SINOPSIS.

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—Todos le tiran, pero sabe quién le conviene.








































































La boca de Lisandro se deslizaba por mi cuello sin tomar descanso alguno, como si quisiera agotar la energía de su lengua y fuera imposible, dejando sus besos húmedos y mordidas intrépidas que me hacían dejarme ser bajo su toque, sosteniendo mis caderas hasta la cercanía de su cuerpo. Me calentaba tan fácil como si no hiciera esfuerzo alguno, acariciando con seguridad la piel desnuda a su alcance que lograba erizar al hundir sus dedos en ella, agarrándome sin vergüenza de lo que podría llegar a decir. No entendía que situación era esta, pero tampoco podía parar y los jadeos salientes de mis labios no parecían querer hacerlo.

Llevé mi mano derecha por los caminos de su nuca, deteniéndome en sus cabellos para colar mis dedos por ellos y jalar suavemente, separándolo de mi con la necesidad de besarlo y sentir su músculo húmedo trabajar, esta vez, en mí. Conecté nuestras bocas para impulsarlo a besarme, devorando mis labios en cuestión de un instante, suficiente para confirmar lo caliente que estaba. Desató el nudo de mi vestido sin que me diera cuenta, dándome ese golpe de realidad que necesitaba para alejarme y negar rápidamente ante lo ridícula que se sentía la situación.

—No, Licha, no. —Tapé mi rostro en frustración, pasando una mano por mi pelo con las intenciones de despabilarme después del beso que me había descolocado por completo. —No está bien.

—¿Qué cosa? —Se hizo el otro, acercándose con esa sonrisa suya que me hacía dudar tanto solo para acercarla nuevamente a su cuerpo. —¿Te gusta o no? —Depositó besos húmedos y calientes por mi mandíbula, haciéndome suspirar ante lo fácil que era someterme a sus ocurrencias. No contesté. —Decime, Male, ¿Te gusta o no? —Susurró apenas llegó a mi oído, mordiendo el lóbulo de mi oreja antes de bajar sus besos a mi cuello sin pensarlo más. No contesté con palabras, simplemente dejé que el suspiro que robó de mi boca al succionar mi piel fuera suficiente respuesta. —Si te gusta no está mal, mi amor. —Rió nasalmente, separándose para mirarme a la cara, pero sin alejarse ni un centímetro de mi.

Sabés que no puedo... —Me quejé por lo bajo, tragando en seco al sentirlo bajar las tiras que sostenían mi única prenda.

—¿Por qué no, mh? —Sonrió persuasivo, deslizando el vestido por mi cuerpo para encontrarse con mi desnudez, siendo mi tanga de encaje blanca lo único que me cubría de su vista curiosa. —¿Por qué te gusta Enzo? —Su tono de voz pareció burlarse de mis sentimientos, logrando que mordiera mi labio inferior con la suficiente fuerza para callar mis pensamientos. Mis ojos solo se centraban en la forma en que sus biceps resaltaban en esa musculosa que le gustaba usar dentro de casa. No podía estar más bueno. Su mirada paró en la mía, haciéndome sostener al aire en un instante. —¿O porque te gusta tanto que no podés con la culpa? —Preguntó en un murmuro, acercándose tanto que logró chocar su pecho contra mis tetas.

Solté el aire acumulado y decidí bajar mi mirada, encontrándome completamente expuesta frente a él. La puta madre.

—Se llega a enterar Enzo...

—¿Y quién le va a contar? ¿Vos? —Ladeó su cabeza, esperando una respuesta de mi parte.

Razón no le faltaba.

Tomé sus mejillas y lo acerqué a mi, atrapando su boca en la mía en segundos, haciendo lo que en todo este tiempo había deseado pero era tan peligroso hacer. Caer en las tentaciones del mejor amigo del chico que tanto me gustaba. El problema era que no sabía quién había caído primero.

O quién caería después.































































































—Esa gata está filosa, está picuda
Ella dice estar cuerda, pero para mí que esta púa.

GATA. | ENZO FERNÁNDEZ, LISANDRO MARTINEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora