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Desafortunadamente, Satoru se encontraba llorando porque su madre le dió la noticia de que no iría en el mismo salón que Suguru y Shoko.

— Satoru, tranquilo, vas a verlo en el recreo y también cuando salgan de la escuela, además puedes ir a visitarlo a su casa. — La madre del albino se encontraba angustiada, pues era la primera vez en años que su amado hijo de ojos azules se encontraba llorando de tal forma que no podía controlarlo. Lo sostuvo en sus brazos durante un buen rato tratando de calmarlo, pero todo era en vano, ya que el albino no respondía ante sus muestras de cariño y empatía.

¿Y como iba a hacerlo? Si lo que más temía, era alejarse de Suguru. Era un ser tan minúsculo que tenía dentro tales sentimientos de fuerte intensidad. La señora Gojo estaba tan confundida acerca del gran apego que el pequeño había desarrollado al pelinegro, tanto que pensó, seria necesario visitar a un terapeuta. Sin embargo, después de haberse informado un poco, llegó a la conclusión de que su hijo era un ser que sentía todo de manera peculiar y especial, un ser que tenía emociones muy fuertes e intensas y eso estaba bien. Ahora mismo, lo único que quería, era relajar a su pequeño en brazos, el cuál acunaba con tanto amor.

— Mi pequeño, mi dulce sol....— susurraba la madre con tanto cariño hacia aquella criatura en sus brazos. Satoru lucia como un bello desastre.

Con las mejillas rojas y húmedas de todas las lágrimas sabor mar que había derramado hasta ese momento, aquellos hermosos ojos tono cielo que brillaban con una tristeza angustiante, párpados rojos con intensidad, hinchados alrededor y moquitos que sorbía cuando respiraba, los cuales la madre se encargó de retirar con un pañuelo mientras aún lo tenía en brazos.

— Respira cariño, mírame. — la madre sostuvo el rostro con peculiar suavidad, con miedo de hacerle daño a su pequeño tesoro. — Respira conmigo, inhala, exhala, uno, dos....— el pequeño por fin accedió a escuchar a su madre, siguiendo e imitando sus acciones para por fin relajarse.

— Mi vida, ¿No quieres estar lejos de Suguru, verdad?

— N-no....no m-mami...

La señora Gojo de verdad quería entender que pasaba, ¿Había algo que sucedió en el jardín de niños, algún recuerdo o algo que marcara a Satoru de esa forma? Estaba tan preocupada, necesitaba saber que había pasado, si ocurrió algo que orilló al pequeño Satoru a reaccionar así, definitivamente era algo nuevo ver esta faceta del pequeño albino.

— ¿Me dirías porqué, mi cielo? — acunó con cariño las mejillas del peliblanco, dejando suaves besos en sus sonrojadas mejillas, mirándolo con atención.

El pequeño de ojos azules tardó algo en poder hablar, y es que de cierta forma  sentía ¿Vergüenza? No sabía siquiera que era ese dolor en su pecho, ni mucho menos ese nudo en su garganta que ahogaba sus lamentos.

— Ma-mami....

— Mhm....

— Él me cuida...

Su madre al escuchar, sonrió con tanta ternura y asintió hacia sus palabras, alentando a qué el pequeño pudiera hablar más. Quizás eso era lo que necesitaba, ser escuchado. Era tan pequeño y aún así tenía mucho que decir.

— ¿Te gusta estar cerca de él?

— Sí mami

Sentó a su hijo en sus piernas para que así, pudiera verlo a la hora de hablar, el pequeño sostenía sus propias manitas contra su cuerpo, entrelazando sus deditos más tranquilo.

— ¿Te sientes seguro con él?

— Sí mami, siempre. — el pequeño le dió una sonrisa tímida, asintiendo.

Since kidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora