Capítulo doce

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Leah

Quiero besarlo.

Noto como mi respiración se acelera cuando nuestros rostros se acercan de manera inconsciente.

Si nadie me lo impide, en pocos segundos no aguantaré más.

Necesito besarlo. Volver a tocarlo, volver a sentir sus labios con los míos, sus manos en mi cuerpo...

Supongo que una parte de mí sigue teniendo miedo, pero la otra parte, mucho más grande, necesita estar con Ayden. Ya hemos perdido demasiado tiempo, él me hace feliz. Y no quiero que el miedo dicte mi vida.

—Leah... —su voz sale en un susurro, devolviéndome a la realidad.

—Mhm...

—Quiero besarte.

Aparto la mirada de sus labios y la fijo en sus ojos. Parece que las palabras no son capaces de salir de mi boca.

—¿Puedo? —añade, unos segundos después.

—Si no lo haces tú, lo haré yo —murmuro como puedo, sintiendo que soy casi incapaz de hablar.

Estoy sintiendo demasiadas cosas ahora mismo. Esto lo cambiará todo, ¿verdad?

Soy consciente de que no volveremos a tener lo mismo que teníamos hace un año, pero esto no tiene por qué ser malo. A lo mejor, ahora que hemos cambiado, funcionamos mejor juntos y todo sale bien.

Quiero que salga bien.

Cuando siento sus labios sobre los míos, todas las dudas desaparecen.

Echaba de menos sus labios. Nadie me ha besado nunca como lo hace Ayden.

El beso no es dulce ni lento, es todo lo contrario. Como si lleváramos demasiado tiempo deseando esto, aunque, al menos para mí, es así.

Su mano se enreda en mi pelo y en pocos segundos, estoy de espaldas en el sofá, con él encima mío.

Como si no pudiera aguantarlo más, dirijo mis manos al borde de su camiseta y tiro de ella, indicando que quiero que se la quite. Me hace caso y la tira en algún lugar del salón que ahora mismo no me importa.

Cuando vuelve a acercarse, su boca se dirige a mi cuello, dejando besos lentos. Mi respiración es agitada, aún más cuando también me quita la camiseta en un movimiento rápido y me quedo en sujetador delante suyo.

Las luces están apagadas y tan solo nos ilumina la pantalla del televisor, pero puedo ver cómo me mira. Y solo me hace tener más ganas de besarlo.

Lo agarro de la nuca y vuelvo a acercarlo a mí, casi desesperada, presionando mis labios contra los suyos.

Pero antes de poder reaccionar, Ayden se aparta de golpe. Aún se queda encima mío pero mantiene una distancia.

No entiendo lo que está pasando hasta que veo que Laika se ha puesto a nuestro lado, y ahora está intentando lamer su cara.

Suelto una carcajada ante la situación y ante la mueca de fastidio y asco de Ayden.

Entre nosotros dos | SEGUNDO LIBRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora