Capítulo 8

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Isaac

Muchas veces los padres les dicen a los niños que deben apreciar lo que tienen porque otros niños podrían desear lo que ellos poseen y desprecian en ese momento. Y seamos honestos, los niños y peor ahora la dichosa generación de cristal son muy pocos conscientes incluso desde antes de aprender a caminar.

Pero yo jamás tuve que aprender esa lección porque yo era quien estaba del otro lado de aquella tan famosa frase.

Desde que tengo memoria yo jamás tuve demasiado, por no decir casi nada que pudiera llamar mío, pues como anteriormente mencione mis padres eran unas personas alternativas que vivían como querían o como prefiero llamarlos: unos drogadictos que excusaban su estilo de vida ante la ley.
Mi madre por lo poco que sé sus padres la abandonaron cuando se enteraron de que estaba embarazada de mí y pues simplemente se fue de casa junto a mi padre, quién se había ido de la casa de los suyos por no sé qué tantas cosas, seguramente porque no querían que su hijo viviera como un vagabundo cómo lo fue cuando huyo de casa.

Ambos eran demasiados jóvenes en aquel entonces, mi madre apenas tenía 17 años y mi padre 22.

No tengo idea como es que esos dos se conocieron, pero seguramente el karma hizo de las suyas para juntarlos y que de esa unión yo saliera, unos meses después de que se fueran de sus hogares.
Me gustaría poder decir que al enterarse de que venía en camino ellos se asustaron, estuvieran nerviosos para finalmente aceptarlo y decidir hacerse cargo de mí como mejor pudieran hacerlo.

Suena lindo ¿Verdad? Como en las novelas que ven los abuelos de Maya, sin embargo ese no fue ni por cerca mi caso.

Ellos quisieron abortarme cuando se enteraron que venía en camino, pero el doctor simplemente les dijo que era imposible hacerlo debido a que tenía casi dos meses en el vientre de mi mamá y obviamente era ilegal, así que ellos huyeron de todos los que los conocían hasta llegar a una ciudad donde según ellos iban a vivir mejor ambos y verían que harían conmigo después.

Quisiera decir que todo fue mejor después pero nada lo fue, mi progenitora de alguna forma siempre trataba de fumar, beber o drogarse mientras me tenía en su vientre sin importarle que podía matarme en el proceso, la verdad no sé cómo es que sigo vivo después de todas las tonterías que ella hacía y que mi progenitor poco le importaba por estar buscando algún trabajo que les pagara lo suficiente para no morir de hambre ni por falta de drogas. De verdad agradezco el día en el que finalmente salí de ese infierno al cual yo alguna vez llame vientre y ojalá la enfermera al ver la segura pinta de drogadictos de mis progenitores decidiera cambiarme por otro bebé o decir que nací muerto para regalarme a una familia que en verdad pareciera buena o ahogarme, la verdad hubiera preferido todo eso a lo que se venía después.

Después de que el hospital, al ver la penosa situación económica por la que pasaban mis progenitores decidieron exonerar su deuda y darme incluso algunas cosas que necesitaría los primeros meses de nacido.

No puedo decir que no todo fue malo, puesto que cuando mi madre se recuperó del parto de inmediato decidió que junto a su "marido" saldrían de fiesta mientras me dejaban con su vecina que era una dulce abuelita que amaba a los niños y que gracias a ella pude crecer más o menos bien hasta los cuatro años donde empecé a tener un poco más de consciencia a mi alrededor y todo lo que estaba en él.

Pero yo era muy feliz sin importarme la razón del porque mis padres me dejaban siempre con la vecina mientras ellos salían durante toda la noche y regresaban a la casa hasta la mañana siguiente en un estado lamentable y obviamente poco sobrios, para dormir todo el día sin importarles si comieras algo o si siquiera estas respirando. Para después volver a comenzar la rutina dejándote con la vecina que era tan amable en siempre acogerte y cuidarte a pesar de no recibir ni un solo pago por ello.

Mortuus Ante VictusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora