Capítulo veintiséis

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Ayden

Conozco la discoteca en la que están. No tardo ni diez minutos en llegar.

Por suerte, de vez en cuando me paso por aquí con Declan, por lo que los seguratas ya me conocen. Normalmente no me aprovecho de esto, pero en esta situación es necesario, por lo que, al llegar busco a Hunter. Hunter es un amigo de Declan, por lo que sé que me va a dejar pasar. Me salto la cola y lo veo justo en la entrada.

—Hunter, hola —me acerco a él.

—Blake —sonríe —, cuanto tiempo.

—Bastante —asiento.

—¿Qué te trae por aquí?

—Tengo que recoger a una chica. ¿Puedes dejarme pasar para buscarla rápido? En cinco minutos estamos fuera.

—Claro que sí, tío —me da un pequeño golpe en el hombro, de manera amistosa —. Siempre que quieras puedes pasar.

—Gracias, hasta luego — fuerzo una sonrisa y me apresuro a entrar en el recinto.

Ya es medianoche, por lo que la discoteca está empezando a llenarse pero por suerte, aún sigue bastante calmada. No me hace falta moverme mucho para ver que Leah no está aquí dentro.

Decido llamarla.

—Hola —es su amiga la que contesta.

—Ya estoy aquí —tengo que subir la voz para que me escuche por encima de la música.

—Estamos en la terraza —me informa ella.

No me molesto en decir nada más, tan solo cuelgo la llamada y me apresuro a subir las escaleras.

La terraza de esta discoteca da toda la vuelta al edificio y es bastante grande. Hay diferentes barras para beber algo y bastantes sofás y sillas para pasar el rato. Parece más un bar que una discoteca. Es un buen sitio para alejarte un poco de la música si lo necesitas, ya que no se escucha demasiado.

En pocos segundos encuentro a Leah.

Ambas están en una esquina. Su amiga, que está de pie, se mueve ligeramente, nerviosa o un tanto agobiada, pasando su peso de una pierna a otra. Mientras que Leah, que está sentada en una silla, parece que está a punto de quedarse dormida.

Me acerco rápidamente hacia ellas y cuando ya estoy delante suyo, Leah levanta la cabeza y me ve. Se levanta de golpe, pero ni siquiera es capaz de dar un paso hacia delante antes de perder el equilibrio.

Al estar justo delante, la agarro de la cintura con fuerza evitando que caiga al suelo, y ella deja caer todo su cuerpo hacia mí. Me rodea el cuello con las manos y se separa un poco para que nuestros ojos se encuentren.

—Estás aquí —sonríe.

—Nos vamos a casa —informo, sin hacerle caso. No estoy de humor para esto, no me hace ni una pizca de gracia esta situación.

—Pero quiero quedarme...

—Nos vamos —la corto, serio.

Leah me mira fijamente. Durante unos segundos parece incluso que nos estamos desafiando para ver quién termina cediendo. Yo desde luego no voy a hacerlo. Y entonces, empieza a reír. Yo me limito a respirar hondo.

—Siento haberte llamado —su amiga se acerca a nosotros —, no sabía que más hacer.

—No te preocupes.

—Gracias por haber venido —sonríe de manera tímida.

—¿Ha bebido mucho?

—No he bebido nada... —murmura Leah, apoyando su cabeza en mi pecho.
La ignoro, esperando la respuesta de su amiga.

Entre nosotros dos | SEGUNDO LIBRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora