Capitulo 28: A Dicho Por Favor?

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Me despierto y me siento fría y vulnerable, y sé de inmediato por qué.


¿Dónde está? Me incorporo y me aparto el pelo de la cara. Se encuentra en el diván, agachado.

 

—¿Qué estás haciendo? —Tengo la voz ronca, de recién levantada.

 

Levanta la vista y me deslumbra con su sonrisa, reservada sólo para mujeres. ¿Cómo es que está tan despierto?

 

—Viéndote.

 

Metro de adorable músculos, aún más maravilloso con un pantalón de deporte corto y negro y una camiseta blanca claro está de tirantes. Me relamo y sonrío con admiración parece que estaba haciendo ejercicio. Está sin afeitar. Me lo comería de desayuno, almuerzo  y cena y si me dejan me lo como entre merienda.

 

—Yo también estoy disfrutando con las vistas.

 
Lo miro a los ojos y veo que me está mirando el pecho con una ceja levantada y una media sonrisa plasmada en la cara. Sigo su mirada y veo que la camisilla que le cogí a noche esta chueca y con mi pecho en pura exhibición. Las dejo como están y pongo los ojos en blanco.

 

—¿Qué hora es? —Siento una punzada de pánico y me da un vuelco el estómago.

 

—Las seis y algo creo...

Lo miro con una cara de pocos amigos cuanto tiempo a estado mirándome dormida, y por qué no me levanto joder tengo que ir a trabajar. Odio llegar tarde al trabajo. Él es muy mala influencia pero la verdad es que cada vez me siento más y más enamorada de este imposible, controlador hombre. Dios  que hare cuando el descubre todo de mi vida pasada y salga corriendo de mi lado y me rompan el puto corazón otra vez.....

   

Levanto la vista y veo una botella de agua ante mis narices. La cojo, agradecida, y me bebo el maravilloso líquido helado. Me seco la boca con el dorso de la mano.

 

—Llenaré la bañera. —Me mira con simpatía, pero también detecto cierto deleite. ¡Capullo engreído!

 

Me levanta y me lleva agarrada a él, como ya es habitual, igual que un chimpancé.

 

—No tengo tiempo para un baño. Mejor me doy una ducha —digo. Lo que daría por poder acurrucarme bajo las sábanas y no despertarme hasta la semana que viene.

 

—Tienes tiempo de sobra. Desayunaremos e iremos al club a media mañana.

 

Me besa la frente y se va al cuarto de baño.

 

¿Cómo que al club? ¿Para qué? Entonces caigo en la cuenta, antes de que mi cerebro tenga ocasión de ordenarle a mi boca que articule la pregunta. ¿Decía en serio lo de que él era mi cita de todos los días hasta el final del año?

 

«¡Mierda! maldita seas Dylan!»

 

Las cien mil libras eran para mantener a mi jefe callado mientras disfruta de mí mañana, tarde y noche. Maldita sea. ¿Y qué pasa con mis otros clientes, con Patrick, que es mi otro cliente importante? Él solito es capaz de multiplicar por diez los ingresos de Jaime. Ay, Dios, creo que van a pasar por encima de alguien.

Maravilloso Secreto. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora