Capítulo 15

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Proverbios 3:5-6

El sacerdote Jimin cerró los ojos con cansancio mientras se recostaba en su cama, dejando que la oscuridad de la noche lo envolviera lentamente. Con cada respiración, se sumergía más profundamente en el reino de los sueños, donde los recuerdos del pasado aguardaban pacientemente para ser revividos una vez más.

En su sueño, Jimin se encontraba bajo un cielo oscuro y nublado, sintiendo las gotas de lluvia acariciar su rostro con su frescura revitalizante. A su lado, estaba Kim Taehyung, su mejor amigo y el primer hombre que amó en su juventud, con una sonrisa radiante que iluminaba incluso los días más sombríos.

Juntos, caminaban por un parque bajo la lluvia, saltando entre charcos y riendo como niños despreocupados. El sonido del chapoteo del agua y sus risas llenaba el aire, creando una melodía de alegría y libertad que parecía eterna.

Jimin y Taehyung se miraron el uno al otro con complicidad, sus ojos brillando con la chispa de una amistad profunda y un amor perdurable. En ese momento, no existían preocupaciones ni responsabilidades, solo la pureza del presente compartido.

Se aventuraron más profundo en el parque, jugando con el lodo y permitiendo que la lluvia lavara sus preocupaciones y temores. Cada risa y cada abrazo fortalecía el vínculo que compartían, una conexión que trascendía el tiempo y el espacio.

La lluvia seguía cayendo, pero Jimin y Taehyung no se detenían, inmersos en la felicidad del momento presente. Para ellos, cada instante era un tesoro precioso, una reminiscencia de la amistad y el amor que habían compartido a lo largo de los años.

A medida que el sueño llegaba a su fin, Jimin se aferraba a ese recuerdo con gratitud y añoranza, sabiendo que, aunque el tiempo pudiera separarlos físicamente, el lazo que los unía permanecería inquebrantable en lo más profundo de su corazón.

Con una sonrisa serena en su rostro, el sacerdote Jimin se sumergió aún más en los brazos del sueño, llevando consigo la luz y el calor de aquellos momentos compartidos bajo la lluvia, donde el amor y la amistad brillaban eternamente.

El sol se filtraba a través de las cortinas entreabiertas de la habitación de Park Jimin, pintando un patrón de luz y sombras en las paredes blancas. Con un suspiro, el sacerdote se despertó, sintiendo el peso de la culpa apoyado sobre sus hombros.

Su sueño había sido tumultuoso, plagado de imágenes del pasado que se habían entrelazado con su presente de manera inquietante. En la neblina de su mente, vio a Kim Taehyung, su antiguo y perdido amor, caminando hacia él con una sonrisa triste en los labios. Cada palabra no dicha, cada gesto no hecho, parecía pesar sobre él como una losa.

Jimin se sentó en la cama, pasando una mano por su cabello desordenado mientras luchaba por deshacerse de las imágenes que persistían en su mente. Había dedicado su vida a servir a Dios, a cumplir con sus votos como sacerdote, pero en lo más profundo de su corazón, aún albergaba sentimientos que creía haber enterrado hace mucho tiempo.

La brisa de la mañana entraba por la ventana abierta, llevando consigo el canto de los pájaros y el suave aroma de las flores en el jardín del convento. Pero para Jimin, era como si estuviera atrapado en una neblina oscura, incapaz de encontrar la claridad que tanto anhelaba.

Se pasó la mano por el rostro, sintiendo la tensión acumulada en sus músculos. ¿Qué significaba ese sueño? ¿Por qué seguía atormentándolo el recuerdo de Taehyung después de tanto tiempo?

Con un suspiro, Jimin se levantó de la cama y se arrodilló frente al pequeño altar en su habitación. Encendió una vela y cerró los ojos, dejando que sus pensamientos se aquietaran mientras buscaba la guía divina que tanto necesitaba en ese momento de confusión.

—Señor—murmuró en voz baja, su voz apenas un susurro en la quietud de la habitación. —. Permíteme encontrar la paz en medio de esta tormenta. Dame la fuerza para superar estas dudas que me acosan.

Sus palabras se perdieron en el silencio, pero Jimin sentía como si una presencia tranquilizadora lo envolviera, brindándole consuelo en su momento de necesidad. Se quedó así durante un largo rato, sumido en la oración silenciosa, buscando respuestas que parecían esquivarlo.

Finalmente, se puso de pie, sintiendo un ligero alivio en su corazón. Sabía que no podía cambiar el pasado, ni tampoco podía permitir que sus sueños lo consumieran. Lo único que podía hacer era seguir adelante con fe y determinación, confiando en que Dios lo guiaría por el camino correcto.

Con un nuevo sentido de propósito, Jimin se preparó para enfrentar el día que se extendía ante él. Aunque las sombras del pasado podían perseguirlo, sabía que también llevaba consigo la luz de la esperanza, una luz que nunca se extinguiría mientras mantuviera su fe intacta. Se alisto después de su baño y fue bajando las escaleras del seminario. 

El aroma del café recién hecho y el sonido de los platos chocando suavemente llenaban el comedor del templo de Dios cuando Park Jimin descendió las escaleras para desayunar con sus compañeros. Se sentía renovado después de su encuentro matutino con la divinidad, pero aún así, las sombras del pasado acechaban en las profundidades de su mente.

El rostro de Jimin se iluminó con una sonrisa al ver a los miembros del templo reunidos alrededor de la mesa, compartiendo risas y conversaciones en un ambiente cálido y acogedor. Se unió a ellos con gratitud en el corazón, sabiendo que estos momentos de camaradería eran un regalo precioso en medio de las luchas diarias.

—¡Buenos días, hermanos y hermanas!— saludó Jimin, tomando asiento entre ellos.

—Buenos días, Padre Jimin— respondieron en coro, devolviéndole la sonrisa.

Mientras saboreaba su desayuno, Jimin se sumergió en la conversación animada, compartiendo anécdotas y chistes con sus compañeros. Sin embargo, en el fondo de su mente, seguía reflexionando sobre las palabras de la oración matutina y buscaba una manera de transmitir el mensaje que había recibido.

Después de terminar su desayuno, Jimin se puso de pie, llamando la atención de los presentes.

—Hermanos y hermanas— comenzó, su voz resonando con calidez y sinceridad —. Hoy quiero compartir con ustedes un versículo que ha estado en mi corazón desde que me desperté esta mañana. Proverbios 3:5-6 nos enseña: 'Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas'—

Una pausa reverente se apoderó del comedor mientras todos absorbían las palabras de Jimin. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando el rostro del sacerdote con un resplandor sereno.

—En estos tiempos de incertidumbre y confusión— continuó Jimin —. Es fácil perder de vista nuestro camino y permitir que el miedo y la duda nos dominen. Pero debemos recordar que Dios está con nosotros en cada paso del camino. Si confiamos en Él con todo nuestro corazón y seguimos sus enseñanzas, Él nos guiará hacia la luz y la verdad.

Un murmullo de asentimiento recorrió la mesa mientras los presentes reflexionaban sobre las palabras del sacerdote. Jimin los miró con afecto, sintiendo una profunda conexión con cada uno de ellos a través de su fe compartida.

—Que esta mañana nos recuerde el poder de la fe y la importancia de confiar en el Señor en todo momento— Concluyó Jimin, inclinando la cabeza en una breve oración de gratitud.

Con corazones ligeros y espíritus renovados, los miembros del templo se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la capilla para asistir a la misa matutina, llevando consigo las palabras de sabiduría y esperanza de Park Jimin en sus corazones.

𝐆𝐔𝐈𝐀𝐌𝐄 𝐀 𝐌𝐈 𝐏𝐄𝐑𝐃𝐈𝐂𝐈𝐎𝐍 [ʝӄ+ʝʍ] (ᴇɴ ᴘʀᴏᴄᴇꜱᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora