II. Encuentro en el palacio

21 2 0
                                    

ENCUENTRO EN EL
PALACIO CON LA
COMPAÑÍA DE LA LUNA


Los murmullos del viento cantaban sobre su piel canela mientras hacían volar sus dorados hilos de cabello por encima de sus hombros.

Después de que su padre, el rey, consultara al Oráculo por la mañana y se arrodillara frente a él con la esperanza de que le diera alguna respuesta al gran problema que tenía su hijo sobre conseguir un marido digno, la solución del Oráculo fue que llevara al príncipe vestido de novia hasta la cima de la colina más alta y al borde del precipicio.

Jimin claramente al escuchar eso creyó que era algo totalmente absurdo, pero cuando vio los oscuros ojos de su padre con pequeños destellos brillando supo que tendría que sufrir toda una caminata de pie hasta la colina más alta. Donde ahora estaba sentado esperando que algún suceso mágico sucediera.

Una ligera brisa bailó alrededor de su nuca, bajando por los pliegues de su ropa y abrazando los dedos de sus pies, un cosquilleo viajo desde sus talones hasta su pecho.

De repente, la suave brisa que danzaba entre sus extremidades como un pedazo de tela comenzaba a tomar más fuerza e incluso un movimiento antinatural. Era Céfiro, el dios del viento del oeste. Quien lo tomo entre sus brazos hasta volar a un palacio recóndito del bosque.

Era un palacio tan alto que incluso los abetos frescos y rugosos que lo rodeaban apenas podían cubrirle la mitad. En el interior mantas blanquecinas parecían cubrir las paredes fluyendo hasta los resplandecientes suelos que rechinaban limpiamente con cada delicado paso que daba el príncipe con sus pies desnudos.

Jimin suspiro, sintiéndose satisfechamente embriagado con la serenidad que el lugar le trasmitía. Decir que caminaba no bastaba para describir la manera en la que el castaño se deslizaba a través de los pasillos y habitaciones del palacio como si sus pies trataran de danzar por si solos, dejándose guiar con la suavidad del ambiente.

En una de las habitaciones encontró una cama tan esplendida y esponjosa que ni siquiera sintió el movimiento de sus piernas hasta que llego a ella y se lanzo como una pluma ligera de problemas. Los ojos le comenzaron a pesar, y la suavidad de las sabanas olor olivo le comenzaban a adormecer los sentidos.

Y si no hubiera sido por un extraño ruido al fondo de la habitación, donde la sombra de oscuridad negra le tapaba la vista, se hubiera hecho sonar, se habría quedado profundamente dormido.

De un salto se levanto de la cama, y giro el rostro exaltado hacia la derecha, nada. Hacia la izquierda, nada. Solo quedaba por voltear el cuerpo hacia esa sombra del rincón, pero su cuerpo se heladizo cuando una voz joven le habló.

—No des la vuelta. —Ordeno.

Un cosquilleo bajo por sus costillas y se paseo por su columna hasta sus mejillas, Jimin ni se inmuto. Sus manos fueron victimas de la transpiración de su cuerpo y su corazón comenzó a latir en sus oídos.

¿Acaso era el hombre que tanto había buscado?

—Presentante. Por favor —pidió Jimin, hablando con tanta educación y dulzura como se le había enseñado durante toda su niñez.

—No puedo decir quién soy.

El príncipe abrió los ojos perplejos, pensando en que un hombre tan insolente pero misterioso tenía que ser, para no ser capaz de ni siquiera revelar su nombre ante el príncipe de una nación. Pero Jimin sentía ese vuelco en el corazón del tan solo pensar que escucharía de nuevo su voz, así que decidió seguir con la conversación.

—¿Entonces que puede un hombre como tú, ofrecerle a un príncipe como yo?

Jimin sonrió, esperando ansiosamente la respuesta del misterioso hombre que lo observaba a sus espaldas. Y espero unos segundos en esa eterna oscuridad en la cual solo eran participes ellos dos. Escucho los suaves pasos del contrario acercarse lentamente hasta los suyos, agacho la mirada sintiéndose satisfecho con solo ver los rosados pies de aquel hombre.

Y un cálido hormigueo se posó en su vientre cuando las suaves manos del hombre comenzaron a deslizarse por la tela de seda blanca alrededor de su cintura, donde las yemas solo un poco callosas de Cupido viajaron desde sus costillas hasta terminar en su ombligo con un abrazo acogedor.

—Un hombre como yo, lo único que puede ofrecerte es amor. Mi amor incondicional —hizo una pausa, asegurándose que el príncipe escuchara atentamente. Y acerco lentamente la suavidad de sus labios donde terminaba el cuello del castaño, deseando dejar una marca—. Y voy a amarte como nunca nadie lo ha hecho, pero nunca podrás verme tal y como soy ¿Estarías dispuesto a eso, solo por mí?

Jimin trago saliva, sus mejillas pasaron de estar rosadas a un intenso rojizo, su piel se erizo y su corazón se emblandeció. Vestido con telas y ropas de mujer, ya no se sentía tan vulnerable como antes. Ya no había joyas ni esmeraldas bonitas pero vacías que lo abrazaran en la noche, si no, que ahora había un cuerpo, un alguien, un hombre que lo sujetaba con sus pálidos brazos bajo la luz de la luna.

Sonrió, completamente feliz.

—Con eso, y con todo lo que tú desees. Mi amado.

Estaba enamorado.

[:🏹:]

Corto pero bueno jeje.
Xoxo

Flechazo al corazón [YOONMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora