5. Weasleys

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   Severus aún se preguntaba por qué demonios lo había hecho, porque esta definitivamente no parecía una buena idea ahora, pero allí estaba, parado a metros de la casa de los Weasley, con dos botellas de vino en una mano, debatiendo consigo mismo si volver a su casa o no. Desde donde estaba, podía ver a Molly moviéndose en la cocina de un lado a otro.

   Al parecer, todavía no había llegado nadie, o al menos muy pocos, porque no se veían más que cabelleras pelirrojas apareciendo por las ventanas, y de vez en cuando una larga melena rubia, que Severus sabía pertenecía a la esposa del mayor de los hijos de Arthur y Molly.
   Oyó un sonido que reconoció fácilmente como el de una aparición, y al instante alguien exclamó a su lado.
   —¡MERLÍN! —a Harry casi se le cae la bolsa con bebidas que había traído, y se llevó su mano libre al pecho, recuperando el aliento—. ¡Señor! Me alegra que haya venido —se alegró Harry, al reconocerlo, y Severus no supo identificar si estaba fingiendo o no.
   Luego de que Harry lo había dejado la tarde anterior, Severus se había preguntado si lo que le había dicho el joven había sido cierto, honesto, o si sólo le había dicho todo aquello por educación. Y fue aún mayor su confusión cuando Harry se acercó a él y le plantó un beso en la mejilla allí en el jardín de la Madriguera, dejándolo con una expresión de absoluta perplejidad.
   —Me asustó, ¿qué hace aquí parado y estático como una gárgola vigía en la noche? —le preguntó Harry simpáticamente, comenzando a caminar hacia la casa a paso lento.
   —Estaba debatiendo conmigo mismo si había sido una buena idea venir, o no... —respondió Severus, hablando por lo bajo mientras alcanzaba a Harry—. Aunque el hecho de que se me compare con una gárgola me está convenciendo por la segunda inclinación... —agregó con sarcasmo, y Harry chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
   Llegaron a la entrada y Potter golpeó la puerta. Severus se alejó unos pasos hacia atrás, procurando mantener cierta distancia entre él y el muchacho. La puerta se abrió, y la señora Weasley se lanzó a abrazar a Harry fuertemente.
    —¡Harry! ¡Qué alegría verte, mi cielo! —exclamó Molly mientras lo abrazaba. Al hacer esto, la mujer notó a Severus detrás de Harry, y rápidamente se separó de su hijo del corazón—. ¡Severus! ¡Qué sorpresa! Tenía entendido que usted no vendría... —exclamó, acercándose a saludar a Severus, dándole un beso en la mejilla.
   —Buenas noches... —masculló Severus, incómodo ante la necesidad de todos estos Gryffindor por establecer contacto e invadir la intimidad de uno—. Lamento no haberle notificado, fue una decisión de último momento... —le dijo Severus, extendiéndole la bolsa con los vinos.
   Molly la agarró con una sonrisa y la abrió, asomándose para ver qué había dentro. La pelirroja abrió grandes los ojos.
   —¡Dulce Circe...! —exclamó al ver la etiqueta del vino—. ¡Oh, no se preocupe, le haremos un lugar! —le dedicó a Severus una sonrisa brillante, y los hizo pasar.
   Tal como había supuesto Severus, no había llegado nadie aún, a parte de ellos dos.
   —¡Chicos! ¡Vengan a saludar! —llamó dulcemente Molly, mientras entraba en la cocina, al mismo tiempo que Ginny cruzaba la puerta.
   —¡Harry! —La menor de los Weasley corrió y abrazó a Harry con fuerza—. Está aquí... —le susurró en el oído, haciendo que Harry gruñera.
   La chica se apartó y miró a Severus, quien estaba detrás de Harry, con una expresión atónita. Miró de nuevo a Harry, y vio que éste le abría grande los ojos para que reaccionara.
   —¡Profesor! Cuánto tiempo sin verle...
   Ginny le extendió la mano a Severus, y éste la estrechó con timidez, arrepintiéndose profundamente de haber decidido ir. Ni siquiera sabía por qué el hecho de que Potter le pidió que vaya, le había hecho reconsiderar su asistencia. "¿En qué estaba pensando?".
   Arthur Weasley vino de la sala, y le estrechó animosamente la mano a Severus, expresándole lo feliz que estaba de que al fin haya decidido aceptar una invitación, para luego darle un abrazo cariñoso y fraternal a Harry. A Weasley padre le siguieron los gemelos, que se miraron con complicidad al ver a su ex profesor; Ronald, quien apenas le hizo un gesto con la cabeza a Severus, ganándose una mala mirada por parte de Harry; Percy Weasley fue el siguiente, dedicándole un efusivo e irritantemente grandilocuente saludo a Severus; Fleur Delacour, que se presentó amablemente, aunque fue demasiado energética para la tolerancia de Snape, y a ella le siguió su esposo, William, 'Bill', quien lo saludó de la misma forma que Arthur.
   —Pasen a la sala, muchachos, pasen, pasen... —les dijo el padre de la familia, con su característica sonrisa cálida. Harry así lo hizo, y Severus solo lo siguió—. Tomen asiento, ¿algo de beber, Snape? —preguntó cortésmente, mientras sacaba una botella de licor del mueble.
   Los gemelos se habían ido a su habitación de nuevo, Bill y Fleur, junto con Ginny, fueron a ayudar a Molly a terminar con los preparativos. Harry y Severus se sentaron en el mismo sillón, y Ron se sentó en otro aparte.
   —¿Licor? —Arthur les mostró la botella a los dos invitados.
   Harry miró a Severus, esperando su respuesta.
   —Por favor... —aceptó Severus, en un tono circunspecto.
   —Bueno, yo también —dijo Harry. 
   Ron negó con la cabeza, rechazando el ofrecimiento. El señor Weasley sacó tres vasos y les sirvió a ellos dos y a él mismo.
   —Dígame, ¿qué le hizo cambiar de opinión, profesor Snape? Molly me había comentado que usted había rechazado la invitación —preguntó el señor Weasley.
   Harry vio que Charlie se paraba silenciosamente en el umbral de la sala, entonces apartó rápidamente la vista. Por su parte, Severus comenzaba a cansarse de escuchar su apellido, que ya de por sí no le agradaba mucho, y también empezaba a molestarle el hecho de que todos le siguieran tratando de profesor, cuando ya no lo era.
   —Usted me ha permitido llamarlo por su nombre de pila, haga lo mismo conmigo, Arthur, ya se lo he dicho en otras ocasiones, no hace falta tanta cordialidad... —habló Severus.
   Arthur lo miró algo sorprendido por la amabilidad en el tono de Snape, que era poco común en el hombre. Ron le lanzó una mirada de confusión a Harry, y éste se encogió de hombros con una sonrisa.
   —Vaya, muchas gracias, señ... Quiero decir, Severus... —comentó Arthur.
   —En cuanto a su pregunta, bueno... —Severus miró a Harry antes de continuar—... algunas... insufribles personas pueden ser muy insistentes a veces... —comentó, pero sin sonar verdaderamente molesto.
   Arthur rió, sabiendo a qué se refería.
   —Oh, sí, conociendo a Harry, puedo apostar a que no le dejó tranquilo hasta que le dijo que lo pensaría —sonrió Arthur.
   —Es muy perseverante... —estuvo de acuerdo Severus, y miró a Harry entrecerrando los ojos.
   Esto hizo que el ojiverde riera suavemente. Ron miró a su mejor amigo como si fuera algo de otro mundo.
   —En mi defensa, no tenía sentido su excusa, así que tuve que obligarle a venir... —comentó con humor Harry.
   —¡Oh, no me diga que le daba vergüenza venir! Usted siempre fue y será bienvenido en esta casa, Severus. ¡Las veces que le invitamos y no quiso venir! —exclamó con reproche, pero aún así sonriéndole a Severus.
   Éste bajó la vista avergonzado, y se llevó el vaso a los labios. Harry encontró absolutamente adorable el gesto de su ex profesor, pero al instante se extrañó de su propia reacción, y apartó la vista de Severus. Éste había apartado la mirada hacia la puerta, y vio al que supuestamente era el novio de Harry. El pelirrojo lo estaba mirando con el ceño fruncido, y al darse cuenta de que Severus lo miraba, carraspeó la garganta, moviéndose con nerviosismo en su lugar.
   —Buenas noches... —masculló Charlie desde la puerta, mirando con rencor a Harry, para luego irse de nuevo.
   —Juro por Merlín que yo no lo eduqué así... Sepa disculparlo, Severus —le dijo Arthur, negando con la cabeza en desaprobación, para luego dirigirle una mirada de súplica a Harry.
   El ojiverde apartó la vista y se cruzó de brazos, orgulloso como él sólo. Severus volteó a verlo.
   —¡Pero miren quién se dignó a venir! —exclamó una voz desde la entrada.
   Todos voltearon a la puerta, menos Severus, quien sabía muy bien de quién se trataba, y revoleó los ojos.
   —¡Minerva! ¡Cuánto tiempo sin verte, querida! —el señor Weasley se paró a saludarla, y Ron y Harry lo imitaron.
   Charlie fue empujado por su madre hasta la sala, por lo que no le quedó otra más que saludar. Harry vio que cuando quiso volver a irse, Molly le frenó el paso, le pegó en el brazo con un repasador, y le dijo algo que los demás no escuchaban, pero que por su cara parecía estar enojada. El pelirrojo bufó y fue a sentarse a uno de los sillones a desgano.
   —¿Qué fue lo que te hizo aceptar de una vez por todas? —le preguntó Minerva a Severus, mientras le plantaba un beso en la mejilla.
   —La idea de verte a ti no, de eso puedes estar segura... —le respondió Severus sarcásticamente, haciendo reír a todos los adultos, quienes ya sabían que los dos eran grandes amigos y se trataban así.
   Minerva le dio un golpe amistoso en el brazo, para luego ir a agarrar el vaso de licor que el señor Weasley le estaba ofreciendo y sentarse en uno de los sillones.
   —¿Así que ahora trabajas para él, Potter? Te compadezco, querido... —comentó con burla la bruja.
   —No me llame así, por favor... —pidió Harry, mientras reía por la broma de la profesora. Se preguntó cómo es que ella sabía—. Ya suficiente tengo con que él se la pase llamándome así. Fuera de eso, trabajar para él no es tan malo. Aunque solo han sido dos días —respondió Harry, evitando mirar a Snape.
   Aún así, podía apostar a que el ojinegro le había dirigido una mirada de burla y se estaba esforzando por contener el comentario sarcástico que tenía en la punta de la lengua acerca de su pequeño incidente.
   —Quiero imaginar que me lo estás diciendo solo por educación, ¿o me equivoco? —le dijo Minerva, incrédula.
   —Decidimos tratar de no odiarnos, y no nos está yendo tan mal...
   —De hecho, ya hemos dormido en la misma cama... —masculló Severus a su lado, inclinándose más cerca de Harry, en un tono suficientemente bajo para que sólo éste lo escuche, y Potter abrió grandes los ojos, volteando a verlo indignado. Severus ocultó su diversión con su mano.
   —¡Señor! —le susurró Harry, con indignación.
   —¿Se puede saber qué tanto cuchichean ustedes dos? —Minerva los miró levantando una ceja al "estilo Snape", lo que hizo que Harry se preguntara si ella lo había sacado de él, o él de ella.
   —Nada —se apresuró a decir Harry, sus mejillas ardiendo, por lo que carraspeó la garganta, intentando controlarse, y Minerva lo miró entrecerrando los ojos.
   Él miró de reojo a Charlie, odiando su presencia allí. Su novio, si es que todavía podía llamarlo así, los miraba a él y a Severus con el ceño fruncido. Harry suspiró con tristeza. No entendía por qué el chico estaba enojado con él, pues era Harry quien tendría que estar tan ofendido, debido a que el problema era el trabajo de él, que estaba, por cierto, EN OTRO CONTINENTE.
   —Buenas noches... —saludó alguien en un suspiro de agotamiento.
   Harry se paró alegremente a saludar a Hermione. Ambos se abrazaron fuertemente. Ron se acercó y le dio un casto beso en los labios a su novia.
   —¿Día complicado? —le preguntó el pelirrojo.
   —Oh, sí... —gimió ella, acercándose a saludar a todos—. ¡Minerva! —Hermione sonrió alegremente a su ex profesora, quien se paró, devolviéndole la sonrisa. Ambas se abrazaron.
   —¡Cuánto tiempo sin verte, linda! —le dijo animosamente la animaga, dándole unas palmaditas en la mejilla.
   —¿Verdad? —coincidió Mione, riendo encantadoramente, mientras se inclinaba a saludar a Arthur.
   —Te ves cansada, querida... —le comentó Arthur.
   —Acabo de tener una acalorada discusión con un compañero retrógrado y conservador que insiste en insultar mi trabajo con los Elfos Domésticos... ¡Siempre se opone a mis propuestas y proyectos para con ellos! —gruñó irritada la joven. Se acercó a Charlie, y su sonrisa titubeó—. Charlie... —lo saludó distraídamente, dándole un seco beso en la mejilla. Finalmente, miró a Severus, y se congeló en su lugar—. Profesor Snape, qué sorpresa verlo... —dijo cortésmente, dirigiéndole una fugaz mirada a Harry.
   Severus se paró y tomó la mano que le fue extendida.
   —Señorita Granger... —saludó, estrechándole la mano.
   Todos se sentaron a hablar amigablemente, mientras poco a poco iban llegando el resto de los invitados. Severus se sorprendió al ver lo mucho que hablaba Granger; no que le molestara, la joven te podía hablar sobre cualquier tema, demostrando su intelecto y conocimiento en todas las áreas. Se había convertido en una mujer encantadora: simpática, segura de sí misma, y muy bonita, a pesar de que no era el tipo de Severus. Mientras hablaba le contó a Severus que estaba trabajando en el Ministerio para poder ponerlo en contexto de lo que hablaban, gesto que se le hizo sumamente considerado al hombre, aunque, por supuesto, jamás lo admitiría.
   Llegó un momento en el que todos se habían distribuido en grupos, pues luego de un largo rato eran solo Severus y ella quienes hablaban, dos intelectuales en toda la extensión de la palabra, así que decidieron dejarlos cuando su tema de parloteo terminó en ser la Academia de Pociones. Harry, por su parte, se alegró de ver lo bien que se estaban llevando los dos, y de que Snape se haya podido integrar fácilmente. Sinceramente, le había dado lástima la tarde anterior, por eso había insistido. Le entristecía pensar que el hombre estaba tan sólo.
   Él también los había dejado solos a los dos, pues si había alguien que no sabía nada de pociones, ese era Harry Potter, y se había ido a conversar con Fred, George y Ron, quien no paraba de lanzarle miradas a su novia, extrañado de verla hablando tan entusiasmadamente con Snape, (quien seguía sin agradarle ni una pizca, por mucho que Harry se haya esforzado en hacerle cambiar de opinión).
   Andrómeda Tonks llegó con Teddy Lupin en brazos, y el rostro de Harry se iluminó y una sonrisa brillante apareció en él. La mujer saludó a Harry alegremente, y pasó a saludar a todos.
   —Severus Snape... —Andrómeda se acercó y le dio un firme apretón de manos.
   —Andrómeda Black... —Severus la imitó. Hermione se alejó, mascullando un "luego seguimos...", y fue a encontrarse con su novio y su mejor amigo—. No he podido verte desde hace tiempo, así que quiero darte mis condol...
   —No lo hagas, por favor, no traigamos malos recuerdos en estos momentos, amigo... —lo interrumpió ella. Severus apretó los labios y asintió con comprensión—. ¡Bueno! Quién diría que te volvería a ver aquí, en una reunión de los Weasley, en un nido de leones... —comentó ella, con sus ojos brillando ante el nuevo posible chisme.
   —Lo mismo podría decirte yo, querida —Severus miró a Harry, quien tenía al crío en brazos y jugaba con él—. ¿Cuántos años tiene? —preguntó, señalando con la cabeza hacia Harry y el pequeño.
   —Cumplirá 2 años este sábado... —respondió ella, sonriendo con cariño al mirar a su nieto y a Harry divirtiéndose.
   Severus asintió con la cabeza. Ambos se quedaron sumidos en sus pensamientos, observando a Teddy y su padrino siendo felices juntos.
   —Ah... Bueno, yo me voy... —suspiró la bruja, haciendo volver a la realidad a Severus. Éste se puso colorado al darse cuenta del camino por el que le habían llevado sus pensamientos, acabando en el recuerdo de él y Potter en el hotel.
   —¿No te quedas a comer? —preguntó Severus.
   —Acordé verme con Cissy, y ya se me está haciendo tarde... —suspiró la bruja—. Pero espero verte pronto, querido amigo. Mientras tanto, te recomiendo ser más discreto cuando mires al padrino de mi nieto... —la mujer le sonrió con burla, levantando una ceja.
   Severus la miró frunciendo el ceño, y sin poder evitarlo le lanzó una mirada a Harry.
   —¿Por qué lo dices? —preguntó calmadamente, hablando más bajo.
   —Porque pareciera que lo miras con ganas... —respondió, hablando en el mismo tono que él, sonriendo.
   Severus trató de ignorar el ardor en sus mejillas, y levantó una ceja.
   —No sé de qué habla, Black, pero hágame el favor de enviarle mis saludos a su hermana... —masculló él, apartando la mirada, que fue a parar involuntariamente a Potter.
   —Te veré pronto, Severus Snape —saludó la bruja, sonriéndole con burla, para luego irse.
   Severus frunció el ceño al pensar en lo que le acababa de decir Andrómeda. ¿Cómo se había descuidado al mirar a Harry? Y, ¿por qué no dejaba de mirarlo? En esos momentos, el dueño de sus pensamientos se agachó para alzar de nuevo a su ahijado, regalándole a Severus una apreciativa imagen de su trasero, haciendo que el ojinegro se humedezca los labios. Harry se incorporó con el niño en brazos. El pequeño Teddy miró a Severus, y luego Harry lo miró.
   —Saluda a la profesora McGonagall, Teddy, "¡Holaa!" —le dijo Harry suavemente, hablando en un tono bobo, mientras le hacía mover la manita y miraba al costado de Severus.
   Severus volteó, dándose cuenta de que Minerva se había parado al lado de él. La bruja le sonrió al niño y lo saludó con la mano, y Snape vio cómo el bebé reía y hacía cambiar su cabello de un color a otro. Harry volvió a mirar a Severus y le sonrió de costado. Él bajó la vista a su vaso y acomodó su cabello detrás de su oreja, para luego mirar nuevamente a Minerva.
   —¿Qué estás haciendo aquí solo? —le preguntó la bruja, analizándolo.
   —Nada, recién se fue Andrómeda, me había quedado hablando con ella... —respondió sencillamente Severus.
   —Mhmm... —Minerva lo miró fijamente a los ojos, y Severus apartó la mirada y volvió a mirar a Harry. La bruja a su lado volteó y miró también al ojiverde—. Y ahora estás aquí... Sólo... Mirando a Potter... —comentó. Severus suspiró y revoleó los ojos. "¿Cómo demonios llegó a cotillear con Andrómeda en tan poco tiempo?".
   —¿Qué quieres decir con eso? —a Severus le estaban comenzando a fastidiar las viejas chusmas.
   —Nada... —respondió la animaga, sonriendo—. ¿Ahora son amigos?
   —No, ¿qué clase de pregunta es esa? Sabes muy bien que él y yo no podríamos llegar a ser algo como eso nunca —gruñó él.
   —En nombre de El Elegido, justamente, ya te estás convirtiendo en un viejo gruñón y fastidioso, Severus... —le dijo ella, mirándolo molesta, y Severus la miró curioso ante el empleo de esa expresión referente a Harry Potter que se había vuelto común entre los jóvenes—. Sólo quiero hablar contigo, somos amigos, ¿sabes qué es eso? —comentó sarcásticamente.
   —Ja, ja... —rió con amargura. Suspiró cuando ella lo miró ofendida—. Potter y yo no somos amigos, pero tampoco nos llevamos mal... —le dijo suavemente, lo que ella reconoció como el tono que usa siempre para disculparse.
   —¿Por qué dices eso tan pesimistamente? Hace un rato, cuando hablábamos entre todos, parecían llevarse bien. Y, aunque no lo veas, ustedes dos se parecen más de lo que crees. Sería maravilloso si fuesen amigos... —opinó ella.
   —Potter y yo no seremos amigos... —insistió.
   —Como digas... —suspiró la bruja, sin perder las esperanzas, pues sabía que lo que hablaba era sólo el orgullo de su mejor amigo—. Aunque... ¿no fue él quien te pidió que vinieras? —Minerva le sonrió burlonamente.
   —Merlín, todos aquí son unos chusmas, le dices algo a alguien y enseguida se entera el resto... —gruñó Snape.
   Apartó la vista de Harry, sintiéndose observado. Pasó la mirada por la sala. Una chica alta y de una melena rubia y larga, algo alocada, se acercaba a ellos alegremente, mirándolos con sus ojos saltones. Severus la reconoció como una de sus mejores alumnas, Luna Lovegood.
   —¡Hola! —saludó la joven, dándole un beso en la mejilla a la profesora McGonagall.
   —Hola, Luna, ¿cómo estás? —preguntó la profesora amablemente.
   —Muy bien, gracias. Un gusto verlo de nuevo, señor —le saludó, y luego le dio un beso en la mejilla, tomándolo por sorpresa.
   —Igualmente, Lovegood... —masculló Severus.
   —¿Me recuerda? —sonrió la muchacha.
   —Era una de las pocas personas que podía lograr una poción aceptable... —asintió Severus—. Sin mencionar el hecho de que usted era una de las figuras de mayor influencia entre la resistencia estudiantil en Hogwarts, aquel último año... —Luna sonrió de nuevo, algo melancólica, recordando esos oscuros momentos pretéritos.
   Se quedaron en silencio. Lovegood recorrió la habitación con la vista mientras giraba su cuerpo de un lado a otro lentamente. Minerva y Severus se miraron y se encogieron de hombros.
   —Bueno, como te decía, yo creo que fue un gesto amistoso el de Harry... —opinó ella, continuando su conversación al ver que la joven no se iría.
   —Como digas... —le dijo Severus distraídamente, no dispuesto a continuar con esa plática con la joven Lovegood allí presente.
   —Hablando del rey de Roma... —Severus volvió a mirar hacia Harry, dándose cuenta de que se había acercado a ellos.
   —¿Hablaban de mí? —preguntó Potter, curioso, apartando la mano de Teddy de sus lentes—. ¿Qué decían?
   Severus se apresuró a lanzarle una mirada asesina de advertencia a su amiga, pero ésta, por supuesto, lo ignoró.
   —Yo le decía a Severus que tú y él podrían dejar a un lado su enemistad, la cual encuentro sin sentido ni justificación válidos, y ser amigos —le explicó la directora de Hogwarts.
   —Yo no tengo problema, ahora trate de convencerlo a él, profesora... —comentó con humor Harry, señalando con la cabeza a Severus. El ojinegro lo miró entrecerrando los ojos.
   —Es lo que estaba intentando... —sonrió la mujer—. ¿Lo ves? Sí se puede... —le dijo burlonamente a Severus, y luego se fue, antes de que Severus le dijera alguna respuesta brillante y mordaz, o que decidiera de pronto asesinarla allí mismo.
   —Antes de todas estas reuniones, nunca pensé que ella podía ser tan divertida, parece que, al igual que usted, sólo interpreta un papel severo cuando es profesora —habló Harry.
   —¿Quién dijo que yo interpretaba un papel? —siseó Severus.
   —Estoy seguro de que así lo hacía... —repuso Harry con firmeza—. Shh... Los lentes no, Teddy, ya para... —le dijo con suavidad a su sobrino, apartándolo una vez más de sus lentes—.
Les presento a mi ahijado... —rió Harry, mientras luchaba apartando las manitas de sus anteojos. Luna tomó una de ellas y le hizo caras raras al niño, distrayéndolo.
   —Recién Andrómeda me comentaba que cumplirá dos años este sábado... —comentó Severus, mirando raro a Luna.
   —Sí... —Harry suspiró. Severus lo observó mientras se quedaba pensativo y fruncía el ceño—. Fue algo estúpido lo que hicieron... —masculló Harry, mientras le pasaba el niño a Luna, quien lo miró cuando dijo esto. Severus lo miró con tristeza—. Fue una gran estupidez arriesgar sus vidas justo cuando acababan de tener un hijo... —agregó con amargura.
   —No, lo que hicieron no fue algo estúpido, fue un acto muy valiente y honorable... —Harry lo miró atentamente, escuchándolo—. Y este niño, cuando crezca, se sentirá honrado de ser hijo de ellos, y podrá decir con orgullo lo que sus padres hicieron por la comunidad mágica, y por el resto del mundo —agregó seriamente.
   —Gracias... —le dijo Harry con sinceridad, luego de unos momentos de silencio, sonriéndole de costado.
   Los ojos verdes se habían humedecido. Severus carraspeó la garganta y miró hacia otro lado.
   —Qué lindo... —comentó Luna con una sonrisa dulce, mirando a Severus. Éste la miró con el ceño fruncido.
   —¿Disculpe? —preguntó el ojinegro, en un tono de perplejidad.
   Luna fue a abrir la boca, pero la menor de los Weasley la interrumpió, sorprendiéndola por detrás con cosquillas. Luna pegó un salto hacia adelante y comenzó a reír.
   —¡Para, linda, que tengo al bebé! —suplicó Luna, y Ginny se detuvo, para luego plantarle un beso en los labios.
   Severus pestañeó varias veces. Demasiada información para una sóla noche... 
   —Te extrañé... —suspiró bobamente la pelirroja, mientras la tomaba de la cintura y se la llevaba de allí.
   Harry las observó mientras se iban, deseando tener lo que ellas tenían. Severus lo miró, dándose cuenta del anhelo en su rostro.
   —¿Aún no habló con su novio? —tanteó el mayor. Harry volteó a mirarlo.
   —No, ¿por qué? —preguntó, frunciendo el ceño.
   —La forma en la que las miró me hizo recordar lo que me dijo... —respondió Severus, encogiéndose de hombros.
   —Bueno yo... —pensó en si debía abrirse tanto con el profesor, y finalmente decidió que, si quería que fueran amigos, entonces debía comenzar a tratarlo como tal—. Desearía tener lo que ellas dos tienen... —suspiró el ojiverde, apretando los labios—. Pero yo no seré el que vaya a hablarle, Charlie tendrá que acercarse a disculparse, porque es él el que está ofendido sin razón alguna —declaró, mirando con rencor a Charlie, quien estaba del otro lado de la sala, hablando con Bill y Fleur.
   Severus asintió en comprensión, y se preguntó qué le había picado a Potter para que de pronto se abriese tanto con él.
   —¡Harry, ven un segundo! —exclamó Ron, haciéndole un gesto con la mano para que se acerque.
   —Lo siento, ahora vuelvo... —le dijo Harry, apretándole el brazo suavemente, y luego fue donde su amigo.
   Severus lo observó irse, algo desconcertado por el gesto del menor. Miró al amigo de Potter, notando que sonreía triunfante, y luego le hacía una seña a alguien. Al instante, una pelota azul casi estalla contra Potter, si no hubiese sido porque Severus levantó la mano y la detuvo en el aire, usando su magia sin varita. Todos jadearon y se quedaron en silencio, mientras que Harry, quien se había tapado la cabeza con los brazos, volteó a verlo. Severus hizo un movimiento con la mano y la pelota se dividió en tres, luego volvió a mover su mano, lanzándola hacia abajo, y las tres pelotas fueron a estrellarse en los rostros perplejos de Fred, George y Ron Weasley.
   Todos estallaron en carcajadas al ver las caras de los tres pelirrojos, aturdidos y llenos de pintura azul y confeti, y comenzaron a aplaudir. Severus sonrió con burla, y observó felizmente cómo Harry comenzaba a reír, burlándose de los gemelos y de su amigo, y luego le echaba una mirada brillante a él, aún riéndose. Severus metió una mano en sus bolsillos, y con la otra se llevó el vaso a los labios, tomándose lo último que le quedaba.
   George se le acercó lentamente, goteando pintura, limpiándose los ojos para poder ver bien, y se paró delante de él, a lo que Severus lo miró de arriba a abajo y no se inmutó. Luego, para sorpresa de éste, el Weasley le extendió la mano, la cual estaba algo manchada, como en señal de reconocimiento hacia su contraataque defensivo. Severus sacó la mano de su bolsillo con un pañuelo, y lo dejó caer en la mano del gemelo, haciendo que todos vuelvan a reír, incluyendo al mismo George. Severus sonrió con los labios apretados, y luego decidió irse de la sala, comenzando a incomodarse por tener a todos prestándole atención.

Amortentia - (snarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora