Capítulo 18

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Travis

Capítulo 18

A pesar de que han transcurrido dos días, sigo recordando el momento en el que tuve a Aly debajo de mí, que la besé con frenesí y que no sé cómo, logré apartarme de ella. Lo único que deseaba en ese momento era terminar lo que había empezado, por fin quitarme de encima esta sensación tan angustiosa. Quería probar por fin la piel de Aly, de esa que una vez fue mi amiga y que ahora deseo con fervor.

Hoy es navidad y mi padre ya me ha repetido unas tres veces que lo acompañe a casa de los Mckein. Cree que mis razones principales se deben a lo que los vecinos pudieran pensar al verme entrando en esa casa y no. La razón principal es Aly. ¿Cómo diablos voy a verla a la cara después de lo ocurrido? ¿Qué estará pensando ella en este momento? Quizás después de lo sucedido entre nosotros quiera mantener las distancias. No, ¿qué estoy diciendo? Es Aly, a esa mujer no la detiene ni un terremoto.

—Hijo, en tu armario está la americana que trajiste hace unos seis años. Creo que te servirá para la cena.

Me quito el abrigo y lo cuelgo sobre una silla.

—Papá, ya te he dicho varias veces, que no sé si vaya a esa cena. Es mejor que me quede aquí.

Mi padre me mira unos segundos.

—En noche vieja me iré a casa de tu tía y Andy viene conmigo. Supongo que tampoco querrás venir.

—¿Con la tía Penny? Por supuesto que no. Enseguida que me vea empezará con sus preguntas.

Tomo asiento.

—¿Entonces por qué no vienes a casa de los Mckein?

—Está bien, papá, me lo pensaré.

Mi padre abandona la cocina. Me resulta tan difícil lidiar con esta situación. Tener que ver a mis familiares, explicarles lo sucedido, esperar que no me juzguen o peor aún, ver la compasión en sus miradas. A veces pienso que fue un error regresar a este pueblo, donde por desgracia todo el mundo me conoce y a pesar que no saben mi verdad, piensan lo peor de mí. Pero, ¿qué otra opción tenía? El rancho es el único lugar que tengo, lo único con lo que Debra no puedo quedarse, porque para su mala suerte, estaba a nombre de mi padre.

Estos últimos seis meses he conseguido sobrevivir a los cotilleos, a lo que difícilmente puedo sobrevivir es a Aly. Desde su llegada al pueblo, todo se ha complicado y no pienso permitir que ella interfiera en mis planes de permanecer solo. A ver, que tampoco es que Aly me haya dicho que me ama con locura y está dispuesta a quedarse en este pueblo por mí, simplemente ha reaccionado a un beso, uno que me dejó con el cuerpo encendido de los pies a la cabeza.

Jamás imaginé que Aly pudiera provocar tanto ardor en mi. De pequeños la recuerdo sonriente, pendenciera, gritona, bondadosa, pero jamás seductora. ¿Qué ha cambiado ahora? ¿Qué se ha convertido en una mujer? No, no es eso. Es que Aly forma parte de un pasado que pensaba olvidado. Uno que me duele recodar, porque entonces veo lo mucho que ha cambiado mi vida, los errores que he cometido, los cuatro años en esa maldita prisión y lo ciego que estuve al elegir a la mujer con la que compartir mi vida.

No, tampoco es eso. Aly me atrae de una manera que me provoca miedo y después de ese ardiente beso, mi cuerpo en vez de serenarse, ha despertado de su letargo y exige que continue más allá. ¿Cómo voy a acostarme con Aly? Es mi mejor amiga. ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Por qué no nos encontramos al menos seis años atrás? En ese entonces podría haberle ofrecido todo lo que quisiera, incluido un corazón que latiera cada día por ella, pero no, aparece en mi vida ahora, cuando me he negado a volver a amar, cuando el solo hecho de compartir mi vida con una mujer me aterra. Porque ¿Y si sucede lo mismo de la última vez? Quizás Aly no llegue a tanto. Quiero pensar que todavía en su corazón existe esa niña que una vez me llevó sopa cuando estuve enfermo y que me acompañó después de la muerte de mi madre.

A pesar de todo eso, sigo creyendo que no es buena idea acudir a esa cena de navidad, no después de habernos besado. ¿Por qué tuvo que suceder eso? Ya antes de ese suceso Aly me atraía. Sin embargo, ahora conozco el sabor de su boca y ahora no sé cómo lidiar con eso. En cuanto la vea, en lo único que pensaré será en ese beso y en lo mucho que deseo volver a besarla. Me levanto de la silla y me voy al establo, donde no hay absolutamente nada que hacer, porque como sucede todos los días, me despierto antes que sol y termino el trabajo antes. Ahora mismo no tengo esa excusa para la cena y encima, tampoco puedo escabullirme con el caballo, porque otra vez ha empezado a nevar, aun así, me quedaré en casa.

Tres horas después.

Respiro hondo y toco el timbre de la casa de los Mackein. Mi padre y Andy ya están aquí. Luego de tener una breve discusión con mi padre e intentar hacerle entender mi situación, poniendo como excusa mis cuatro años en la cárcel, cuando mi realidad en este momento es otra, una que tiene nombre y apellido y que acaba de abrirme la puerta. Doy un paso atrás. ¿Será que todavía estoy a tiempo de huir?

—Travis, pensaba que no vendrías.

Me toma de la mano y tira de mi hacia dentro de la casa.

Esta situación me resulta muy extraña. Esperaba encontrarme a una Aly sonrojada por lo sucedido hace unos días. Pues no, ella está como si no hubiera pasado nada, como si no estuve a punto de hacerle el amor en mi cama. En cambio, a mí el corazón casi se me dispara del pecho al verla frente a la puerta, con una sonrisa deslumbrante, esa melena pelirroja flotando alrededor de sus hombros. Bueno, supongo que ese beso no significó lo mismo para mi que para ella y aunque me duela, tengo que aceptar que Aly solo me ve como un amigo. 

Siempre fuiste túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora