13. Emergencia

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Roux seguía a una distancia prudente al beta. Cumplieron su trabajo y ya retornaban a la manada.

El remolino de emociones del día anterior al enterarse de que se acostó con Hunter, se calmaba. Su mirada en cambio estaba atenta al beta que avanzaba sin detenerse ni dirigirle la palabra.

¿Por qué?

¿No que Hunter lo detestaba?

¿Por qué lo hizo con él?

Tras llegar, ambos tomaron rumbos distintos, sin siquiera despedirse.

—Hola, ya llegué —Roux se anunció tras cruzar el umbral de la entrada de su hogar.

Con pasos sonoros sobre el piso de madera, su hermana bajó a prisa por los escalones y sin saludos efusivos le sujetó la mano y lo arrastró hacia su habitación.

—Oye ¿Qué te pasa?

—Tengo algo que contarte. Se supone que no debo hablar porque es peligroso, pero eso no importa.

Maryna no se callaría mas, le costaba guardar secretos y necesitaba contarselo a su mejor confidente.

⚔️

—Gracias por permitirme visitarlos —Agradeció Colombo con entusiasmo, mientras varios niños le rodeaban y sonreían curiosos.

—No hay de que. Es muy bueno que quieras conocer un poco de nuestra cultura y sé que a los niños tampoco les molestará —Arin aceptó gustoso la petición del humano que quiso conocer un día cotidiano de los niños que asistían a la escuela de la manada.

Arin ya llevaba tiempo como maestro para los niños que asisitían para instruirse. Pasó tiempo hasta que descubriera su vocación y enseñarles a los niños de la manada los conocimientos que poseía, fue un buen modo de ocuparse en algo y los niños lo querían, asi que ahí estaba, enseñándoles sobre la etiqueta básica para comportarse, reconocer las reglas que todo lobo debe conocer al momento de salir a campo abierto, reconocer plantas, venenos y tambien dominar la caza.

Colombo aprendió mucho en ese día, pues Arin era tan solo una pieza en esa escuela, ya que los niños estaban siendo bien instruidos en la lectura, escritura, ejercicio, caza y mucho mas, gracias a buenos maestros.

Durante las clases de Arin, optaron por dar un paseo por el campo para una clase especial.

—Atención niños, hoy les enseñaré a reconocer los frutos que son comestibles y los que no —Inició Arin.

El grupo de pequeños que no sobrepasaba los ocho añitos, oían atentos sus indicaciones, mientras Arin les mostraba unos frutos pequeños.

—Si se topan con un fruto de este color y con las hojas delgadas, no se la coman o se ganaran un buen dolor de cabeza y mareos con posible vómito... —Les explicó el omega pelirojo.

Colombo tambien aprendió de esa clase especial de sobrevivencia en el campo. Pese al aspecto despreocupado del bonito omega, se tomaba muy seriamente sus clases y compartía los conocimientos que tenía.

Uno a uno, los niños se fueron en grupos a buscar alimentos alrededor, para comprobar que hayan aprendido de la clase y Arin estaba cerca, supervisándolos.

—Es admirable la preparacion que gozan estos niños —Alagó Colombo, él tambien buscando frutos comestibles.

—Es el deber del Alfa y la familia Gregos. Si nuestro pueblo no es educado sería un desastre y por eso le hemos puesto especial atención a los niños. ¿En tu tierra no hacen lo mismo?

El legado del AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora