16. Pertenencia

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"¡Pues, piénsalo! ¡Inténtalo, ¿quieres?!"
   Y, naturalmente, Severus no había hecho más que pensarlo. Las desconcertantes palabras del Potter ebrio habían rondado los pensamientos de la torturada mente de Severus durante toda la noche, y la única conclusión que había sacado era que, al parecer, el Harry ebrio lo apreciaba más que el Harry sobrio. Pues la única forma de tomar como un cumplido el hecho de que alguien se emborrache, no te dirijan la palabra y se burle de tí cuando lo hace, sólo podía ser deduciendo que la persona se sentía atraída por tí.
   Severus quería creer que era un hombre orgulloso, seguro de sí mismo. De hecho, siempre lo había creído, pero últimamente no hacía más que cuestionarse si en verdad lo era. Porque alguien seguro de sí no estaría hecho el desastre emocional que era él aquel sábado en la mañana. No hacía más que autosabotearse, desmerecerse y autodespreciarse. Hacía mucho tiempo que no se sentía así de inseguro, y todo a causa de Harry. No podía dejar de preguntarse si lo que el Gryffindor en su estado de incoherencia le había querido decir era que lo... apreciaba. Quería creer que sí, pero por otro lado, no quería ilusionarse otra vez como un idiota, así que se obligó a dudarlo hasta no saber con certeza que así era.
   —Estás muy distraído hoy, pensé que ya te sentías un poco mejor —le dijo Marie, mientras le dejaba un platito con una porción de bizcochuelo de chocolate junto a su taza en la mesa.
   —Oh, dulce Merlín, qué grata sorpresa —se deleitó él, haciéndola sonreír—. Estoy bien, no te preocupes. Sólo estaba... pensando, es todo —explicó, ante la mirada expectante de ella.
   —¿Pensando en alguien en especial? —preguntó ella, sonriéndole con dulzura.
   —No sé por qué te molestas en preguntar cuando soy patéticamente obvio —resopló Severus, algo exasperado, antes de darle un sorbo a su café.
   —Todos son patéticos cuando están enamorados, Severus... —lo consoló la mujer, limpiando la mesada.
   —Yo no... —la testaruda negación de Severus fue interrumpida por el ruido de la puerta de entrada al abrirse, y ambos se miraron sorprendidos, sabiendo perfectamente que sólo podía ser...
   —Milagroso Sev, ¿tienes alguna poción para la jodida resaca? —preguntó Harry Potter, entrando en la cocina con una cara de absoluta miseria.
   Severus lo miró inseguro por unos momentos.
   —Lo siento, buenos días... —se disculpó el joven, y se dejó caer en una de las sillas, frotándose la sien.
   A juzgar por su comportamiento despreocupado, Severus dedujo que, efectivamente, Harry no recordaba lo que había sucedido la noche anterior, y se sintió aliviado por eso. Marie Anne le dio los buenos días a Harry, dejándole una porción de torta de chocolate a él también. Tras guiñarle un ojo a Sev, los dejó a solas.
   —¿Qué pasa si te digo que tendrás que abstenerte a las consecuencias de beber desmedidamente para que aprendas a no volver a hacerlo? —preguntó el ojinegro, alzando una ceja.

   Harry apartó la mano de su cara y lo miró suplicante. Ver a los ojos a Severus dolía aún más luego del reciente acontecimiento (su compromiso con Charlie), y, a pesar de que había ido hasta allí principalmente para contarle de su situación, Harry no se sintió capaz de hacerlo.
    —Por favor —le pidió, haciendo una trompita con los labios.
    Severus, muriéndose de ganas por besarlo hasta hacerle perder la cordura, se lamió los labios y se obligó a apartar la vista de esa boca, suspirando.
 

  —Está bien, pero la próxima te la bancas... —le advirtió, levantándose.
   —Oh, gracias, eres mi ángel —Harry alzó ambas manos hacia él dramáticamente, y Severus revoleó los ojos.
   Pero Severus no quería ser su ángel, alguien a quien sólo se acude en busca de ayuda, quería ser su Dios, alguien a quien se le reza y agradece...
   —Ya regreso... —masculló, yendo hasta su laboratorio. Al poco tiempo estuvo de regreso—. Aquí tienes —le pasó a Harry un pequeño vial, sintiendo su corazón calentarse al contacto con los dedos del joven, quien ignoraba lo que provocaba en el profesor.
   —Muchas gracias, Sev... —sonrió Harry, mientras destapaba el vial.
   Severus alzó una ceja cuando el ojiverde se llevó el frasquito a la nariz y olfateó, componiendo a continuación una mueca de asco.
   —¡Oh, huele a mierda! —expresó con repugnancia, apartando el frasquito de su rostro.
   —Tu interior intoxicado también, así que no te quejes y bébela —repuso Severus, mientras se deleitaba con un bocado de la deliciosa torta de chocolate. Harry gimoteó mientras miraba el vial penosamente—. Además, ¿quién demonios se pone a oler una poción antes de consumirla? —preguntó mientras saboreaba, chupándose un poco de chocolate que le había quedado en un dedo, sin darse cuenta de la atenta mirada verde que seguía ese movimiento.
   —Todo el mundo... —balbuceó Harry, distraído en ver la forma en la que Severus se llevaba delicadamente un trozo de torta a la boca.
   —¿Te la vas a tomar o me hiciste subir un piso por nada? —preguntó el mayor.
   Harry gruñó. Agarró la porción de torta con una mano mientras que con la otra acercaba la poción a su boca, preparado para beberla. Severus lo miró divertido cuando el joven se bebió de un sólo trago todo el contenido, para luego rápidamente darle un gran mordisco a su porción de torta, con una expresión de absoluto disgusto. El ojinegro se rió de él.
   —También sabe a mierda —dijo el chico, con la boca llena, y pensó: «Como mi maldita vida, joder...»
   —Eres un bruto, Harry... —comentó Severus, con una pequeña sonrisa, y sin pensarlo agarró una servilleta que tenía sin usar a un costado y le limpió la mejilla al menor, olvidando por un momento que se suponía que ya no debía hacerlo.
   Por suerte para él, Harry lo miró como con un especial brillo en los ojos, por lo que tampoco pareció recordar que, de hecho, eso no era propio de "sólo amigos".
   —Esto está delicioso —comentó Potter, reaccionando tras ese momento de miradas, y sin vergüenza agarró la taza de café a medio tomar de Severus y le dio un sorbo.
   —La hizo Marie... —le informó el profesor, sin quejarse de la acción de Harry. Por el contrario, sonrió encantado. Sentía como si estuviesen regresando a las conductas de hace dos semanas.
   —Es una genio —comentó Harry, pasándole de vuelta la taza a Severus y llevándose el último trozo de su porción a la boca.
  Severus bebió de su café tranquilamente. Cuando terminó de masticar y tragar, Harry suspiró y se limpió la boca con la servilleta.
   —Aunque quisiera seguir quedándome, debo ir al ministerio. Hoy nos toca evaluavión y capacitación de Maldiciones y Contra-Maldiciones —le contó, levantándose.
   Severus trató de ocultar su desilusión y se levantó también.
   —Oh, éxitos entonces... —le deseó honestamente.
   —Gracias —sonrió Harry.
   Se quedaron parados uno frente al otro como dos idiotas, evitando mirarse a los ojos, incómodos.
   —Bueno... Te veré el lunes, Severus... —lo saludó torpemente el menor, agitando su mano y apretando los labios en una sonrisa.
   —Hasta el lunes, Harry... —suspiró Severus, llevando su taza hasta el lavabo.
   Harry caminó hasta la entrada de la cocina, suspirando audiblemente, y se volteó una vez más.
   —Oh, hazme el favor de guardarme una porción de ese manjar para la próxima —le dijo sonriente, y Severus bufó, revoleando los ojos.

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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