Ángel Caído (Parte 1)

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Nubes grises cubrían el cielo, denotando cuál era la atmósfera general del día; Lúgubre y deprimente.

Una joven eriza de púas moradas y vestida completamente de negro caminaba cabizbaja por el amplio campo en dirección a su hogar. Sus ropas y semblante daban a entender de dónde venía, regresaba del funeral de su esposo y sus dos hijos, quienes habían fallecido en un accidente automovilístico cuando iban de camino a recogerla del hospital donde trabajaba.

Y todo por culpa de un desgraciado incapaz de controlar la bebida y que para colmo de males logró liberarse de los cargos con una minúscula multa.

.--- "¿Por qué?... ¿Por qué el culpable vive y mi familia tuvo que morir? ---. Se preguntaba mentalmente, sintiéndo como la importancia recorría su cuerpo.

Se suponía que había venido a caminar un rato por el campo para relajarse su mente antes de regresar a una casa vacía, pero estaba claro que no funcionaba, solo reafirmaba su odio por el causante de su miseria y la impotencia de no haber podido hacer nada para salvarlos. Cómo enfermera, estaba acostumbrada a conviví con la muerte, era parte de su normalidad, pero no era lo mismo anunciarle a completos extraños que su ser querido morirá pronto, a ser tú quien se encuentra en esa posición.

No sabía que hacer.

No sabía cómo seguir adelante sin ellos.

No obstante, una singular aura captó rápidamente su atención, era extraño, normalmente siempre había sentido esta sensación de soledad y tranquilidad en el ambiente cuando regressba a casa, pero ahora, se sentía como si se estuviera acercándo a algo o alguien que emanaba un aura llena de positividad. Averiguar el orígen de ese aura no estaba en sus planes pero esa sensación interrumpía su "momento de reflexión", por lo que empezó a buscar de donde provenía.
Cuando estuvo a pocos metros de un río, el cual le servía como marcador para ubicarse, consiguió divisar un particular brillo dentro de un tronco hueco cercano a la orilla, por lo que no lo pensó dos veces y se acercó a él decidida a darle fin a tanto misterio.

Fue entonces que pudo encontrar la causa de aquel aura. En el interior de aquel tronco, un pequeño erizo azul, apenas más grande que un dedo pulgar, dormía de forma apacible envolviendose a mismo con sus, aparentemente, suaves alas blancas a modo de manta, de él emanaba esa sensación llena de paz y tranquilidad, acompañada por un ligero brillo color dorado. Aquel descubrimiento tomó por sorpresa a la mayor, esperaba encontrar cualquier cosa menos algo así, no estaba seguro de lo que era o si era peligroso y, aunque le costará mucho admitirlo, reconocía que verlo así le resultaba adorable hasta cierto punto.

Aquel pequeño ser no tardó en despertarse al sentirse observado, por lo que se incorporó abriendo suavemente sus alas para estirarlas mientras tallaba sus ojitos aún bastante somnoliento. Su mirada pronto hizo contacto con la de la eriza, ambos se miraban con asombro, aunque por parte del erizo alado era había más confusión que sorpresa.

.--- ¿Q-qué se supone que eres? ---. Cuestionó nerviosamente la joven viuda.

.--- ¿Uh? ---. El azulado ladeo la cabeza, no entendía lo que la mayor estaba diciendo.

Al ver la confusión en su rostro, la joven eriza acercó con cierto temor una de sus manos hacia la pequeña criatura, internamente esperaba que este comprendiera el mensaje de que quería que se acercará.
El menor se le quedo viendo durante unos segundos analizando la situación, aún tenía sueño y la mano de aquella mujer lucia mucho más cómoda que ese duro tronco, por lo que priorizando más sus deseos de volver a dormir antes que cuestionarse si aquello era buena idea o no, subió a la mano para luego gatear hacía el centro de la misma, aparentemente aún no sabía cómo usar sus propias alas.

Ante aquello, la jóven de púas moradas no pudo evitar sentir un ligero escalofrío, pues el como este gateaba le producía un leve cosquilleo. Sólo cuando el menor estuvo ubicado en la palma de su mano fue capaz de verlo con más claridad, a pesar de no saber que era, el hecho de que gateara y que no supiera hablar le llevó a la conclusión de que aún era demasiado jóven para hacerlo.

.--- Por lo visto aún eres sólo un bebé, ¿no es así? ---. Sonrió levemente observando como este se recostaba, al parecer su teoría resultó ser cierta, por lo que volvió a envolverse con sus altas.

Acto seguido, aquel pequeño ser comenzó a emitir un intenso brillo, tan potente que la joven eriza terminó siendo temporalmente cegada. Cuando por fin logró recuperar la vista, la eriza quedó sorprendida al ver cómo ese diminuto erizo se había convertido en un bebé aparentemente normal, ya que sus alitas habían desaparecido, dejándolo envuelto en una suave manta blanca en su lugar.

Confundida pero sobre todo asustada, la joven mujer miraba al bebé sin saber que hacer, dejarlo ahí no era opción, llevarlo con las autoridades o a un orfanato tampoco lo era, ya que como iba a explicar que un diminuto erizo alado se había convertido en ese bebé.

Sin embargo, su pánico inicial poco a poco comenzaba a desaparecer al apreciar la tranquilidad que la carita de ese pequeño niño desprendía, durmiendo apaciblemente mientras se aferraba ligeramente a las mantas que lo envolvían. Le traía recuerdos de la época en la que sus hijos tenían el mismo tamaño que este erizo; pequeños, frágiles e indefensos.

No podía dejarlo sólo.

No estaba segura del porqué, pero algo le decía que este niño necesitaba a alguien que lo protegiera.

Quizás no fue ninguna casualidad que ambos se encontraran cuando más se necesitaba.

El destino le estaba dando una nueva oportunidad de recuperar aquello que creía nunca volver a experimentar.

No iba a desaprovechar dicha oportunidad.

--- ... Tranquilo... Ambos vamos a estar bien... ---. Susurro la joven eriza mientras abrazaba al pequeño. --- ... Te prometo que no dejaré que nada malo te pase... Sonic... ---. Sonrió inconscientemente mientras retomaba el camino de regreso a su hogar.

Sonic One-Shot's Donde viven las historias. Descúbrelo ahora