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Habían pasado ya algunos meses desde que los pequeños habían ingresado a la primaria. 

Al parecer mantenían un buen desempeño escolar, ya que eran los niños de los cuales más hablaban los profesores.

Estaban en el recreo tomando su almuerzo, los pequeños cuatro amigos que a este punto se habían vuelto inseparables.

— Ya va a ser mi cumpleaños, así que, ¡Pijamada en mi casa! — exclamó Shoko con felicidad, mirando a sus amiguitos que le aplaudían. — Gracias, gracias, tengan la invitación.

Les entregó a los tres pequeños a su lado una tarjeta con adornos que ella misma había hecho.

Días atrás en casa de Shoko.

— Entonces, ¿que vas a querer de regalo de cumpleaños? — cuestionó la madre de la castaña que se encontraba acomodando la fruta en su lugar, mientras la pequeña también estaba  ayudando a su madre.

— Una pijamada con mis amigos.

La madre se sorprendió ante la respuesta inmediata de la pequeña, ya que no esperaba aquello.

— ¿Enserio, una pijamada cariño?

— Sí mami, quiero que venga Utahime, Satoru y Suguru. — la pequeña sacudió su ropa después de estar en el suelo y se levantó, mirando a su madre con una sonrisa acompañada de sus rosadas mejillas. — Por favor mami, solo eso.

— Eh, muy bien, supongo que solo me comunicaré con sus madres para decirles, ¿Está bien?

— ¡Sí, yo haré las invitaciones!

La pequeña castaña minutos después de aquella plática, se encontraba entusiasmada realizando las invitaciones para sus amigos. Eran completamente personalizadas para cada uno: Satoru con dinosaurios, Suguru con vaquitas y Utahime con flores de colores. Estaba feliz de por fin hacer una pijamada con sus amigos y que mejor regalo de cumpleaños que ese.

Fin del recuerdo.

— Me gusta, ¡Tiene dinosaurios! — exclamó el albino completamente risueño con la invitación entre sus manos. A decir verdad, la actitud del pequeño había cambiado, era cuestión de acostumbrarse a la escuela y asegurarse que sus amigos seguirían ahí para él.

— Es muy bonita, la guardaré por siempre Shoko. — respondió Utahime con las mejillas rosadas, le encantaban las flores. Cabe destacar que la pequeña había formado un lazo de amistad impecable con la castaña, se ayudaban, trabajaban y reían juntas, eran el dúo perfecto.

— Yo haré lo mismo. — replicó Suguru, que ya había guardado la carta en su lonchera. Al principio era el pequeño al que más trabajo le costaba expresarse, pero a medida que su amistad con Satoru avanzaba, él lo hizo también. Evolucionó a un pequeño más seguro de sus palabras, acciones y un buen apoyo para su adorado albino, sin dejar de lado a las otras dos pequeñas que también adoraba.

— ¡Estoy tan emocionada, ya quiero que llegue el día! — Shoko terminó por expresar su emoción, continuando con su lunch del día. Si de algo estaba segura, era que se sentía cómoda con sus amiguitos y los quería muchísimo, incluyendo a Utahime. Era la niña con la que congeniaba mejor.

Los pequeños continuaron consumiendo sus alimentos durante el recreo y después de despedirse, siguieron sus clases normales hasta el final de la jornada.

A decir verdad, las madres ya sabían acerca de la pijamada, sin embargo, la madre de Shoko no le quitaría la emoción de hacer entrega de sus invitaciones oficiales.

Since kidsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora