𝐃𝐲𝐧𝐚𝐦𝐢𝐭𝐞

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𝑷𝒓𝒐𝒕𝒂𝒈𝒐𝒏𝒊𝒔𝒕𝒂𝒔: 𝑳𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒚 𝑬𝒓𝒊𝒏.

—¡Tío! —chilló la pequeña cuando entró corriendo en la casa familiar, seguida de cerca por sus padres.

Lando se giró en la cocina para ver a su diminuta sobrina ir hacia él. Se agachó y la cogió en brazos justo antes de que ella se tropezara.

Se acercaban las fiestas de Navidad y, como la familia al completo no iba a poder reunirse entonces, habían decidido organizar una comida unas semanas antes.

Hey sweetheart! ¿Me has echado mucho de menos? Yo te he echado mucho de menos —habló de manera exagerada con ella, que asintió y le besó la mejilla para luego abrazarse al cuello de su tío—. Me vas a matar de amor un día de estos...

—¡No! —exclamó la pequeña con una repentina mirada triste.

—¡Lando! No le digas esas cosas a la niña —lo regañó su madre desde la cocina. Al mismo tiempo, su hermano Oliver llegó a su altura y lo saludó con un abrazo, dejando a la niña en medio de ellos.

—¡Papi! ¡Me aplastas! —se quejó ella dramáticamente, consiguiendo que su padre alzara una ceja en su dirección y se separara de ella.

—Vale, ya me voy. ¿Te quedas con tu tío? —le preguntó Oliver en el momento en que su mujer, Savannah, aparecía de nuevo en la sala después de haber dejado a su otra hija, Mila, durmiendo en una habitación cercana. Ella rio mientras se acercaba a Lando y extendía los brazos hacia su hija, que imitó el gesto—. Increíble.

—Ni que no conocieras a tu hija —apuntó Sav mientras recogía a la niña de los brazos de Lando—. Le encanta vacilarte, ¿verdad, Amy?

La pequeña, de algo menos de cuatro años, sonrió maliciosamente mientras asentía. Sav le sonrió de vuelta y frotó su nariz con la de su hija en un gesto cariñoso. Oliver rodó los ojos e hizo el amago de marcharse a algún otro lugar, pero el llamado de su madre lo detuvo.

—Oliver Norris, ven ahora mismo a ayudar. La embarazada es tu mujer, no tú —demandó, aunque no pudo evitar reírse al ver la cara de su hijo mayor—. Es para que te dejen en paz un rato, cariño.

Lando y Sav vieron, junto a Amy, cómo Oliver suspiraba antes de dirigirse a la cocina. Después, Lando las dirigió hasta el salón, donde se sentó con Amy al lado; Sav se quedó de pie.

—Vengo ahora, voy a ver a Mila. ¿La vigilas por mí, por favor?

—Claro, ve tranquila —le sonrió él, mientras la niña le tocaba el brazo. Se volvió hacia ella, sonriendo sin mostrar los dientes, esperando a que ella dijera algo.

—Tío, ¿te puedo contar algo? —susurró Amy. Lando agachó la cabeza.

—Te escucho.

—Me gusta mucho el cole —declaró simplemente y el chico no pudo evitar sonreír.

—¿Ah sí? —preguntó y su sobrina le asintió—. ¿Qué es lo que más te gusta de momento?

Amy frunció los labios de manera graciosa, pensando en cuál de todas las cosas le gustaba más.

—Bueno, me gusta mucho el patio, hay un tobogán naranja muy bonito, ¿sabes? Le pregunté a mi profe si podía llevarte pero dijo que seguramente eras demasiado grande para bajar por él.

—Seguramente sea así —concordó Lando mirándola atentamente.

Amy era maravillosa y Lando se había enamorado de ella desde el momento en que la niña le había cogido un dedo con su diminuta manita, cuando apenas tenía unos días de vida. Según ella, él era su tío favorito, y claro, él se sentía orgulloso de serlo y fardaba de ello. ¿Cómo no hacerlo cuando la niña se acordaba de él sólo con ver el color naranja? Como el de aquel tobogán.

𝑭𝑨𝑺𝑻 𝑳𝑨𝑷𝑺 || 𝐅𝐨𝐫𝐦𝐮𝐥𝐚 𝟏 𝐒𝐡𝐨𝐫𝐭 𝐒𝐭𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora