Capítulo 7

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Malia

Cuando tenía 5 años, mis padres no salían tanto como lo hacen actualmente o al menos los podía ver dos veces en un mes...o incluso en tres. Puede que eso no sea mucho pero a comparación de la actualidad que puede pasar más de seis meses sin vernos una sola vez era bastante bueno, y bueno en ese entonces era una niña así que cada momento con mis padres era divertido.

Sin embargo en ese tiempo la persona que me cuidaba era una nana, que a pesar de tener una edad relativamente joven era una anciana de carácter, y solo Dios puede decir que me trataba como si estuviéramos en 1870 por la forma en la que intentaba educarme. .
Mi tía en ese entonces apenas tenía 22 años, por lo que aparte de sus constantes fiestas ella debía mantenerse centrada en sus estudios y aún no vivían tan cerca de nosotros como para cuidarme.

Pero esa mujer solamente se limitaba a ayudar a vestirme, darme mi comida, llevarme y traerme de la escuela (Aunque eso último lo prácticamente el chofer), darme más cátedras después de la escuela, hacer el resto de mi rutina, pero cuando llegaba la noche ella simplemente se iba a su habitación o la del chofer que estaba en ese entonces, donde a veces escuchaba unos gritos raros. Bendita sea mi mente inocente de ese entonces para no tener que pensar que mientras yo estaba en mi habitación tratando de dormir, mi nana se estaba tirando al chofer sin importarle que sus gritos se escuchaban hasta el lugar más recóndito de la casa.

Y si, "Trataba" porque había veces donde esa habitación que hoy en día parece el sueño de toda adolescente, era mi jaula y mi tortura para esa edad.

La inmensa habitación, con una ventana igual de grande que daba la bienvenida a muchas sombras horribles que me hacían esconderme debajo de mis sábanas, el silencio que había en la casa que ni siquiera los ruidos nocturnos lograban colarse en mi cuarto. Era como si estuviera en la misma oscuridad que en cualquier momento podría tragarme en ella para siempre y no dejarme salir jamás.

Para una niña de esa edad era un infierno del que jamás podría salir, por más que lloraba, por más que gritaba, nadie me llegaba a salvar.

Aunque en ese entonces tenía una luz leve que iluminaba la vida, que a pesar de no estar siempre conmigo, hacía mi vida más llevadera y eso era lo único que evitaba que yo perdiera la cabeza, creyendo que jamás se iría de mi lado.

....pero lo hizo y dolio peor de lo que había imaginado.

Por eso, en el tiempo actual al ver mi habitación solo tengo ganas de reírme de la yo de ese entonces o tal vez quizás abrazarla para decirle, aunque sea una mentira, que no estaba sola y que alguien llegaría para protegerla. Que el príncipe azul del que tanto escuchaba en los cuentos llegaría en su corcel para llevársela lejos de ahí.

O simplemente golpearla hasta hacer la reacción y entendiera que no tenía a nadie, que debía valerse por sí misma y dejar de llorar como la niña berrinchuda que era.

En la actualidad ya no estoy sola, estoy rodeada de gente que quiere ser como yo, quiere vivir mi vida y matarían por lo que yo tengo, e incluso venderían su alma por solo tener un segundo mi popularidad. Yo era el ejemplo a seguir de muchos y la envidia de otros.

Sinceramente jamás me importo alguno de los otros, porque sabía por más que me negara a admitirlo, que a pesar de estar siempre acompañado de alguien seguía estando sola, sola y sin que nadie me fuera a salvarme.

La única que pude llamar tan siquiera una amiga fue a Amaya, pero tarde unos cuantos años en conocerla y aunque su amistad para mí ha sido uno de los pocos pilares que tengo sé que no siempre puede estar conmigo, ella tiene su propia vida con sus propios problemas como para cargarla con los míos.

Mortuus Ante VictusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora