Since kids

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El día transcurría normal dentro del salón de clases del jardín de niños "Iluminados por el Sol." Entre actividades no tan sencillas y otras complejas para algunos alumnos, se pasaban las horas, ya no quedaba mucho tiempo para partir de la escuela, así los pequeños podrían irse a sus casas a descansar.

Después del incidente de días anteriores, Suguro y Satoru estaban más unidos que nunca, no permitiendo la entrada de nadie más a su círculo social, a excepción de la pequeña Shoko, que aquel día, estuvo defendiendo al par.

Días anteriores.

- A ver, pueden decirme, ¿Qué pasó entonces?

La maestra Hoon-ie había apartado un poco de su tiempo de clase para hablar con los tres chiquillos, dónde los dos pequeños se encontraban tristes y callados, a diferencia de la pequeña castaña, que estaba enojada.

- Maestra, es que ellos llegaron a molestar primero.... - a la pequeña le temblaba la voz, apretando sus manitas en puñitos. - Yo encontré el escondite de Gojo y Geto, y les iba hablar bien hasta que ellos llegaron a separarlos.

- Y además molestaron a Satoru hasta hacerlo llorar. - agregó el pelinegro que sostenía con fiereza la manito de su amiguito de cabello blanco, que hasta el momento no decía nada por estar tan sumido en sus pensamientos.

- ¿A ti te hicieron algo, Suguru? - cuestionó la maestra, a lo que el pelinegro asintió efusivamente con las mejillas rojas.

- Dijeron cosas de mi cabello largo.

- ¿Gojo? - tras escuchar al pequeño pelinegro, la maestra desvío la mirada hacia las manitas agarradas y después hacia el albino, inmutable. - ¿Te hicieron algo?

Y Gojo asintió, derramando lágrimas de sus ojitos, tratando de mantener la vista alta al hablarle a la maestra. - Me dijeron cosas de mi cabello y ojos maestra, y yo me enojé mucho, por eso cuando me empujaron yo lo devolví tal como lo sentí. - y es que, a parecer de Gojo, el empujón que le había dado al pequeño, era para tratar de hacer, que sintiera lo mismo que Satoru sintió cuando le dijo esas cosas de su aspecto, apretujando su corazoncito un poco.

- Muy bien, vamos a recabar está información; Satoru y Suguro estaban escondidos, Shoko llegó; al encontrarlos trato de hablarles, pero después llegaron los otros dos a molestar y los separaron, ¿Verdad? Y fue cuando los molestaron a ambos y el enojo de Satoru provocó el accidente de la caída, ¿No es así? - los tres pequeños asintieron a lo que dijo la maestra.

- La próxima vez que vuelva a pasar algo así, una situación donde los estén molestando otra vez, debo ser la primera en enterarme. De momento, no quiero decir que se lo merecía, pero, se lo merecía. Satoru solo quería defenderse de lo que pasó y está bien, la violencia no es justificable, las cosas no se arreglan así, ¿Entendido? - dictó con firmeza la maestra, observando a los tres pequeños, que de ellos, el que aún seguía brotando lágrimas de sus ojitos era Satoru, a lo que Geto trataba de animarlo jalando su manita y apretándola. - Son pequeños, aún les falta mucho por aprender y conocer, pero deben de saber, que siempre habrá gente a la que no le gusta ver felices a otros. En este caso, a sus compañeros no les ha de gustar que ustedes se vean tan bien juntos, y Shoko - volteo a observar a la pequeña castaña que tenía sus mejillas rosadas aún - gracias por decirme la verdad desde tu punto de vista. Al final de las cosas, yo siempre voy a enterarme de todo lo que pase con mi grupo, son mis pequeños y trataré de siempre hablar y entenderlos a ustedes, ¿Vale? Ahora ánimo, que no me gusta verlos con las caras largas, tengan. - les entrego a cada uno una paleta de sabor, la cuál fue recibida con entusiasmo por parte de los pequeños que soltaron una risita.

Los tres pequeños escucharon a la maestra con atención y parecía que podían dejar un peso atrás. Después de eso, Shoko era un poco más cercana a los pequeños, era la principal defensora del par y de la amistad tan bonita que ellos tenían.