—Yo no te traicioné.
Lo vi mirarme con rudeza, colérico, tratando de buscar algo de calma dentro de sí.
—No me mientas, Matza —espetó acercándose con violencia, tomándome de la mandíbula fuertemente—. La única que sabía lo que haría, eras tú.
Tomé su mano y la quité de un manotazo, sintiendo los ojos acuosos.
—No haría algo que te ponga en peligro.
Tensó la mandíbula.
—Mi hermana me lo contó todo antes de morir.
—¿Realmente pretendes creerle a ella, Greg? —espeté sintiendo que la garganta se me cerraba— ¿Aun cuando ella estaba haciendo de todo para separarnos? ¿Aun cuando pretendía matarme sólo por enterarse que era una sacerdotisa?
Su mirada, esa que de alguna manera, me daba calidez, se volvió fría. Alzó la cabeza y se giró, ignorándome. Aún así, sabía lo que le habían dolido mis palabras. Él no iba a aceptar que su amada hermana era capaz de hacerle daño sólo para quedarse con todo lo que su padre le había heredado.
Tampoco cree que su propia madre fue capaz de protegerla.
—Hubiera preferido que acabara contigo —dijo antes de marcharse.
Abrí los ojos de golpe, mirando el techo y notando la oscuridad de la habitación, comprendiendo así que todavía era de noche, pero desconocía la hora.
Pasé el dorso de mi mano por mis ojos y limpié el rastro de lágrimas que había dejado mientras dormía. Otra vez ese vacío en el pecho causado al recordar el constante rechazo que recibí de él.
De alguna manera, nuestros caminos ya se habían cruzado, pero a pesar de ello, quiso ignorar lo que pudo ser entre nosotros e ir tras Diane.
Lamentablemente, no sé dónde se encuentren pero espero saber de ella pronto.
No puedo permitir que ella sea infeliz a causa del ahora llamado Dylan. Sobre todo, si yo causé que ellos estén juntos ahora.
Él no tiene derecho a destruir todo a su paso solamente porque no acepta su destino.
«Te van a ingresar en un psiquiátrico».
Me recosté sobre mis codos y levanté una ceja en dirección de la sombra que se mostraba en una de las esquinas más oscuras de la habitación.
—¿Por?
«Te van a demandar, Matza» explicó con calma mientras salía de las sombras para hacerse notar a duras penas.
Como todos ellos, no poseía rostro ni un cuerpo palpable. Era como una luz larga que no tocaba el suelo, ya que flotaba. Ahora, su aura era blanca, que es una luz que desprendía de diversos colores dependiendo de sus emociones. Además de un vacío a lo largo de su cuello, que daba la ilusión de que su cabeza estaba separada de su cuerpo.
Las almas en pena eran así.
Feas.
Mostrando la causa de su muerte no destinada.
Mi querido amigo Al, quien me viene acompañando desde los trece años. No sabía a ciencia cierta las causas de sus muertes, pero sí qué parte de su cuerpo fue el causante.
Ahora debe pasar por una condena en el mundo de los vivos estando muerto.
—¿Y ahora por qué? —resoplé dejándome caer sobre la cama y tomando mi almohada para presionarla sobre mi rostro.
«Te dijimos que no te ayudaríamos y aún así preferiste mentir y estafar a la gente».
Quité la almohada de mi rostro lanzarle una mirada juzgona.
ESTÁS LEYENDO
El beso del olvido [Libro II]
Romansa«No creo terminar siendo más infeliz de lo que ya soy» Luego de una vida pasada catastrófica, Matza se prometió no cometer los mismo errores. Sabía que en algún momento, ella volvería a cruzarse en las vidas de aquellas personas, donde deberá proteg...