba de prestigio e influencia en la empresa de mi hermano Aleksander, que a pesar de todo tenía un enamoramiento por mi mejor amigo. Mi prima, a diferencia de su padre, era una persona digna de confianza. Sin embargo, Yuri sabía cómo quebrar hasta el alma más pura y sincera.

-Te necesito en Cuba, Vlad...-Suspiró Viktor al otro lado de la pantalla. Su rostro lucía demacrado. Esa guerra, rodeado de tantos enemigos, parecía pasarle factura cada día que pasaba sin ser ganada por los buenos.

-¿Has hablado con Claudia?-Le insistí, ganándome otro suspiro dramático de su parte. Mi amigo frotó sus sienes abatido, dándome la respuesta que necesitaba-. Debes contarle sobre el compromiso que te prepara tu madre. Ella necesita saber a lo que se enfrentan. Está muy preocupada por ti.

-En unas semanas cuando el abogado de mi padre lea su testamento... Seré libre-Me anunció, algo esperanzado. Negué con la cabeza, tratando de hacerlo entrar en razón. Quería mantener a Claudia al margen de aquella violenta guerra de poder, pero tarde o temprano, la chica estaría envuelta en peores intrigas y mentiras-. Mi madre sabe de lo nuestro. No quiero darle razones, para que haga alguna locura en contra de Claudia. Debo hacerle creer que he cedido a sus demandantes pretensiones. Incluso, si eso implica aceptar el compromiso con Irina hasta entonces.

-Claudia está protegida de sobra...-Le dije confiado desviando la mirada hacia la pantalla de mi laptop en donde se mostraba desde distintos ángulos imágenes toda la casa de su novia-. Tiene un equipo que la sigue. Son hombres de mi absoluta confianza, ellos vigilan a tu chica en todo momento. No te preocupes, yo la cuido.

-Gracias, Vladimir...-Susurró, aliviado.

-Somos amigos... ¿Cómo no iba a cuidar de tu chica?-Me carcajeé divertido, haciéndolo reír también.

-¿Y Angie? ¿Cómo está?-Preguntó, mirándome con seriedad. Rodeé los ojos de forma dramática y acaricié mi incipiente barba pensativo. «¿Qué podía decirle a mi mejor amigo que él no supiera ya?»-. ¿Se ha recuperado del todo?

-Regresa a su casa... Pienso mudarme con ella. Pasar una temporada siendo su inquilino-Le comenté, restándole importancia.

-No fue culpa tuya, lo que sucedió...-Me hizo ver. Intenté creerle, pero sabía la verdad. En parte, había sido mi responsabilidad cuidarla-. Tengo que dejarte. Voy algo tarde a la oficina.

-Cuídate, hermano.

-Tú también...-Se despidió, para colgar la videollamada.

Aparté el tablet de mi soporte y tomé la laptop que reposaba a un lado de la cama. Toqué una de las imágenes y el cuarto de Angie apareció en la pantalla desde distintas posiciones. Era por cuestiones de seguridad que tenía instalada aquellas cámaras microscópicas en toda la casa. Desde que Angie se había lanzado a la piscina con las muñecas abiertas, no podía dormir tranquilo sabiendo que ella podía intentar lo mismo una próxima vez.

«Si supieras lo parecidos que somos, Angie... Serías tú quien me tuviera lástima», pensé mientras la veía andar por su habitación recogiendo cada una de sus cosas. Cuando terminó de acomodar su ropa en una maleta, se sentó en la cama. Acerqué su rostro en la pantalla, admirando su expresión pensativa.

Habanera (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora