Maratón Capitulo 4/5

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Conducimos hacia donde se encuentra Dylan debatiendo sobre las ventajas de los hombres dominantes y específicamente un hombre como él. Ambas llegamos a la misma conclusión en el sexo unos Dioses y no a los demás aspectos de la relación.

 

 

El problema es que Dylan se las ingenia para meter el sexo en todos los aspectos de nuestra relación y lo usa, en general, para salirse con la suya. Y da la sensación de que yo no soy capaz de decir que no, así que estoy condenada. Puede que dentro de una hora todo haya terminado.

 

 

Sólo de pensarlo me duele el estómago como nunca, pero tengo que ser sensata. Ya estoy metida hasta el cuello.

 

Salgo de la carretera principal y cojo el desvío hacia las puertas de hierro. No sé cómo rayos Irene me dejo guiar su bebe. Se abren de inmediato para dejarme pasar.

 

—¡Madre mía! —exclama ella cuando avanzamos por el camino de grava flanqueado de árboles.

 

 

Ya está boquiabierta y ni siquiera ha visto todo todavía.  Llegamos al patio. Hay mucha gente.

 

—¡La madre que me parió! —La mandíbula le llega al suelo al descubrir  qué grande es y hermosa.  Se  inclina  hacia  adelante  en  el asiento—.¿Vaya es el dueño de esto?

 

—Sí. Ahí está el coche de Daniel. —Aparco junto al Porsche.

   

 

—No me puedo creer que venga a comer aquí —farfulla, y se acerca a mi lado del coche—. ¡La madre que me parió!

 

Me río ante el asombro de ella, que no suele sorprenderse fácilmente me recuerda cuando llegue por primera vez. La llevo hacia los escalones de la entrada, donde me imagino que Brock saldrá a recibirnos, pero no es así. Las puertas están entreabiertas y las franqueo. Me vuelvo hacia Irene, que lo mira todo boquiabierto y pasmado. Los ojos se le salen de las órbitas ante lo espléndido del lugar.

 

—Irene, te va a entrar una mosca en la boca —la regaño de broma.

 

—Lo siento. —La cierra—. Este lugar es muy elegante.

 

—Ya lo sé.

 

—Quiero que me lo enseñes —dice, y alza la cabeza para mirar a lo alto de la escalera.

 

—Que te lo enseñe Daniel —le contesto—, yo necesito ver a Dylan.

 

Dejo atrás el restaurante y me dirijo hacia el bar, donde me encuentro a Daniel y a Kevin.

 

El primero de ellos me lanza una gran sonrisa picarona y le da un trago a su cerveza, pero la escupe al ver a Irene detrás de mí.

 

—¡Joder! ¿Qué estás haciendo aquí?

 

Maravilloso Secreto. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora