12. Enfrentamiento

202 15 3
                                    

   Al salir del hotel, ambos lucían una pequeña sonrisa, y Severus sostenía felizmente unos documentos en mano. Pero su felicidad no se debía a esos documentos, al menos no específicamente. Estaba feliz por lo que había pasado entre él y Harry antes de la reunión, y aún sentía esa pequeña chispa recorriendo su pecho mientras caminaba tranquilamente junto al auror.
   Por su parte, Harry sentía algo similar. Aquel momento íntimo con Severus le había hecho sentirse de nuevo como un novio novato y lleno de nervios en su primera cita, y ahora sonreía como un bobo, sin dejar de mirar ese atractivo rostro que portaba orgullosamente su ex profesor.
   Estaban tan distraídos en lo que estaban sintiendo que, naturalmente, no se dieron cuenta de que cinco figuras encapuchadas y vestidas de negro los esperaban en el callejón, a donde se dirigían para aparecerse. Por suerte para ambos, Harry había tenido suficientes experiencias de emboscadas de mortífagos, por lo que, cuando una bola de energía azul voló directo hacia el pecho de Severus, él agitó su varita y lanzó un poderoso Protego que hizo rebotar el hechizo y regresar fugazmente hacia su lanzador. Esto tomó por sorpresa al mortífago desprevenido, y salió despedido hacia atrás cuando el hechizo lo golpeó, cayendo inconsciente en medio de la calle.
   Severus inmediatamente sacó su varita, y no tardaron en recibir más hechizos por parte de los cuatro encapuchados restantes. Ambos se batieron en duelo hábilmente, repeliendo hechizos a diestra y siniestra, maldiciendo a sus enemigos. Habían empezado luchando contra cinco, y ahora sólo quedaban tres. Harry luchaba contra uno, un mago de gran estatura notablemente hábil con las Artes Oscuras, mientras que Severus se las estaba arreglando para luchar con dos de ellos. Uno de esos dos, a juzgar por su complexión física, era una mujer. Parecía ser que ahora que su señor había sido derrotado de forma definitiva, ya no se molestaban tanto por Harry Potter, sino más bien por el traidor.
   Entonces, mientras Harry esquivaba hábilmente una maldición que le pasó rozando la cabeza, vio horrorizado, detrás del mortífago que lo atacaba, que Severus estaba siendo arrinconado por las otras dos personas enmascaradas, pues una seguía atacándolo de frente, mientras que la otra, sigilosamente, se había desplazado hacia atrás de él. Harry frunció el ceño y miró al mortífago del que se estaba encargando con expresión desafiante. Cuando el enorme ser lanzó su maldición, Harry se agachó y, apuntándole a las piernas, gritó:
   —¡Petrificus Totalus!
   El hechizo voló directo hacia el mortífago, que se congeló con una expresión de sorpresa en el rostroy cayó al suelo petrificado. Harry entonces vio con horror el momento en que la bruja pequeña alzaba su varita contra Severus.
   —¡Severus! —gritó, y sin dudarlo ni pensar que podría fallar en su puntería y darle a su amante, le lanzó a la mujer el primer hechizo que se le vino a la mente:— ¡Sectumpempra! —exclamó, y el rayo de luz roja golpeó a la enmascarada, que profirió un aullido de dolor y cayó al suelo, desplomada. La sangre no tardó en escurrirse por su cuerpo, y Harry pensó que tal vez se había excedido con la intención que había puesto al lanzar ese hechizo.
   Severus, que había volteado fugazmente justo para ver el momento en que Harry Potter le salvaba la vida, terminó de encargarse del último mortífago en pie, mientras Harry se agachaba junto a la bruja y le sacaba la máscara. La mujer, a la cual Harry reconoció al instante como la hija de Avery, siseó y lo miró ferozmente. Pero él había aprendido a reconocer el miedo en los ojos de sus presas. Y esa bruja estaba aterrada.

{  ♡  }

   Margaret Avery, junto a su padre, habían sido las presas más codiciadas por Harry durante los últimos meses, y ahora al fin los había vencido. Porque, sí, él había derrotado a ambos. Sus ojos verdes brillaban de júbilo mientras él, junto a un Severus igual de triunfante, escoltaban por los pasillos del Ministerio a los desdichados mortífagos que habían tenido la pésima idea de ir a enfrentarse a los dos grandes héroes de guerra del Mundo Mágico. Estos criminales pronto serían enviados y encarcelados en Azkaban, donde pagarían por sus delitos, pudriéndose por el resto de sus vidas en una celda. Pero, ahora, serían temporalmente encarcelados en las mazmorras del Ministerio de la Magia, donde esperarían hasta ser procesados en un juicio.
   —Creo que con éstos cinco has batido el récord, Harry... —le comentó entusiasmado Kingsley Shacklebolt, el nuevo Ministro de Magia, mientras le palmeaba la espalda con orgullo a Harry.
   Ambos, junto a Severus, Percy Weasley, y unos tres Aurores, se dirigían hacia las mazmorras, donde encarcelarían a los nuevos prisioneros.
   —Bueno, de hecho, así es, Ministro —intervino Percy Weasley, con su habitual tono de intelectual, sonriéndole secamente a Harry.
   —¡Excelente! ¡Has superado a Alastor Moody, Potter! ¿Tienes una idea de lo que es eso? —Shacklebolt rió suavemente, recordando a su difunto compañero—. Parece ser que deberás agregar otro título a tu larga tarjeta de presentación... —bromeó.
   —Ya no sigas, Kingsley. No deseo que se le suba a la cabeza y se vuelva incluso más arrogante... —comentó Snape, ganándose una mirada indignada por parte de Harry. Severus lo miró con burla, aprovechando, como de costumbre, cada oportunidad de molestar al joven Gryffindor.
   —Ustedes dos no cambiarán jamás, ¿eh? —comentó Shacklebolt, tras soltar otra risa, y los miró con nostalgia.
   —Yo no estaría tan seguro de eso... —respondió Potter, mirando traviesamente a Severus, haciendo que la sonrisa burlona del hombre se esfumara al instante.
   —Bueno, aquí nos separamos —dijo entonces el Minsitro, cuando llegaron a las escaleras que conducían a las mazmorras—. No me gusta bajar allí. Percy y yo regresaremos a nuestro trabajo. Felicitaciones, señor Potter —le estrechó la mano a Harry, que asintió solemnemente—. Ha sido un placer verte, Severus... —e hizo lo mismo con Severus.
   —Igualmente, señor Ministro —respondió cortésmente el pocionista. Cierto joven de ojos verdes se relamió los labios mientras observaba atentamente al hombre comportándose formalmente.
   —Lo digo en serio. Hay algo en tí... diferente —comentó el mago—. No me malinterpretes, mantente así. Me gusta. Nos estamos viendo, caballeros —comentó despreocupadamente, dejando a Severus algo desconcertado.
   Snape y Potter bajaron a las mazmorras con aire resuelto, acompañados por los otros Aurores que los seguían por detrás. Metieron a cada mortífago en una celda, y cuando se estaban por retirar, una voz los detuvo.
   —¡¿Qué hacías con Potter, Snape?! ¡Traidor! —chilló Avery, pegando su demacrado rostro a los barrotes de la celda.
   Severus se detuvo y volteó a mirar al mortífago. Al ver que los Aurores se detenían, Harry les indicó al resto de sus compañeros que podían continuar y retirarse, y nadie se negó a la orden del Salvador del Mundo Mágico. Snape caminó tranquilamente hasta la celda de Avery y se paró frente a él.
   —Deberías estar muerto por tu traición a nuestro señor. Eras su mortífago predilecto, y lo traicionaste —siseó Avery—. ¡Por tu culpa está muerto! —exclamó el hombre—. ¡Maldito traidor!
   —Severus... —le advirtió Harry, cuando Severus, con las manos en los bolsillos, se acercó a la celda hasta que su frío e imperturbable rostro quedó a centímetros de el del mortífago, quien le sostuvo la mirada con repugnancia.
   —Seré un traidor, Avery, ¿pero sabes qué, viejo amigo? —y se acercó aún más, para luego susurrar:—Mientras a ti, a cambio de tu lealtad, te encierran dentro de esta asquerosa celda, yo me estoy follando al Salvador del mundo mágico, junto con mi lealtad... —y se apartó del mortífago que echaba chispas de furia, con una sonrisa de suficiencia y arrogancia en el rostro.
   Avery gritó desquiciado e intentó agarrarlo a través de los barrotes, y Severus simplemente se limitó a seguir observándolo con burla. Caminó hasta Harry y lo rodeó con un brazo por la cintura. Ambos emprendieron la marcha hacia la salida de aquel escalofriante lugar, y Severus, aprovechando que el hombre que gritaba seguía mirándolo, deslizó osadamente hacia abajo su mano que mantenía en la cintura de Harry, hasta llegar a su trasero. Harry soltó un jadeo sorprendido al mismo tiempo que los prisioneros.
   —¡HIJO DE PUTA! —gritó Avery, y pronto se le unió su hija.
   Harry, que había volteado a ver a Severus con lo que pretendía que fuera reproche pero que al final terminó siendo una sonrisa juguetona, revoleó los ojos, mordiéndose el labio inferior sin dejar de sonreír.
   —¿Sabes qué le daría el toque final? —le dijo Sev a Potter, deteniéndose.
   El joven lo miró con curiosidad. Entonces, Severus se inclinó y atrapó entre sus labios los labios de Harry, besándolo dramática, apasionadamente, mientras los gritos se volvían más fuertes cuando el resto de sus compañeros mortífagos se le unieron a Avery y comenzaron a lanzarle improperios sin parar. La risa que soltó Harry quedó amortiguada por la boca de su amante y los gritos de sus enemigos.

Amortentia - (snarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora