Capítulo 15

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Octavo consejo: Si no conoces al enemigo ni a ti mismo, sucumbirás en cada batalla

Teo conoció a Borja en su tercer año de la carrera de psicología. Había reprobado de manera notable el semestre recién pasado y no le quedaban ramos para cursar en el segundo semestre, excepto aquellos que la gente consideraba "relleno" y que en general ignoraban hasta último año. Su Jefe de Carrera, esperando que no perdiera su calidad de alumno regular, le aconsejó tomarlos. Eran dos ramos con orientación religiosa, porque su universidad así lo exigía y dos talleres optativos; uno deportivo y otro cultural. Como taller deportivo tomó Yoga, en el ramo cultural sólo quedaban cupos en Guitarra Clásica. Su profesor, que estaba reemplazando temporalmente al que lo dictaba hace ya 10 años, era un joven taciturno de 18 años.

Borja de la Torre ni siquiera imaginaba, en esa época, que menos de un año después, su vida daría un vuelco aterrador hacia la fama.

Teodoro y él hacían un contraste llamativo. Borja era sosegado y meditabundo, tenía una capacidad innata para enseñar y la música era su lugar seguro para escapar de todo lo que lo atormentaba. Por el contrario, Teo era ruidoso e imponente; sabía llevar una conversación hacia dónde quería y no había quien le impusiera algo. Era también de esas personas que conoce a todo el mundo y cuyo círculo de amigos estaba abarrotado. La vida social de Borja se limitaba a su mejor amiga, con la que casualmente se había casado un par de meses atrás. Leyla Sainz era una chelista de 18 años que por esa época se abría paso en el círculo musical. Brillante, alegre, tierna y divertida. Siempre tenía una idea extraña a la que arrastrar a Borja. Eran de esas parejas llamativas, hechas para dejar huella, en una escalada hacia el desastre.

—Entonces, ¿sólo se fue? —preguntó Teo parado a la mitad del estudio, con los brazos cruzados.

Su amigo no le dirigió la mirada, estaba ocupado trabajando algo en el computador, pero se encogió de hombros.

—No quería quedarse ni un segundo más en esta casa. Así que tomó sus cosas y partió al departamento que sus padres tienen en el centro.

Teo soltó una carcajada.

—¿Y sólo a eso vino? —preguntó—. ¿Nos hizo movernos por toda la ciudad, sólo para eso?

Borja lo miró desde detrás de la pantalla del computador y se frotó la barbilla.

—No lo creo.

Teo alzó una ceja.

—¿Qué piensas que vino a hacer?

—Según ella; a mirar la casa y ver si estaba en condiciones para habitarla en el verano.

—¿Como una visita de supervisión?

—Así dijo —asintió.

—¿Y qué le pareció?

Borja rio. En el último tiempo se le daba bien hacerlo.

—No se quedó. Así que imagino que no le dio el visto bueno.

El manager hizo un recorrido imaginario por el noventa por ciento de la casa y sonrió.

—Yo no se lo habría dado.

Pero su amigo le quitó importancia con un gesto.

—Le dije que si no estaba lista para el verano, nos quedaríamos en el departamento que Rebeca tiene en Los Sauces.

—¿De verdad?

—Beca dijo que le encantaría y estoy seguro de que a Rosy, también.

—¿Y tú?

Borja lo meditó.

—Creo que nos haría bien a todos.

Teo estuvo seguro de eso.

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