Capitulo 25: Adicta A El & Un Buen Lió

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Después de varias horas de trabajo y que avisaran que el jefe estará reuniéndose con nosotros rápido recordé que Jaime es muy estricto con las fechas de cobro al extremo de hostigar.

Me sumerjo en el trabajo durante unas horas, persigo pedidos y respondo correos electrónicos.

A las doce, Luisa deja una caja sobre mi mesa.

—Ha llegado esto para ti. —Anda Luisa se ha convertido ninja o yo estoy demasiado de distraída que no he oído la puerta.

—Gracias, Luisa.

Miro la caja blanca. Sé de quién es. La abro,  íntimamente emocionada, y miro a mí alrededor para asegurarme de que nadie me está prestando atención. Dentro hay un pastelito de chocolate y otro de vainilla. Me río a carcajadas por su mensaje sublime y Luis levanta la cabeza de inmediato de su mesa de trabajo. Le hago un gesto con la mano para decirle que no es nada. Pone los ojos en blanco y vuelve a sus bocetos.

Cojo la nota y la abro.

LAS TRAVESURAS CUESTAN, NENA  Y  LAS VENGANZA SON MUCHO MAS DULCE.
BS, D.

Sonrío, cojo el pastelito y le hinco el diente. A continuación, agarro la carpeta y me dirijo al despacho de Jaime. Luisa me sigue con una bandeja llena de té y pastelitos.

—¡Espéranos! —gimotea Luis para que lo esperemos a él y a Marie, que contempla cómo me meto el último trozo de pastel en la boca. Me mira con envidia cuando me limpio la comisura de los labios—. Yo quiero uno de ésos,  Luisa—dice mientras estudia con atención la bandeja que ella ha dejado sobre la mesa de Jaime.

—Hay milhojas de vainilla.

—¡No puedo ni olerlos! —ladra Marie al tiempo que se sienta en uno de los sillones semicirculares que hay colocados alrededor de la enorme mesa.

—No me digas que estás otra vez a dieta —protestan Jaime y  Amid como si no fuera la primera vez que dice algo como eso.

—Sí, pero ésta funciona —repone feliz.

En serio, la chica está tan flaca que no se la ve de perfil, pero cada semana está con una dieta distinta.

Me siento a su lado y Luis se une a nosotras. Luisa nos pasa una hoja de cálculo con el estado de los pagos de los clientes antes de servirnos el té y sentarse. Miro la lista de facturas, todas están marcadas como  «Pagada» o «Pendiente», pero al pasar el dedo por la página veo una subrayada en la sección de «Impagos». Sólo hay un cliente en esa columna. Uno sólo.

«¿Cómo?»

Me estremezco por dentro. Toda esperanza de evitar cualquier tipo de referencia al señor Park se ha desvanecido. El muy idiota aún no ha pagado la factura de la primera visita. ¿En qué piensa? Levanto la mirada y veo a mi jefe repasando la misma lista que yo, igual  que Luisa y Luis, que me miran a la vez con idéntica expresión en la cara. Es esa mirada de «Ay, pobre». Me hundo en el sillón, preparándome para la que se  avecina. Joder nunca me había pasado siempre he sido de las mejores en su trabajo. Dylan es definitivamente una mala influencia laboralmente.

—Emma Morgan, tienes que contactar con el señor Park y darle un tirón de orejas o de pelo. ¿Cómo van las cosas? —me pregunta con una voz que la verdad no me agrada. Ay, Dios que como  me va?.  No he rellenado los formularios de cliente, a penas no tengo salvo el informe inicial; no he enviado presupuestos; no he definido mi papel en el proyecto, si voy a limitarme a diseñar o si voy a diseñarlo y a dirigirlo. Maldita seas Dylan!

No he hecho nada. Bueno, en realidad sí, pero no está relacionado con el trabajo. Ni siquiera he pedido que se le envíe la factura para la segunda reunión por llamarla de alguna manera, esa de la que salí corriendo sin sujetador. Y, por cierto, ¿dónde está ese sujetador? Es uno de mis favoritos.

Maravilloso Secreto. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora