Capítulo 12

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Sexto consejo: La ira puede convertirse en alegría, y la cólera puede convertirse en placer. Pero una nación jamás puede ser reconstruida y una vida no puede volver a nacer.

Lo primero que se debe saber para colocar los cubiertos en una mesa es que siempre irán a la inversa del orden de su uso. De esto sabía mucho Carlos Carranza, quien tras una miradilla se dio por satisfecho de ser un verdadero conocedor de los protocolos, no como algunos otros por allí que iban dejando todo a la misma suerte.

Días atrás, había tenido la desdicha de caer en una mala mesa de cierto artista de pop, que le habría generado urticaria de no haber sido una muestra de poco decoro.

La gente ya no sabía de límites, eso estaba a la vista.

Se atrevía a decir que incluso, aquella noche, hubo personas emborrachándose con vino en la cocina. Fueron tres y, para su disgusto, se podían individualizar.

Por eso sentía que una vez, iniciaron sus vacaciones, su verdadero deber moral era enseñar qué significa ser un buen anfitrión. Y sin más, omitiendo que aún tenía una conversación pendiente con Sally, se puso presto al trabajo de organizar un almuerzo para ella y algunos cercanos.

Cierto cantante pop también había sido invitado, más que nada para poner la nota alta en un evento que prometía ser como un reloj bien aceitado.

—Es una lástima que Borja no pudiera venir —se lamentó Sally tan jovial como siempre, ya terminado el almuerzo.

—Una entera lástima —fingió lamentarse Carlos Carranza, mientras se despedía de las visitas.

—Sigo creyendo, que ambos harían una excelente amistad, de tener más tiempo.

—No lo descarto. Supongo que habrá otras oportunidades.

En parte, Carlos Carranza veía en aquel gesto de rechazo, una muestra de refinada elegancia.

De haber sido tan mal anfitrión como Borja de la Torre, también declinaría invitaciones como la suya. Y eso demostraba lo consciente que estaba de sus falencias.

—Pero Borja es tan huraño —continuó Sally—. A veces pienso que estaría más cómodo en esos tiempos en que cada hombre habitaba una caverna por separado.

Y de eso a él, no le quedaban dudas.

Tan sólo recordar el incordio de hogar que tenía el artista se espantaba.

Borja de la Torre no tenía una casa, él habitaba en la guarida de un bohemio sin control. Todo allí lo decía, desde el cuadro horrible de su silueta pintarrajeada con crayones que lucía carísimo, la horrible camisa que se había puesto y que no había planchado, hasta el tatuaje de "Rosalinda" que atravesaba su brazo derecho.

La inocente Sally, por otro lado, no parecía haber reparado en ese tipo de detalles. Es que las almas buenas y dulces como ella, sólo habían nacido para lo excelso y eran incapaces de reparar en las minucias.

—Tienes razón, Sally, tu entrenador parece una persona bastante amable.

—¡Te lo dije! —celebró ella.

—Dime, ¿tendrás entrenamiento hoy también?

—Así es, la producción no me deja en paz —se quejó—, pero Borja lo ha hecho todo más simple, estos días. Es un gran tutor —explicó, recordando su paso bajo la mentoría de VIXY.

—Claro, pero eso es fácil contigo, porque eres increíble.

—Oh no, yo soy un cero a la izquierda —rio Sally, tan modesta como siempre.

Conoce a tu EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora