Capítulo 2

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Después de la locura de las horas anteriores, y a juzgar por la gente, animada y alegre que la arrinconó a la fiesta de lanzamiento del programa, Sally sintió que sólo a ella lo último dicho por Borja, le había aguado la fiesta. En su mente, aún permanecían retumbando sus palabras y por esto comió y bebió sin apetito, y se dijo a sí misma que acostarse temprano con un pijama habría sido un mejor panorama.

Lo cual no era cierto, bajo ningún concepto.

Apenas subió por la ancha escalera de mármol, y traspasó los umbrales hasta el elegante salón donde estaba la recepción, lo supo; la aventura la esperaba como las fauces de un lobo y no habría escapatoria de aquello.

Preciosas mujeres reían a su alrededor; lucían tal cual estrellas fugaces revoloteando entre inmensos espejos, bancas de piedra y vestuario finísimo. La producción no había escatimado en gastos y en hacer de esa fiesta una experiencia artísticamente decorada; el susurro de las fuentes, las copas de diversas formas y tamaños, la champaña sumergida en hielo, la calidez de la temperatura y la tranquila luz azul que circundaba todo el lugar con primorosa sencillez.

En un primer momento, pensó que hacer un video en ese lugar sería algo increíble para su cuenta de YouGram, pero no dejaba de sentirse como una impostora y su celular todavía vibrando en su bolsa de mano, lo confirmaba.

—¡Sally! —La regia figura de Gabriel, esta vez vestido de traje, se apresuró a embestirla, para luego retomar la compostura— . Te ves hermosa con ese vestido, el dorado te sienta fantástico.

—Gracias, tú te ves genial. Mejor que yo, a decir verdad.

A lo que Gabriel correspondió con un mohín de reproche.

—Entre tú y yo —habló muy grave y serio—, esta también es mi primera gala, pero no por eso, voy por ahí dando lástima. Debes comenzar a ponerte en tu lugar, Sally.

Ella no tenía la menor idea de cuál era su lugar en ese momento. Su estado debía notarse mucho peor que antes, porque raudo Gabriel tomó su mentón y buscó su mirada, la que se nubló de improviso.

—Lo siento.

—Lo siento —se disculpó ella también y ocultó la vista en su bolsa de mano, que volvía a iluminarse con una llamada que no llegaría nunca a su destinataria.

Se sintió una verdadera tonta. Todos en ese lugar trataban al fin y al cabo, de ser profesionales, salvo ella que era una perdedora.

El celular volvió a vibrar.

Una perdedora con muchas deudas.

Gabriel carraspeó y le acercó una copa de champagne extraída de la bandeja de un mozete veloz que pasaba.

—Sólo quiero que sepas que me agradas, Sally. Quieras o no, me agradas.

Tras esa confesión su pequeña figura se sintió desfallecer, pero la mano de Gabriel se apresuró a coger la suya y susurrarle al oído:

—Le diremos al mundo que eres una princesa, sin importar lo que haya dicho ese imbécil. No te dejes caer.

—Gracias... —susurró.

—Bien, debemos ganar algunos contactos. Si quieres permanecer aquí y ganar dinero, debemos caerle bien a los que importan.

Su diminuto vestido de cuentas tembló con la decidida caminata en que se embarcó con Gabriel, quien nadaba como un tiburón entre la multitud.

En breve, ambos se transformaron en el centro de atención y todo se sintió menos desagradable. Mucha gente alabó su vestido, su talento y otra buena parte quiso chismosear sobre lo ocurrido en su presentación, a lo que con honestidad respondió entre bromas, que su nuevo amigo secundaba a la perfección.

Conoce a tu EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora