12-La medium:

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El animal dio unos pasos, mientras les mostraba los dientes. Sabrina estaba segura de que era el mismo perro que vio en el edificio de la facultad y Laura se convenció pronto de que era la bruja. No alcanzaron a exponer lo que pensaban porque el canino avanzó hacia ellas. Las dos amigas se dieron media vuelta y comenzaron a correr calle abajo, con los ladridos metiéndose en cada fibra de su piel. Al llegar a una intersección se separaron sin darse cuenta.

Sabrina terminó en la plaza principal del pueblo, que ya se había vaciado de gente, sólo quedaban algunos adolecentes reunidos. Allí se dio cuenta de que Laura no corría tras ella y de que el perro había desaparecido. Volvió sobre sus pasos, aterrada por su amiga.

—¡Laura! ¡Laura! —la llamó a los gritos en plena calle.

Una mujer que había salido a sacar una bolsa de basura se la quedó mirando. La joven no le prestó atención y siguió corriendo. Dio vuelta a la esquina y pronto llegó a la casa donde alquilaban la habitación. Allí no había nadie. Se sintió desconcertada.

Iba a entrar para preguntar a la dueña si había visto a su amiga, cuando un grito la paralizó en el umbral. Se dio la vuelta y corrió calle abajo, dobló en dirección contraria a la plaza y chocó con Laura.

—¡Laura! ¿Estás bien? —le preguntó, mientras miraba detrás de ella. El animal había desaparecido. Bajó la mirada—. ¡Estás sangrando!

La joven no podía hablar, estaba aterrorizada y casi ausente; temblaba tanto que Sabrina pensó que iba a desmayarse. El pantalón que llevaba estaba manchado de sangre debajo de la rodilla derecha y poco a poco se iba empapando más.

—Vamos a la casa —dijo y casi la arrastró hasta el lugar.

En la habitación, Laura recuperó el habla y comenzó a llorar, mientras repetía que quería matarla. El perro la había atacado, sin embargo la herida no era muy profunda y pudieron curarla. La dueña les proporcionó todo lo que deseaban, mientras se quejaba y despotricaba contra los vecinos que habían dejado un animal peligroso suelto.

—Ya está todo bien, señorita. Puedo llamar a la policía si quiere —le propuso la mujer.

—¡Oh! No, gracias, mañana estaré mejor —replicó Laura, que no quería verse involucrada en eternos interrogatorios y menos de ser víctima de muecas burlescas. "¡Era solo un perro asustado!" "Seguro le pegó, no es para tanto." Se imaginó que dirían.

—Mi marido está por llegar y puede llevarla al hospital si quiere —manifestó con amabilidad.

Laura volvió a negarse y a decirle que estaría mejor en la mañana. La herida no era onda y la habían desinfectado bien. Le dolía un poco, nada más. Cuando Sabrina cerró la puerta tras la mujer, Laura dijo:

—Era la bruja, ese perro me atacó antes.

—Lo sé, lo he visto —dijo su amiga, preocupada, y le contó lo que había presenciado en la facultad.

—¡Quiere hacerme daño! ¡Quiere que me vaya! —sollozó la chica.

—Eso es bueno —afirmó Sabrina y se explicó—: Quiere decir que estamos cerca de descubrir algo importante. Vamos a dormir un poco. Mañana hay que ir a la casa de esa médium.

Se cambiaron y se acostaron en sus camas. Sabrina apagó la luz, mientras que Laura murmuraba: "Quedan dos días, sólo dos". Su amiga tuvo un escalofrío. ¿Sería suficiente?


Sábado 3,35 AM

Laura se movió inquieta, un peso le aplastaba el pecho y le costaba respirar. Despertó de golpe. Una anciana con la cara arrugada y los ojos casi blancos se inclinaba sobre ella. Sus manos se aferraron a su cuello y rió con un sonido demoníaco. La joven se quedó sin aire y comenzó a ponerse morada. Intentó quitársela de encima, pero su fuerza era mayúscula. Miró de reojo hacia Sabrina, que dormía plácidamente a sólo unos metros de ella. No podía hablar, no podía alcanzarla, la risa del ser repugnante se metía por sus oídos y envenenaba su cordura. Había algo detrás de la bruja, una sombra con una boca oscura que crecía de tamaño e iba a envolverlas.

La bruja y la serpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora