Capítulo 4
Travis
Mientras conduzco de vuelta al rancho, no dejo de pensar en Aly. Tantos años sin verla. En mi mente solo recuerdo a la pequeña pelirroja con pecas en las mejillas. ¿Qué edad tendría la última vez que la vi? Trece o catorce. Jamás pensé que se convertiría en una mujer tan hermosa. Ni en mil años la habría reconocido. No debí ser tan desagradable con ella. Desconoce mi historia, no tiene culpa de nada, solo intentaba ser amable.
No, lo mejor es que se mantenga alejado de mí y no solo por la manera tan primitiva en que reaccionó mi cuerpo al tenerla debajo de mi cuando la arroje a la acera. No puedo permitir que la gente del pueblo la vean conmigo y creen chismes a su alrededor. ¿Qué pensarán los vecinos si la ven hablando conmigo?
Tomo el estrecho camino que me lleva al rancho. Antes he tenido que regresar al pueblo por algo que olvidé. De repente sonrío al recordar a Aly y sobre todo nuestras aventuras. Recuerdo que siempre fue una gran aventurera y también bastante pendenciera. Suelto una carcajada al recordar cuando arrojó una piedra contra la tienda de chucherías de Albert y rompió una de las ventanas, la cual su padre tuvo que pagar más tarde. Estuvo al menos una semana castigada.
Estaciono la camioneta.
—¿Qué te causa tanta gracia? —me pregunta mi padre—. Es la primera vez que te veo reír desde tu regreso.
Dejo de sonreír.
—Es que me acabo de encontrar con Aly.
—Oh, no sabía que estaba aquí. Siempre que viene al pueblo nos visita. Yo sé que viene más por la tarta de cerezas que tanto le gusta, pero no me importa. Es una buena chica. Ya sabes que siempre la consideré una hija. Fue una pena que tuviera que abandonar el pueblo porque Berd no quería dejar el hospital. Según me ha dicho su padre le va muy bien en la ciudad que se instaló.
Mi padre me sigue hacia la casa.
—¿Al final se hizo doctora?
—Estudió para atención en urgencias.
Nos quitamos las botas antes de entrar en la cocina.
—Me alegro por ella. Hace un rato se me acercó a saludarme. No quiero que la vean conmigo, ya sabes la cantidad de habladurías que corren por el pueblo. Con Cooper es diferente, es hombre y además el Sheriff del pueblo, dudo mucho que alguien pongo en tela de juicio su honestidad. En cambio, con Aly sería diferente.
—¿Crees que mantendrás a Alyssa Mckein alejada de esta casa? A esa muchacha nunca le ha importado lo que piensen de ella. ¿Recuerdas cuando le dijiste que todos decían que era un marimacho porque todo el tiempo estaba con vosotros? Estaba sentada en esa misma silla en la que acabas de tomar asiento y ella solo se encogió de hombros y dijo: Me importa una mierda lo que piensen todos esos cretinos. ¿Qué edad tendría, doce?
—Sí o quizás once. Es diferente, papá. Ahora es toda una mujer. Ha dejado atrás las trenzas, las pecas y supongo que ya no habla como una camionera. Era una niña, éramos unos niños. Bueno, debo admitir que a mí nunca me importaron sus palabrotas. A veces creo que hasta se las inventaba.
Suelto otra carcajada.
—Sí, se ha convertido en una joven muy hermosa. Que sea diferente, tengo mis dudas. Creo que sigue siendo la misma de siempre, solo que ahora tiene más filtros que antes. Hace dos años que no viene al pueblo. Su padre no me comentó que vendría, supongo que habrá llegado de sorpresa.
Me encojo de hombros.
—La primera vez que he ido al pueblo la he salvado de ser atropellada.
Mi padre toma asiento.
—¿Qué ha pasado?
—Iba distraída buscando algo en su bolso y un coche venía en su dirección cuando se disponía a cruzar.
—No ha cambiado. De pequeña estuvieron a punto de atropellarla varias veces.
—El caso es que en ese momento no la reconocí. Al regresar ella me dijo quien era. Supongo que su familia le habrá dicho que era yo. Ahora le dije que sería mejor que no la vieran conmigo.
—Respecto tu decisión. De Aly no puedo decir lo mismo. Me voy a retirar la nieve del corral de las gallinas.
Me quedo ahí sentado, pensando en como a causa de Aly ya he soltado dos carcajadas y eso que solo he cruzado tres palabras con ella. Mis risas han sido provocadas por los recuerdos y los buenos momentos que pasamos en nuestra infancia. Se me hace extraño que en todos estos años no haya pensado en ella, que en mis conversaciones con Cooper su nombre apenas se haya mencionado. No, si lo mencionó en varias ocasiones, es solo que no le presté mucha atención. En ese entonces mis prioridades y metas eran otras. Si lo escuché decir una vez que había dejado el pueblo.
Nunca me la imaginé fuera de aquí. Tampoco me imaginé a mi viviendo fuera del lugar que me vio nacer. En Aly era diferente. Disfrutaba cada época del pueblo, cada festividad la esperaba con ansías, sobre todo la navidad. Como esa vez que me obligó a apuntarme con ella en el baile de noche vieja y ganamos el segundo lugar. Ella tendría unos once y yo quince.
El siguiente año fue cuando el pueblo se convirtió en un verdadero caos. La desaparición de esos tres niños marcó un antes y un después. Nuestros padres nos prohibieron salir. Durante mucho tiempo no nos permitieron ir al bosque y tuvimos que inventarnos juegos estúpidos en casa. No era para menos. Yo jamás vi a los niños, solo escuché que los encontraron en el río, sin ojos. No me hizo falta verlos en persona. Con imaginármelos me bastó para tener pesadillas por las noches.
Después de ese horrible suceso y una larga investigación, que por desgracia no llevó a los investigadores a ningún lado y también acusar a Peterson sin pruebas convincentes, cerraron el caso. Hasta ahora. Hace solo un mes apareció el hijo de los Thompson en el mismo lugar y sin ojos. Todos intentamos llevar todo con normalidad, continuar con la festividad, pero lo cierto es que debajo de todas las sonrisas, villancicos, Santa Claus, al pueblo ha vuelto el miedo de hace dieciséis años. Al igual que la primera vez, las investigaciones llevaron a las autoridades a un callejón sin salida.
Me levanto de la silla. No soy investigador y además, a pesar que me ofrecí a ayudar en la búsqueda del niño un mes atrás, su madre la rechazo y aunque espero no vuelva a desaparecer ningún otro niño, de suceder, no ofreceré mi ayuda. Tengo que aceptar que soy el delincuente del pueblo, ya no soy amigo, vecino, buen ciudadano. Todavía estoy sorprendido de que no hayan apuntado el radar en mi dirección. He vuelto hace solo seis meses y después de dieciséis años que ocurra otra vez lo mismo, es sospecho. Menos mal he estado fuera de toda sospecha y lo mejor es no entrometerme en la búsqueda, investigación, ni nada que tenga que ver con ese caso.
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Siempre fuiste tú
Любовные романыCon la vuelta a su pueblo, vuelve un amor del pasado y también un asesino que tenían olvidado. ¿Habrá superado Aly su amor de juventud o todavía existen sentimientos hacia él? ¿Será este el mismo asesino de hace dieciséis años?