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Habían pasado varios días desde que Suguru había enfermado, sin embargo este día, se encontraba bastante risueño en su casa, algo que su madre no dejo pasar desapercibido.

—¿Qué ocurre? — cuestionó la madre del pelinegro, que se encontraba en la cocina revisando una receta para hacer ese día. — ¿De qué te estás acordando?

El pequeño pelinegro salió de sus pensamientos y volvió a beber un poco del zumo de mango que tenía entre sus pequeñas manos.

— Tengo un amigo mamá.

Esas palabras fueron suficientes para que su madre abriera los ojos de sobremanera y volteara a ver al pequeño, brindando toda su atención para él.

— Oh, ¿Enserio? — la madre dejo de lado su recetario para sentarse y recargar su cabeza en su mano, esperando qué su hijo le contará con lujo de detalle. — Cuéntame, ¿Cómo se llama?

El pequeño pelinegro sostenía su zumo, mirando con ojos grandes y brillosos a su madre. No siempre pasaba tiempo con ella, ya que todo el tiempo estaba ocupada trabajando, era difícil verla y viceversa, el pequeño no tardó mucho en acceder a contarle.

— Se llama Satoru Gojo...

— Ajá, ¿Y cómo es?

— Uh, hmm, y tiene el cabello blanco...

—...¿Ajá ?... —la madre observaba a su pequeño.

— y los ojos azules

— ¿Enserio?

— Sí, y es muy bonito.

— ¡Claro! ¡Gojo! La familia que te acogió cuando estabas enfermo, ¿Verdad? Bueno, no tuve oportunidad de conocerles, tu hermana fue por ti.

Cuando la madre dijo eso, el pequeño Suguru bajo la vista hacia su zumo, soltando un suspiro. Su madre notó esto y de inmediato se acercó a él. Acaricio la longitud de su cabello negro y su rostro, tomando su mentón para verlo.

— Me siento muy feliz de que tengas un amigo nuevo, Suguru, que tal si, ¿Lo invitas a dormir? ¿Te gustaría que venga y así puedo conocerlo apropiadamente?

Tan pronto el pequeño escucho las palabras de su madre, sus ojitos se abrieron y brillaron con tanta ilusión, no dejaba de asentir y musitar pequeños "si, si, si" hacia la mayor.

La señora Geto sabía que a veces no podía estar todo el tiempo al pendiente de sus hijos, pero quería brindarles lo mejor, y sabía que parte de eso, era sacrificar aquellas horas de familia, en el trabajo.

— Entonces, a ver... — la madre buscó en una de sus tantas agendas el número de la familia Gojo, puesto que su hija lo había pedido para no perder el contacto con aquellas personas que habían ayudado al pequeño Suguru. — Aquí está, lo encontré.

Suguru miraba con atención a su madre, con el popote del zumo en su boca, mordiendo este impaciente. Ella estaba al tanto de que el pequeño no dejaba de verla y le sonrió, llamando a la casa de dicha familia.

— Señora Gojo, buenas tardes. Soy la madre de Suguru.

La llamada continúo en una larga sesión de agradecimientos y risillas, dónde la madre logró preguntar si el pequeño amigo de su hijo podía ir a quedarse a dormir, en una pijamada donde los pequeños pudieran convivir, después de un par de acuerdos, colgó la llamada, dónde se agachó para ver a su pequeño hijo de mejillas rosadas, el cuál le miraba con emoción e ilusión.

— Bueno, al parecer, hoy tendré la oportunidad de conocer a los Gojo, ¿Eh?

— ¡Sí! — respondió Suguru, alargando la 'i' — ¡Gracias mami! —el pequeño saltó de felicidad y dejo el zumo en la mesa, para después ir hacia su madre, aferrándose a los brazos de la mayor. — ¡Gracias, gracias, gracias mami!

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