La rutina en el jardín de niños solía salirse de la palabra "rutina", al contrario de ello, solía ser un lugar caótico, con niños por todos lados, riendo, gritando y llorando.
La señorita Hoon-ie tendría una actividad con el grupo fuera del salón, por lo cuál salió con su grupo de niñitos al patio.
Gojo y Geto no se soltaban de la mano. Habían pasado ya algunos días desde la primera vez que entraron al preescolar, y esos niñitos siempre se encontraban en su burbuja, dónde solo existían ellos dos. Y es que, a decir verdad, no era necesario jugar con nadie más, ya que ellos solitos se entendían por completo, era una conexión que tuvieron desde el primer día.
En la actividad que la maestra les puso, los chiquillos debían esconderse en parejas y ser buscados por otros, mientras la mayor observaba que los alumnos no se salieran de su rango de visión.
Para esto, Geto y Gojo, habían ido a esconderse detrás del árbol donde se conocieron por primera vez. Entre risas cómplices, se sentaron y cubrieron sus boquitas con sus manitos para no provocar ningún ruido, y así, no fuera tan fácil encontrarlos.
Desde su inigualable escondite, observaban como los niños corrían por afuera, correteando y buscando al resto de compañeros.
- ¿Será muy difícil encontrarnos? - Cuestionó Gojo, mientras volteaba a ver al pelinegro, que soltaba una risita.
- Creo que solo tu y yo conocemos este lugar, además de la señorita Hoon-ie.
Su voz entre risas contagio al peliblanco, riendo con él hasta taparse nuevamente su boca, ya que de un momento a otro, estaban haciendo mucho ruido entre ellos.
Pasaron minutos de silencio total, dónde ambos niñitos solían mirarse entre si, se sonreían o reían en complicidad, echaban vistazos hacia el patio, y entre más sumidos se encontraban en su burbuja, olvidaron la razón principal por la cual estaban afuera del salón.
- Creo que ya no van a buscarnos. - menciono el pelinegro, algo asustado cuando ya no escucho mucho ruido.
El albino puso atención y cuando asomó su cabeza fuera del escondite, el pelinegro imitó su acción, asomando solo sus pequeñas cabezas para echar un vistazo afuera, al no escuchar nada, se voltearon a ver y justo cuando iban a meterse, una niña de cabello castaño se les apareció en frente.
- ¡Ya los encontré, aquí están! - exclamó la pequeña niña, emocionada y dando saltos de alegría por encontrar al dúo que entre todo el grupo, no lograban encontrar.
Esto provocó, que los pequeños se golpearan la cabeza por accidente por el sobresalto que la niña les provocó, tanto así que ambos se miraron con los ojos llorosos.
- ¡Me dolió!
-¡Ay, y a mi no! -el albino le enseñó la lengua al pelinegro y este soltó una carcajada, limpiándose una lagrimita que salió de su ojo.
Ambos salieron del escondite, y se quedaron mirando a la niña frente a ellos. Pronto llegaron otros niños del salón, observando con el ceño fruncido al par.
- Yo me llamo Shoko, ¿Y uste-...¡Hey! - la niña después de presentarse, observó ofendida a los niños que llegaron a empujarla de su lugar.
- Ellos siempre están juntos. - señaló uno de los compañeritos hacia el dúo que ya se encontraban tomados de la mano. Los chiquillos solían ser inconscientes de sus acciones a la hora de estar juntos, sin embargo para ellos no era raro, ni mucho menos molesto. Era una sencilla muestra de lo bien que se llevaban.
- Ay, ¿Y a ti que te importa? - le respondió el albino, afianzando su agarre a la manito del pelinegro, el cuál parpadeó y miro a su alrededor. De no ser por ese agarre, seguiría disociando, y no prestaría atención realmente a lo que pasaba en ese momento.
- Pues deberían ser más amigables y jugar con nosotros. - respondió el que llegó primero.
- ¡Si, ya suéltalo! - otro de los compañeritos tomo de los hombros al pelinegro para alejarlos, mientras el otro también empujó al peliblanco para así alejarlos.
-¡No, Geto! - chilló el albino de ojos azules, que con un puchero observo como otros niños se llevaban a su amiguito de cabello negro.
-¡Satoru! - alcanzó a gritar el de cabello negro cuando desapareció de la vista del albino.
- Ay, ¿Ya vas a llorar? Ni te estamos haciendo nada, solo queremos jugar contigo. - ambos niños observaban al albino.
- Además, tu cabello es bien raro, ¡Igual que tus ojos! - señaló uno de ellos mirando a Gojo, soltando una risilla.
-¡Eres como un abuelito!
Los niños entre sus tontos comentarios, reían frente al albino que solo los observaba ofendido.
En ese momento, Gojo se sumió en sus pensamientos de infante. ¿Su cabello y ojos, qué era exactamente lo raro? Su madre le decía que era muy especial por ser su hijo. Nunca le hacía o señalaba alguna diferencia, al contrario, se encargaba de siempre decirle sobre el bonito color de cabello que tenía, al igual que sus ojitos azules resplandecientes. Nadie más en la familia tenía esas características, lo cuál, hacía a Satoru aún más especial y único.
- ¿Y qué? - contestó el pequeño con las mejillas rojas de enojo, sus ojitos habían lagrimeado pero en sus palabras no flaqueo en lo absoluto. - A mi me gusta mucho mi cabello, y ustedes solo son unos tontos.
Los niños pararon sus risas para mirar al albino frente a ellos, se voltearon a ver y volvieron a reír. Pronto, uno de ellos tocó el hombro del albino.
- ¡Te toqué, te toca!
- No va a correr, ¿No ves que es un abuelito?
Y los niños comenzaron a correr entre carcajadas, mientras Satoru los veía con enojo y no dudo en acelerar sus pequeñas piernas para correr detrás de ellos, hasta que alcanzó a uno y lo empujó, logrando que el niño se cayera. No tardaron los segundos para escuchar como lloraba y se sobaba la rodilla, la cuál ya estaba sangrando con un raspón que reveló cuando subió su pantalón.
La señorita Hoon-ie aceleró su paso hasta llegar al niño que lloraba.
- A ver, niños, ¿Que pasó? Les dije que no corrieran tan rápido - alzó la voz la maestra para que los alumnos la escucharán, logrando que todos quedarán en silencio, prestando atención a la maestra por la forma en la que revisaba la rodilla del menor. - Este tipo de accidentes pasan, deben tener más cuidado a la hora de jugar. - La maestra llevaba consigo un botiquín, de dónde saco un algodón y agua oxigenada para limpiar la herida del pequeño niño que no paraba de sollozar.
- ¡Es culpa de Satoru, él lo empujó! - dijo el compañerito que al principio les molestó, mirando con el ceño fruncido al albino, que ya estaba agarrado de la mano del pelinegro, el cuál llegó rápido a abrazar al peliblanco, pues después de que llegaran a separarlos, no hicieron más que molestarlo también por su largo y lacio cabello.
La señorita Hoon-ie levantó al pequeño que lloraba y dió por terminada la actividad, por lo que todos los alumnos se fueron a su salón nuevamente. Satoru y Suguru estaban aún tomados de la mano cuando comenzaron a avanzar, como siempre, detrás de todos sus compañeros.
-¿Qué te hicieron, porqué lloras? -cuestionó el de cabello lacio y negro, sujetando con firmeza la manito de su amiguito, que no paraba de llorar, pues sus ojitos escurrían de lágrimas, haciendo que sus ojitos azules brillaran.
- Es que son unos tontos.
- Ya sé, solo son unos payasos, pero ya no llores, ya estamos juntos otra vez.
El pelinegro trato de animar al chiquillo que lloraba con un abrazo, sujetándolo con firmeza con sus pequeños brazos alrededor suyo. Después de estar unos segundos así, y ver qué el peliblanco se encontraba mejor, lo sujeto de la mano nuevamente para adentrarse al salón de clases, cada uno en su lugar. Al final del día, ambos niños se despidieron cuando sus respectivos tutores llegaron por ellos, uno antes que el otro.
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Since kids
FanfictionUna historia donde Geto y Gojo se conocen desde niños. Todo es completamente ficticio. No hay poderes malditos ni mucho menos maldiciones. No creo usar muchas referencias al anime original, más que los personajes principales. Créditos de personaje...