9. Ceremonia

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Haakon chasqueó los dedos, cesando cualquier distracción y solicitando privacía. Incluso Greeneth abandonó el sitio, ante la visita del representante de Sphereas.

Ambar y Ruzhi tambien dejaron sus lugares ante la petición implícita en la mirada de su Alfa. Ambos omegas optaron por retirarse y ser testigos desde un lugar alejado.

La comitiva llegó con cinco humanos de vestiduras finas y elegantes, que representaban a la nobleza y a su alrededor estaban diez sirvientes que vinieron para satisfacer su comodidad.

El conde designado, sonreía enseñando los dientes, con fingido agrado y despreciando un reino que era inferior a su mundo.

"Estas bestias, nadan en riqueza. Insólito ¿cierto?"

El conde murmuró entredientes y su comitiva afirmó con disimulo, teniendo la misma opinión mientras llegaban ante el Alfa.

Estando frente al trono de Haakon, el conde, un hombre regordete y con una prominente barriga que sus prendas apenas soportaban, se aclaró la garganta y con fingida venia, hizo un saludo real.

—Rey Alfa de Esben, reciba mis más gratos saludos... —Se presentó el conde.

Los humanos eran ajenos, pero la expresión seria de Haakon y la forma en que sus dedos se presionaban entre si, eran gestos obvios para sus soldados.

Sus lobos guerreros rodearon el gran salón, atentos al mas mínimo indicio de su Alfa, que por el aroma desprendido, no estaba feliz por la presencia de la comitiva, lo cual era extraño, pues Haakon simpatizaba mucho con los humanos y su estilo de vida semejante.

—... y como muestra de nuestra buena voluntad, le trajimos estos obsequios provenientes de Sphereas.

Haakon nisiquiera puso atención.

El conde dió la orden y la pila de sirvientes avanzaron y ofrecieron los obsequios que contenían, licores, abrigos de pieles de depredadores (lo cual era una burla), perfumes simples (como si ellos no tuvieran perfumistas excelentes), libros de texto para niños que parecían una clara burla a su inteligencia, y muchos objetos sin sentido.

Haakon no aceptó nada ni ordenó recibirlos, pues su mirada estaba fija en el conde que mantenía su sonrisa.

—Imagino... que todas estas atenciones, tienen un único propósito ¿No? —Finalmente habló el Alfa.

—¿Eh? —El conde se sorprendió con lo directo de la conversación. —Por supuesto, Alfa. Hay un flujo constante entre humanos y lobos que van de aquí hacia mi reino, por lo que el rey de Sphereas cree comveniente crear lazos entre reinos.

—Mmm, no lo creo. Pues que yo sepa, ninguno de los habitantes de Esben ha visitado su reino... no hay necesidad, si aqui lo tenemos todo. Pero muchos de ustedes han visitado mi manada y no siempre ha sido con las mejores intenciones —Fue la respuesta de Haakon.

—Pr-precisamente. Para regular eso, sería muy provechoso crear alianzas y me complacería mucho explicarle de los beneficios que ambos reinos gozarían —El conde trató de convencerlo, ya no estando seguro de lavarle el cerebro.

El alfa se apoyó en el respaldo de su trono, suspirando profundo y con un leve gruñido animalesco que no pasó desapercibido para los humanos que se sintieron algo intimidados.

—Crear lazos ¿huh? —Meditó Haakon, tomándose su tiempo. —Estaría loco... tendría que estar loco para aceptar algo tan estúpido.

—¿C-cómo dice?

El alfa levantó la mirada y estos fulguraban en un color rojizo brillante, que intimidó a los visitantes.

—Cree que somos bestias —Repitió Haakon.

El legado del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora