Habían pasado dos meses desde que Franco se reunió con su esposa e hijos.
El único problema era... que todavía vivía en la casa de Juan.
Se había reunido con su familia en el sentido de que sabían que estaba en casa, había hablado con Gaby y Andrés y todo se había arreglado con ellos, sin embargo hubo una persona que no estaba dispuesta a escucharlo.
Su esposa.
Su hermosa, sorprendente y terca esposa no había estado dispuesta a escuchar sus explicaciones sobre por qué la había abandonado a ella y a sus hijos durante tanto tiempo.
Estaba herida y no podía culparla.
Hasta cierto punto, él sabía que ella se resistiría a escucharlo.
Estaba lastimada y lo mascaba con ira. Pero ya había pasado demasiado tiempo y la situación se estaba yendo de sus manos.
Entre más tiempo pasaba, ella seguía pensando lo peor de él.
Necesitaba verla de una forma o otra. Así que decidió hacer lo que su corazón le estaba indicando.
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Condujo su moto hasta la entrada de su casa y por un segundo se quedó sentado sin saber qué hacer. No quería presionarla, pero también sabía que ambos siempre necesitaban un empujón del otro como al comienzo de su relación.Todos esos recuerdos volvieron a inundarlo, cómo fingieron odiarse durante tanto tiempo. Cómo se sintió poder besarla después de tanto pelea. Cómo después de eso, siempre llevaron su relación de una forma comprensiva y amorosa.
Como se amaron sin dejar que ninguna persona se metiera en su relación. Cómo vivieron felices por tanto tiempo hasta que todo se vino abajo en un instante.
En ese momento tomó una decisión. Manejó su moto hasta la entrada y caminó así a lo que le esperaba.
"Buenos días Don Franco" escuchó decir a Irene mientras salía con una bandeja de refrescos que supuso era para los trabajadores.
"Buenos días Irene, y los niños" preguntó Franco, mientras se bajaba de la motocicleta y caminaba hacia la puerta.
"La señorita Gaby se fue a la universidad y el joven Andrés durmió en casa del señor Albin" respondió Irene, colocando la bandeja en el banco.
"Y mi esposa" preguntó Franco. No le importaba que no estaban en una buena etapa.
El siempre se iba referir a ella de esa forma porque seguía siendo su esposa y por más que ella lo negara...él sabía que después de todo lo que habían vivido juntos; ella nunca lo iba a dejar de amar.
"Ella aún no ha bajado de su habitación señor... ¿le gustaría que la llame?" Ofreció Irene.
"No, no te preocupes Irene, yo iré", habló Franco, girándose para caminar hacia la casa. No le iba dar la oportunidad de negarse a recibirlo.
Sintió que los nervios llenaban su cuerpo mientras subía las escaleras que conducían a su habitación.
Los recuerdos llenaron su mente mientras caminaba por el pasillo. Habían sido tan felices. Realmente habían tenido la vida perfecta. Todo se arruinó en un abrir y cerrar de ojos. Quería arreglarlo. Necesitaba arreglarlo.
Sintió que se estaba muriendo sin ella.
Intentó aclarar su mente mientras entró en el dormitorio.
En ese momento, la vio doblar la esquina que venía del baño.
Estaba vestida con una bata de seda que terminaba justo por encima de las rodillas. Su cabello recién lavado todavía estaba empapado en agua. Una verdadera visión.
"Por el amor de dios Franco" gritó Sarita mientras levantaba la vista "¿Qué haces aquí?" preguntó, tirando la toalla con la que se había estado secando el cabello sobre la cama.
"Necesitaba verte" afirmó simplemente todavía asombrado por ella.
Se veía deslumbrante y todo lo que él quería en ese momento era recordarle cuánto la amaba.
"Tú y yo no tenemos nada que hablar" respondió Sara enojada, no podía creer que él tuviera la osadía de presentarse después de todo lo que había pasado "Por favor, sal de mi habitación"
"Si no me equivoco, esta es nuestra habitación" respondió Franco con una sonrisa.
"Era nuestra habitación, sin embargo se convirtió en mi habitación el día que mi esposo decidió levantarse e irse sin siquiera despedirse" escupió Sara enojada.
Estaban llegando a alguna parte. Desde su regreso, ésta era la mayor emoción que Franco había podido sacarle.
"Sarita por favor déjame explicarte-"
"No necesito tus explicaciones" interrumpió "y salte, tengo que vestirme"
"Sarita por favor" se rió entre dientes "no sería la primera vez-"
"Ni siquiera termines esa frase" Sarita habló más fuerte, sus mejillas se volvieron de un tono rojo brillante. Estaba asombrada por el hecho de que él hubiera tenido la audacia de estar allí.
Al darse cuenta de su sonrojo, Franco lo tomó como una señal y se acercó a ella.
"¿Por qué no?" preguntó, observando cómo su expresión facial cambiaba a una de nerviosismo mientras su cuerpo casi estaba presionado contra el de ella "Hmm... no sería la primera vez que estuvieras en mi presencia sin ropa"
"Bueno, eso es porque estábamos casados" argumentó, sintiendo que su fuerza de voluntad se le escapaba.
"Pero si tu y yo seguimos casados y además", comenzó, colocando su mano en su muslo, justo encima de donde terminaba su bata. "si mal no me acuerdo, nuestra noche de bodas no fue nuestra primera noche juntos o me vas a decir que no te acuerdas"
"No, no" hablo ella, sintiendo su cálido toque contra su cuerpo mientras intentaba retroceder, aunque era difícil ya que la estaban golpeando contra una pared "No lo recuerdo"
"Ah, de verdad" Franco sacudió la cabeza "bueno, diría que yo si tengo muy buena memoria" habló mientras acercaba su mano a su altura "y corrígeme si me equivoco pero yo diría que ambos tuvimos una muy buena experiencia la primera vez que te vi desnuda y si no recuerdas esa vez, tal vez recuerdes la segunda" continuó, deslizando su mano por el costado de su muslo debajo de la bata.
Estaba perdiendo más fuerza de voluntad; cada vez le resultaba más difícil alejarlo.
"No lo recuerdo" habló, esperando que sus palabras salieran con dureza aunque empezaban a sonar como súplicas.
"O la tercera vez antes de casarnos" continuó Franco, con su rostro a centímetros del de ella. "O la cuarta...quinta-"
"Ninguno en absoluto" ella interrumpió para que no siguiera.
"Hmm, es muy extraño oírte decir eso... sabes" respondió Franco, alejando su mano de su muslo y girando su cuerpo para caminar hacia la cama.
Aunque sus palabras fueron duras, él notó la pequeña mirada de decepción cuando se alejó de ella.
"Y porqué" respondió ella en un tono monótono mientras caminaba hacia él enojada con los brazos cruzados sobre el pecho.
"Porque nunca olvidaré nuestros encuentros en la cabaña" habló, caminando nuevamente hacia ella, esta vez ella estaba parada de espaldas a la cama. "Todas esas noches escapándonos de nuestras casas para estar juntos... para amarnos libremente ¿no te acuerdas mi amor? Todas las veces que te hice mía."
"No, no lo recuerdo"miró fijamente de nuevo, estaba haciendo su mejor esfuerzo para mantener la distancia, para no sentir nuevamente.
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𝐒𝐚𝐫𝐚 𝐲 𝐅𝐫𝐚𝐧𝐜𝐨 | 𝐄𝐬𝐜𝐫𝐢𝐭𝐨𝐬
Romanceaquí hay algunas historias sobre la pareja favorita de todos de Pasión de Gavilanes. Envía recomendaciónes sobre lo que quisieran que escriba 🖤