Celia Valduciel era una chica romántica, fanática de las pelis y libros romanticos. El destino la llevo a encontrarse con Esteban Kukuriczka que estaba dispuesto a darle su propia historia de amor.
Poco a poco los ojos de Celia se abrieron acostumbrándose a la luz del sol que entraba por las cortinas semiabiertas de la ventana. Cuando se acostumbro a la iluminacion se sentó en su cama mientras frotaba sus ojos para despavilarse. Inhaló hondo y el dulce aroma de panqueques entró por sus fosas nasales.
Desconcertada, se colocó sus pantuflas y caminó hacia la pequeña cocina que había en el lugar. De ahí salió un chico alto con una sonrisa en su rostro y dos platos con una pequeña torre de panqueques en sus manos.
— Buenos días, linda— la saludó con un beso en la frente— Feliz cumpleaños.
Celia, aun adormilada, lo miró confundida hasta que miró el reloj de pared que marcaba la fecha. Abrió los ojos de par en par al ver que en efecto, ese día era su cumpleaños.
Las última semanas habían sido pesadas y su cabeza estaba tan dispersa que incluso ella lo había olvidado.
— ¿Cómo te acordaste?— preguntó con un gran sonrisa mientras aceptaba el desayuno. Había visto muy distraído a Esteban por el estrés, le sorprendía que haya recordado su cumpleaños aún con muchas cosas encima.
— Bueno, desde el día que me dijiste cuando era tu cumpleaños puse un recordatorio además todos los días pensaba en que regalarte— admitió con un leve sonrojo en sus mejillas.
— ¿Llevas pensándolo desde que viajamos para acá?— preguntó sorprendida.
— Algo así, pero no te emociones demasiado— bromeó.
Sin poder evitarlo, Celia se lanzó a darle un fuerte abrazo. Cada día se enteraba de algo nuevo de Esteban. Aún le era difícil acostumbrarse a la atención que él le daba y no se refería a que la llenará de lujos ni demás, se refería a la atención que él le daba a los pequeños detalles que ella contaba, no importaba que para ella fueran insignificantes, Esteban hacia que tuvieran valor e importancia.
— Eres el chico más lindo, dulce, tierno— exclamó abrazándolo fuertemente por el cuello— Te amo, te amo, te amo— depositó varios besos por todo su rostro.
El desayuno se pasó entre risas y bromas, un beso de vez en cuando y bobas sonrisas. Sus padres la habían llamado para felicitarla prometiendole que pronto irían de visita, también recibió una llamada fugaz de su hermana la cual sonaba bastante apresurada.
— Ahora ve a ponerte más linda porque voy a llevarte de paseo— Esteban habló.
— ¿A donde iremos?— preguntó con ilusión
— Es sorpresa.
No importaba cuánto hiciera para persuadirlo. Esteban no cayó en ningún juego y seguía sin decirle a donde irían.
