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“Mantengo el silencio y sé lo que hay, el día que me traiciones encima el mundo se te cae.”

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Pasó sus manos por su figura mientras seguía analizandose frente al espejo de aquel gran baño en el interior de uno de los restaurantes más caros de Mánchester, como si no estuviera del todo conforme como se veía. Pero realmente no estaba nada conforme con dónde estaba. Si fuera por ella, en este momento estaría en su cama, bajo sus sábanas, y muy probablemente, tocando su cuerpo de pies a cabeza. Pero no, no lo estaba. Llevaba cerca de veinte minutos en aquel espacio sin dejar de mirar su celular en busca de que su historia de Instagram finalmente fuera visualizada por él, pero aún no veía su usuario entre los miles que ya habían visto las fotos y eso no la dejaba tranquila en absoluto, porque obviamente estaba ahí únicamente para demostrarle que con ella no iba a jugar y su único propósito era que él se enterara de con quién estaba.

Miró la hora por última vez antes de soltar un suspiro y lavó sus manos, como si no lo hubiera hecho tres veces más en los pasados veinte minutos. Guardó su dispositivo en su bolso y finalmente salió a paso firme por el pasillo de los baños de aquel restaurante, dirigiéndose específicamente al salón reservado por su acompañante y directamente a su mesa, donde pudo visualizarlo mirando su celular con plena atención.

—Volví. —Avisó, como si no la hubiera visto sentarse frente a él y se hubiera llevado su mirada como un imán.

—Pensé que te habías arrepentido ya. —Una pizca de burla pareció colarse entre sus palabras lo suficientemente desapercibido como para hacerla sonreír internamente. —¿Y? ¿Me vas a decir? —Bajó su mirada a la carta que ahora si se encontraba mirando con atención.

Malena relamió sus labios e imitó sus acciones, pasando por encima la cantidad de opciones que tenían antes de dejar la carta a un lado, como si no le interesara en absoluto. —¿Qué? —Se hizo la desentendida.

—No te creo nada el chamuyo ese de que querías compañía solo para cenar algo, así que decime qué querés. —Pasó su lengua por el interior de su cachete izquierdo, sin despegar su mirada de lo que estaba leyendo y esperando una respuesta contundente que le diera la explicación que merecía.

Y aún así lograba verse bien.

—Mañana es mi última noche acá en Inglaterra, no quería que nos quedáramos sin una cena. —Se encogió de hombros la morocha, llevándose la copa de agua que le habían servido apenas llegaron a la boca.

Lisandro rió por lo bajo, como si no le creyera ni un segundo las palabras que salían de su boca. Cerró la carta y la dejó a un costado solo para conectar sus miradas de una vez por todas e intentar leerla más allá de esa actitud sobrada con la que llevaba adelante la vida.

Mañana. No hoy. —Recalcó el rubio, acomodándose lo suficiente como para inclinarse levemente en la mesa. —¿Ya Enzo te aburrió, amor?

La vacilación en su tono la quería hacer bufar, como si disfrutara de burlarse de ella y su obsesión sin sentido por el pelinegro. Sin embargo, no le restringió a sus ojos bajar a donde realmente querían, que era detenerse sobre esos labios y confirmar lo que ya sabía. Se seguían viendo igual de apetecibles que la primera vez que los había visto.

—Enzo jamás me aburriría, Lisandro. —Contestó con suma decisión, observando como el rubio se erguía nuevamente a su posición y la miraba con la atención necesaria para esperar otra respuesta. Esperaba ahora, la correcta. —Simplemente quiero cenar, ¿Es mucho?

Lisandro jugueteó una sonrisa a través de sus ojos pero terminó por asentir, llamando al mozo para hacer su pedido y finalmente, quedar solos una vez más. Su celular vibró y una sonrisa inevitable se paró sobre su rostro en el momento en que leyó los mensajes de respuesta de Enzo, que solo confirmaban que había cumplido su objetivo tal y como quería desde un principio. El futbolista la observó con una ceja elevada, leyendo cada una de las líneas de su expresión como si solo gritaran un nombre y ese era solo el nombre de su amigo. No era la primera ni la última que tuviera ese efecto cada que de Enzo Fernández se tratara, pero en ella había algo distinto que definitivamente aún sabía metersele en la cabeza.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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GATA. | ENZO FERNÁNDEZ, LISANDRO MARTINEZ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora