Especial de San Valentín

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Han pasado años desde que los hermanos Graves escaparon de su apartamento, canibalizaron a sus padres y se enfrentaron a numerosos retos... Y finalmente pueden descansar.


—¡Estoy en casa!— Gritó Andrew mientras abría la puerta de la casa. Era capaz de oler desde el vestíbulo la comida que Ashley estaba preparando en la cocina: el pitido de la olla a presión seguramente había impedido que la vaga de su hermana le hubiera escuchado. Considerando de dónde habían partido las habilidades culinarias de su hermanita, el hecho de que ahora cocinara con ollas a presión era más que increíble.

El hombre se quitó la chaqueta de su traje y la colgó en el perchero de la entrada, quedando solo con una camisa blanca de mangas largas, pantalones negros y zapatos de vestir. Si se detenía a pensarlo, era casi inquietante que hubieran pasado de huir a lo largo del país como fugitivos a tener una casa, un perchero y ropa cara.

Casi podría decirse que el éxito acompañaba a quienes se dedicaban al canibalismo. Tal vez era algún tipo de broma divina que no era capaz de entender, pero de la que no podía quejarse.

Le sorprendieron unos suaves brazos rodeándolo desde atrás y atrayéndolo. Pudo sentir el cálido cuerpo de su hermana, su frente apoyada en la espalda de Andrew, fundiéndose con él en un repentino abrazo. Sonrió a la vez que sentía cómo la tensión de un día de trabajo iba deshaciéndose por la acción de su psicópata favorita. Los mimos de su hermana le ponían de humor. Le gustaba volver a casa, le gustaba volver con su Ashley.

—Uy, parece que alguien me ha extrañado mucho...~

Murmuró de forma burlona, mientras que sus manos buscaban las de la chica para acariciarlas con suavidad y estrecharlas contra las suyas. Suspiró con suavidad y se giró, encontrándose con Ashley mirándole con ojos de cachorro degollado. Sí, si fuera por ella, estaría todo el día pegada a Andrew, pero la última vez que intentó llevarla al negocio había tenido un muy agresivo ataque de celos con una clienta, y eso no daba buena reputación a ningún negocio... Menos a una casa funeraria. Además, después había estado tres días sin hablarle porque, según ella, había estado hablando con la clienta más de lo necesario. 

Algunas cosas jamás cambiarían.

Andrew seguiría trabajando solo. Era un negocio con el que podía pagar los recibos, sostener la pequeña familia de dos que tenían y ahorrar un poco de dinero en caso de que algo saliera mal. Sí, seguía siendo un paranoico aunque nunca nadie hubiera mencionado ni siquiera de pasada algo que pudiera incriminarlos, pero la precaución no estaba de más.

Ashley se pegó incluso más a su hermano, con más fuerza de la que parecía que pudiera tener su cuerpo. Hizo un mohín, inflando uno de sus cachetes, aún actuando como si fuera una niña a pesar del tiempo que había pasado. Había algo en su actitud, algo degenerado y oscuro, que atraía a Andrew a su hermana menor... Siempre lo había hecho. Había aprendido a dejar de hacerse el tonto al respecto, y desde que lo había hecho las cosas habían ido a mejor... Si se ignoraba el hecho de que su única conexión con la humanidad era su hermana.

—... No digas gilipolleces, Andrew, necesito que alguien pruebe un nuevo plato en el que llevo trabajando todo el día.— La mentira no le salía tan bien como al mayor de los Graves. No hacía falta que lo dijera en voz alta para que Andrew supiera lo que se escondía detrás de los ojos de Ashley y su firme agarre: "No me abandones"; "¿Dónde has estado?"; "Quédate conmigo". La joven había aprendido a no avasallarlo con sus inseguridades pero eso no significaba que hubieran desaparecido, como indicaba el hecho de que en esos mismos momentos estuviera mordiéndose el labio inferior de forma nerviosa.

Andrew se inclinó hacia su hermana y rozó su nariz con la contraria con suavidad. —También te extrañé, mi pequeña perra loca.— Respondió en voz suave, antes de presionar sus labios contra los suyos de forma delicada.

Toda duda y temor desaparecieron de Ashley. ¿Cómo pudo haber dudado siquiera durante un momento de su hermano? Andrew jamás la abandonaría, menos cuando había cambiado en muchos aspectos sólo para estar con él. Le había dado todo cuanto podría querer o necesitar: un hombro sobre el que llorar, una hermana, una amiga, una amante. Y Andrew también le había dado todo: su vida, sus deseos, su futuro, su propia humanidad. Todo, todo, todo eso era de Ashley. No podía sentirse más completa. Si tan solo pudieran estar juntos todo el tiempo... Pero eso era un deseo egoísta, más egoísta que el resto.

Probablemente volvería a dudar al día siguiente, pero Andrew regresaría a ella, una y otra vez, como había hecho durante ya mucho tiempo para hacer que el miedo desapareciera, al menos hasta que tuviera que irse de nuevo.

No se había dado cuenta, pero Ashley había terminado aferrándose a la camisa de su hermano con sus manos, arrugando la prenda mientras este le besaba. Cuando se percató dio un par de pasos hacia atrás, separándose del beso con un ruido húmedo. —¡Ejem! S-sé que mi belleza es demasiado para ti, pero tienes que comportarte, Andrew, ¡Estoy cocinando!—

El hombre rodó los ojos, divertido. —Lo que tú digas, Ashley. ¿Qué es lo que decías de una comida especial? La olla lleva sonando desde que llegué.—

Ashley insultó en voz alta para después salir corriendo en dirección a la cocina. —¡Cámbiate la ropa antes de venir a comer!—

Andrew sonrió. Su dulce hermana cocinándole, las autoridades despistadas, un trabajo, un hogar con quien siempre había querido que estuviera a su lado. El joven asustadizo que intentaba aferrarse a la moral, el Andy al que su hermana tenía que rogar para que le siguiera, había desaparecido hacía ya mucho tiempo. Lo había enterrado junto a Leyley, Nina, Julia, sus padres, y las decenas de personas a las que habían tenido que matar después. Cada paso que había dado junto a su hermana le había llevado a abrazar su naturaleza, su verdadera naturaleza. Oscura, orgullosa, depravada. Se había encontrado a si mismo entre los abrazos de su hermana, los rituales satánicos y comidas infames.

Andy había lloriqueado a la hora de matar a un cultista por supervivencia. Andrew, por otra parte, tenía un regalo para su hermana en el maletero, de esos que se suponía que tenía que cremar en su casa funeraria. No podía esperar a ver qué clase de delicias haría su hermana; podía sentir su estómago gruñendo en anticipación.

Sin preámbulos, fue a la habitación que compartía con Ashley a buscar un cambio de ropa. No quería hacerla esperar, después de todo, él también la había extrañado.


| Nota del escritor: ¡Feliz San Valentín! Sé que llego bastante tarde, pero la vida tiene sus complicaciones. Quise ver un futuro en el que los hermanos Graves vivieran de forma feliz y en paz de forma relativamente sana (todo lo sano que puede ser su relación, lol), y este es el resultado. Disfrutad la lectura.

Oneshoots - The Coffin of Andy and LeyleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora