1-La tormenta:

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Lunes 5,15 AM


Llovía con gran intensidad desde que había llegado a su departamento a las dos de la mañana. Desvelada y nerviosa, Laura miraba hacia la ventana pensando en que aquel aguacero ya se estaba convirtiendo en un diluvio divino. Le aterrorizaban las tormentas desde que era una niña pequeña y se escondía debajo de la cama hasta que su mamá iba a verla y la calmaba. Un trueno sonó encima e, inquieta, se sentó en la cama. No llovía hacía mucho tiempo en aquella ciudad construida en pleno desierto. ¿Sería un castigo por lo que había hecho? Intentó apartar aquel mal pensamiento de su cabeza. ¡No había hecho nada malo! No obstante, su consciencia le pesaba.

La joven se levantó y fue al baño. Los ronquidos de su compañera de cuarto se colaban por la puerta de la otra habitación, que había quedado entreabierta. Laura se acercó y la cerró. Fue una suerte que Sabrina, su amiga de la facultad, le hubiera ofrecido alquilarle el cuarto a tan bajo precio, sino no podría haber seguido estudiando psicología en la ciudad. Provenía de un pueblucho lejano y solitario, ubicado entre dos colinas, con un puñado de casas y una iglesia de piedra que se usaba para todo evento público que allí se hacía. En el pueblo sólo había una pequeña escuela y ella quería seguir una carrera universitaria. Su madre le había suplicado para que se quedara e incluso le había conseguido trabajo, pero ¿qué habría sido de su futuro allí? Además, la posibilidad de huir de la crueldad de su padrastro la había tentado.

Laura entró al baño y se lavó la cara sin mirarse al espejo. No le gustaba su rostro y cómo una larga cicatriz lo deformaba. Solía usar el pelo muy largo para ocultarla, sin embargo no siempre surtía efecto y toda la vida había sufrido la burla de los niños. Debido a esto, su timidez se había intensificado y le costaba mucho hablar con la gente, además casi no tenía amigos. No le gustaban las diversiones de los jóvenes de su edad ni sus costumbres, era solitaria y callada.

Al secarse la cara, Laura pensó en lo que había pasado. Algo en su interior había cambiado cuando leyó aquel cuaderno, pero no podía precisar qué. Su alteración la desconcertaba. No podía concentrarse y las dos cuadras que había tenido que caminar hasta llegar a su departamento habían sido una pesadilla. Solo cuando entró al lugar, se sintió un poco más segura. Estaba completamente convencida de que alguien la había seguido todo el trayecto. Aunque no lo hubiera visto, sintió su presencia apenas bajó del colectivo. Era una sombra que se deslizaba por la oscuridad, infectando de maldad todo a su alrededor.

Por descuido miró el espejo y lanzó un grito. Se dio la vuelta y frunció el ceño. Habría jurado que la sombra de una mujer mayor estaba junto a la puerta, sin embargo allí no había nadie. Sus ojos se lo decían. La voz aguda de Sabrina llegó desde su cuarto.

—¿Laura? ¿Estás bien? —preguntó adormilada.

—Sí, sólo tropecé. Todo bien —se disculpó, avergonzada, mientras volvía a la habitación.

La joven miró el reloj cuadrado de color rosa, antiguo regalo de su madre, que se encontraba sobre la mesita de luz: "5,30". No podía creer que faltaba tan poco para el amanecer y ella no había podido conciliar el sueño. Tenía que tranquilizarse, tenía que olvidar lo que había leído en aquel viejo cuaderno o al menos intentarlo. Si no lo hacía se volvería loca. No obstante, pasó un buen rato hasta que lo logró. En su cabeza se mezclaban demasiadas letras, letras salvajes.


10,30 AM

Laura se levantó sobresaltada debido a la molesta luz que caía sobre sus ojos y al mirar la hora se asustó. ¡Había perdido la primera clase de la mañana! No había escuchado el despertador y se sorprendió de que su compañera no la hubiera despertado. Se levantó de un salto, tirando la almohada al piso, se cambió en tiempo récord y corrió hacia la mesa del comedor donde había dejado su mochila la noche anterior, la tomó y fue hacia la puerta principal. La abrió y en ese preciso momento vio como la puerta del baño se cerró de golpe. El ruido hizo que saltara del susto y se la quedó mirando fijamente. Temblando entera, volvió sobre sus pasos y se dirigió al baño.

La bruja y la serpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora