La última de las puertas

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Acorralados, cansados, sin salida, los hermanos Graves deciden emprender juntos un último viaje atravesando las puertas de la muerte.


Las sirenas resonaban alrededor del restaurante: habían estado resonando durante por lo menos un par de horas, deteniéndose solo para dejar que el negociador hablara mediante el megáfono, instando a los hermanos a rendir las armas y salir del local con las manos en alto, diciéndoles que no tenían ningún tipo de escapatoria, que sólo era cuestión de minutos antes de que el equipo S.W.A.T llegara y los arrestara por la fuerza, intentando convencerles de que si se entregaban tal vez no tendrían que enfrentarse a la pena de muerte. El negociador creía que lo peor que podría pasarle a los hermanos era morir.

Por supuesto, se equivocaba.

Incluso en esos momentos, con el corazón a punto de salírsele del pecho a Andrew Graves lo que le preocupaba era que le separasen su hermana.

Ella y absolutamente nada más.

En el fondo ambos sabían que esto tenía que terminar tarde o temprano con alguno de los dos muertos o en prisión. Habían conseguido eludir a las autoridades durante mucho tiempo, pero la suerte finalmente se les había acabado. Si tan solo hubieran recargado el amuleto una última vez, si tan solo Andrew hubiera dejado que Ashley sacrificara a una sola persona más... Pero no lo habían hecho, ambos habían decidido que podrían apañárselas si eran discretos, si tenían cuidado... Incluso Ashley había cedido a hacer lo que su hermano le dijera por más paranoico que le pareciera.

Era absurdo que hubieran sido identificados en una hamburguesería de mierda a cientos de kilómetros de el lugar que alguna vez llamaron su "casa", pero ahí estaban, rodeados de policías, con cargos cada vez peores sumándose a su siempre creciente lista de crímenes y con la justicia a punto de tirar la puerta abajo. La idea era simple, nada que no hubieran hecho antes: ir a comer, reír un poco de las tonterías que se le ocurrían a su hermana, tal vez luego ver una película en la habitación del motel que habían alquilado mientras Ashley se enroscaba contra su cuerpo tal y como había estado haciendo durante años. Andrew fingiría que se estaba estirando para acariciar la espalda de su hermana, y su hermana fingiría que el gesto no enviaba una corriente eléctrica a través de su cuerpo que casi la hacía temblar, hundiéndose en un delicioso espiral del que no quería escapar.

Mientras que repasaba estas cosas en la cabeza, Andrew se dio cuenta de que eran las cosas simples que jamás volvería a disfrutar las que añoraba.

Ambos hermanos estaban tras el mostrador, lejos de las ventanas para evitar que les dispararan (idea de Ashley, que había visto demasiados documentales de crímenes). La chica contaba las balas que les quedaban después de haberles robado las armas a los oficiales que mataron, absorta en su propia cabeza, casi como si no estuvieran a punto de morir, o tal vez como si no le importase. En otras circunstancias Andrew habría considerado su comportamiento... Irresponsable, como mínimo, pero verla así le hizo sonreír con cariño. Era parte de la personalidad de Ashley... Y tenía que admitir que le encantaba Ashley. Más bien, estaba obsesionado de ella. Si estos eran sus últimos momentos, iba a ser tan honesto consigo mismo y con la chica como podía.

Ashley pareció sentir la mirada de su hermano en su nuca y giró la cabeza para devolverle la mirada. —Qué, ¿Se te ha ocurrido ya alguna forma de salir de esta mierda?— Preguntó Ashley antes de meter un cargador en la pistola de servicio. Tal vez podría haber propuesto un pacto con el demonio, pero no tenían almas que ofrecer y aunque ellos mismos fueran a ir al infierno por sus crímenes, ninguno de los dos quería directamente darle su alma a un estúpido demonio.

Andrew negó con la cabeza, ¿En serio su hermana creía que iba a sacarlos de esta? Le halagaba que creyera tanto en él... Pero habían situaciones en las que el desenlace era más que claro: No habían salidas posibles, estaban rodeados de agentes, el S.W.A.T entraría en cualquier momento con granadas cegadoras y antes de que se dieran cuenta estarían en la silla eléctrica. —Si confesamos todo tal vez nos den cadena perpetua... Aunque a ti seguramente te metan en un psiquiátrico, siempre has sido una perra loca.—

Oneshoots - The Coffin of Andy and LeyleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora