Travis
Capítulo 14
Había olvidado por completo que Aly venía hoy al rancho. Pensaba evitarla y sin embargo, aquí estoy, a su lado y acabo de hacer un chiste a su costa. Esto se está torciendo cada día más. ¿Qué pasó con ese corazón que cerré hace cuatro años? No es que me sienta perdidamente enamorado de Aly. Pero tengo que admitir de una vez por todas que por mucho que me atraiga, existe algo más y ese algo me hace saborear una pizca de felicidad.
—Te he traído tu entrada al spa y también la botella de vino. Podríamos tomarnos una copa y celebrar.
Y justo ahí está el motivo por el que tendría que haberla esquivado hoy. Bueno, hoy y todos los días que estará por aquí. Se me hace extraño que haya llegado ayer al pueblo, yo siento que llevo toda una vida viviendo aquí. Torturándome con esa sonrisa y provocándome con esa boca tan sensual que hace trece años nunca advertí.
—Ya veremos, tengo mucho trabajo.
—Vale.
En vez de acompañarla hasta la casa, tuerzo a la derecha y continuo hacia las caballerizas.
—Adiós, Aly.
Agita la mano y se despide.
Son las diez de la mañana y como ocurre desde mi regreso, a esa hora ya casi tengo todo el trabajo del rancho. El día anterior no nevó y la nieve se ha congelado, con lo cual también tengo que descartar el montar a caballo para despejarme, olvidar o en esta ocasión, intentar poner mis pensamientos en orden. Me niego a creer que de verdad esté sintiendo algo por Aly. ¿Por qué ahora? Justo cuando nuestras vidas son tan distintas, que se han distanciado tanto, cuando he decidido no volver a amar, a confiar. Que aunque Aly pudiera sentir algo por mi —lo cual desconozco—, no me veo capaz de estar con nadie. ¿Cómo puedo volver a confiar en una mujer? No podría, ni siquiera en Aly. Esa mujer que de pequeños rebozaba amor y compasión hacia todos los que amaba.
—Travis —miro por encima del hombro —. Necesito que me ayudes con la valla del patio trasero. Hace unos minutos una de las vacas la rompió.
Perfecto, es lo que necesito, una distracción.
—Vale.
—Solo tengo un martillo, el otro está en la cocina, ¿podrías traerlo?
Sí, el martillo que no encontré ayer. Porque primero me quedé embobado mirando a Aly y después salí huyendo cuando mi padre me pidió que la llevara al pueblo.
Respiro hondo varias veces.
Al cabo de unos segundos, decido salir de las caballerizas y entrar en la cocina. Antes de abrir la puerta, escucho la risa de Aly, tan ruidosa y contagiosa como siempre. Lleva puesto uno de los delantales de mi madre y las manos llenas de harina. Por un breve instante nuestras miradas se encuentran, extiende sus labios y el corazón que encerré hace cuatro años, parece sonreír junto con ella. Sus ojos siguen guardando esa chispa, que es una mezcla de ternura y diversión.
—He venido a buscar el martillo —digo.
—Creo que lo tienes en ese cajón de la izquierda —me dice mi padre.
Rebusco en el cajón e ignoro que Aly me está mirando. ¿Por qué lo hace? Miro en su dirección y otra vez vuelve a sonreírme. ¿De qué se trata todo esto? ¿Será una mala pasada del destino? Concentro mi atención en buscar el maldito martillo y largarme enseguida, cuando por fin lo tengo en mi mano, me siento otra vez dueño de mis emociones o al menos una parte de ellas. Cierro el cajón y en tres zancadas estoy en la puerta, listo para salir.
—Espera, Travis. Antes no te he dado la entrada del spa —se limpia las manos del delantal, mira en su bolso y me entrega un sobre.
—Gracias.
Tomo el sobre y me doy la vuelta.
—Quizás podamos ir juntos.
—Tal vez.
Cierro la puerta.
Demonios. Es cierto que llevo más de cuatro años sin estar con una mujer, pero nunca ninguna me había afectado como lo hace Aly. Cuando estoy junto a ella es como si volviera a ser un adolescente enamorado de una mujer mayor.
Andy ya ha arreglado gran parte de la valla. Me pongo los guantes y retiro el alambre que se ha quedado enredado.
—Aly está haciendo pastel con papá —dice Andy.
—Sí, la acabo de ver.
Levanto una de las tablas, la meto en el agujero y las golpeo con el martillo.
—Siempre pensé que vosotros terminaríais juntos —me suelta mi hermano.
—Aly y yo solo éramos amigos. Además, es la hermana de Coop.
Se encoge de hombros.
—No sé, siempre parecíais tan unidos. Yo estaba muy pequeño y nuestro padre no me dejaban acompañaros en sus aventuras. Sin embargo, cuando yo tenía unos siete años, pillé a Aly mirándote con cara de tonta. En ese entonces no lo comprendí, pero creo que ella estaba enamorada de ti.
Suelto una carcajada.
—Aly, enamorada de mí. Te habrás confundido, como acabas de decir, eras muy pequeño.
—Puede que sí. Después te fuiste a la universidad, ¿no?
Asiento con la cabeza.
—Entonces, ¿no habías visto a Aly hasta ahora?
Coloco el alambre en su lugar.
—No, en un principio ni la reconocí. Más tarde ella se acercó y me dijo quién era.
—Ha cambiado mucho. Sigue siendo la misma Aly, pero se ha convertido en una mujer muy hermosa. Me imagino que le llueven los pretendientes.
Golpeo otra tabla.
—Coop me ha dicho que ahora está soltera.
—Esta es tu oportunidad, hermano.
Me da un leve puñetazo en el hombro.
—Andy, para empezar, Aly no vive ya en este pueblo y además, solo somos amigos y tercero, no me interesa tener ningún tipo de relación con ninguna mujer. ¿Acaso olvidaste lo que me sucedió?
—Por supuesto que no, pero no todas las mujeres son como Debra. Me parece una tontería que te niegues a darte una oportunidad. Solo estás demostrando que ella si consiguió lo que quería, acabar contigo.
Medito durante unos segundos las sabias palabras de mi hermano. Debra me robó cuatro años de mi vida, la confianza, el amor, la alegría y en algunas ocasiones hasta las ganas de vivir, sobre todo cuando estuve en esa maldita prisión.
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Siempre fuiste tú
Roman d'amourCon la vuelta a su pueblo, vuelve un amor del pasado y también un asesino que tenían olvidado. ¿Habrá superado Aly su amor de juventud o todavía existen sentimientos hacia él? ¿Será este el mismo asesino de hace dieciséis años?